La solución apunta a la detección temprana de este insecto que destruye a las palmeras desde adentro
En 2015, cuando el término picudo rojo aún no resonaba en Uruguay, un grupo de niños de educación inicial del colegio Santa Elena, en Ciudad de la Costa, plantó en la rambla de la zona 130 palmeras por los 130 años de la institución.
Diez años después, ya con esta plaga que amenaza a las palmeras instalada a nivel nacional, los mismos alumnos decidieron hacer algo para protegerlas y aportar a la detección temprana de este insecto.
De esta manera, luego de investigar sobre el tema, hacer entrevistas, y visitar palmeras afectadas, comenzaron a desarrollar en la clase de ciencias de la computación un dispositivo para detectar la existencia o no de este insecto en las palmeras.
Para esto, a través de una aplicación de física trabajaron durante varios meses midiendo el espectro de audio que tienen las palmeras sanas y las que están infectadas con el picudo, así como otros sonidos de la zona. Además, construyeron un modelo emulando al picudo rojo para medir el sonido y compararlo.
A partir de esto identificaron que ciertas frecuencias podrían relacionarse específicamente con el sonido que hace este insecto cuando está dentro de la palmera.
“El picudo mastica con mucha fuerza y hace un ruido especial con determinadas ondas que son identificadas en base a ese programa informático”, explicó Pablo Cayota, director del colegio.
El directivo explicó que los alumnos no solo usaron ese dispositivo en las palmeras que plantaron -que por ahora se encuentran libres del picudo- sino que hubo vecinos de la zona que les solicitaron el servicio.
Y aunque la solución es de utilidad para detectar de forma temprana la existencia del insecto en las palmeras, desde el colegio entienden que no es suficiente, ya que una vez que este está dentro es muy difícil salvarlas.
A raíz de esto la institución contrató a una empresa para hacer un tratamiento preventivo en los 130 ejemplares. Este se realiza cada dos a tres meses, de forma permanente mientras que la plaga sea una amenaza, e implica una inversión por encima de los $150.000 en cada ocasión.
“Cuando le planteamos a las autoridades públicas la necesidad de hacer prevención, la respuesta fue que al ser palmeras jóvenes era más barato dejar que se mueran y cambiarlas que hacer tratamiento preventivo permanente”, contó Cayota sobre las conversaciones que mantuvieron el año pasado con autoridades gubernamentales y del Ministerio de Ambiente.
Sin embargo, por el trabajo que vienen realizando los alumnos, por el valor sentimental de las palmeras y por entender que es la forma de evitar la propagación de esta plaga,desde la institución decidieron seguir adelante con el tratamiento.
“Estamos dispuestos a poner a disposición de la Intendencia, del Ministerio de Ambiente, y de la comunidad este proyecto y compartir nuestra experiencia en el tema”, sostuvo el representante de la institución, quien adelantó que proyectan establecer conversaciones sobre el tema con las nuevas autoridades.