23 de marzo 2025 - 9:59hs

Aislada de los mercados financieros por las sanciones post-invasión, Rusia está vedada en Occidente. Pero los inversores huelen la oportunidad latente y quieren ser los primeros en llegar.

Así que encuentran vericuetos para posicionarse en activos vinculados con Rusia apostando a que la “paz Trump” le concederá al presidente Vladimir Putin su demanda de un levantamiento de las penalidades, entre ellas, el fin del exilio financiero.

Es una apuesta arriesgada. Pero para muchos, la recompensa lo vale. Si el país vuelve a los índices internacionales tendrá un peso importante y los administradores de fondos tendrán que salir a “comprar Rusia”. El impacto será masivo.

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Quienes hoy se juegan por ese escenario -aún con las trabas para acceder a los activos- hicieron que el rublo, la moneda rusa, se disparara 25% en lo que va del año, lo que la convierte en la más se revaloriza en el mundo.

Los inversores compran los activos con un fuerte descuento (a una fracción del retorno que ofrecían en su momento) convencidos de que explotarán si las sanciones impuestas en 2022 a raíz de la invasión a Ucrania se levantan.

Acceso bloqueado a Rusia: la búsqueda del tesoro de los inversores

La negociación de los activos rusos sólo es accesible a los locales y a inversores de las denominadas jurisdicciones “amigas” que no tienen sanciones contra Rusia, como es el caso de los Emiratos Árabes o Kazakhstan.

Por eso, buena parte de la demanda proviene de Medio Oriente, de fondos de cobertura o “family offices”.

Uno de los activos más demandados era hasta hace poco intocable: la deuda rusa. Hoy los más buscados son los bonos emitidos por la petrolera Gazprom, tanto en euros como en dólares. También los de Lukoil. Pero no son tan fácil de conseguir.

Quienes los tienen en su poder -ante el creciente apetito del mercado- o bien se rehúsan a desprenderse de los papeles o piden precios demasiado altos, lo que combinado con una oferta limitada, hunde por el piso los rendimientos de los instrumentos.

Wall Street siempre le encuentra una vuelta sin llegar a hacer “trampa”

Desde Goldman Sachs hasta JPMorgan están ayudando a sus clientes a incorporar a sus carteras activos relacionados con Rusia pese a que los occidentales están en principio atados de manos por las sanciones.

Los bancos ofrecen contratos de derivados atados al rublo, un instrumento con la doble ventaja de que no infringe las sanciones ya que no involucra un activo físico y tampoco supone la participación de un ciudadano ruso, explica Bloomberg.

Estos contratos se llaman “non-deliverable forward” o NDF y son un resquicio financiero que encontraron los traders de Wall Street para apostar a las futuras ganancias de la moneda.

En la desesperación, hay quienes suman activos con una vinculación algo más remota, aunque pueden resultar una sorpresa.

La búsqueda del tesoro lleva hasta la bolsa de Hong Kong, donde cotiza United Co. Rusal International, el gigante de aluminio ruso.

El recorrido continúa en Viena, donde pueden adquirirse acciones de Raiffeisen Bank International, un banco austríaco pero con una subsidiaria en Moscú y finalmente hace escala en Budapest, para invertir en OTP Bank Nyrt, una entidad húngara que todavía mantiene operaciones en Rusia.

En el mercado cambiario, incluso, la moneda de Kazakhstan, uno de los principales sociales comerciales del país, también sintió el furor por todo lo que huela a Rusia, y se dispara este año.

Corralito ruso para extranjeros en represalia por las sanciones

Antes de la guerra, los inversores extranjeros tenían unos u$s 150.000 millones en acciones y bonos del Gobierno ruso, que era un componente de mucha ponderación en los índices de mercados emergentes, que replican muchos grandes fondos de inversión.

La mayoría llegó a retirar ese dinero del país a tiempo pero otros quedaron literalmente “atrapados” y sus tenencias fueron depositados en cuentas de no-residentes en Moscú.

Para las firmas de inversión, esto implicó contabilizar como pérdidas sus posiciones en Rusia y resignarse a no poder recuperar los dividendos que quedaron dentro de las fronteras. Una suerte de corralito ruso.

Fue la respuesta de Putin a las sanciones occidentales, que en materia financiera, incluyeron el congelamiento de u$s 300.000 millones en activos del banco central que hoy se encuentran en su mayoría en Europa.

Las sanciones también alcanzaron a los rusos acaudalados. Fueron congelados u$s 58.000 millones en activos, entre ellos desde mansiones, yates y aviones privados, según el Tesoro estadounidense.

La prioridad de Moscú es el levantamiento de las restricciones bancarias -al menos algunas- para facilitar la negociación en dólares, algo que está causando serias dificultades a las empresas rusas para poder realizar pagos transfronterizos.

Pero más allá de los inversores que creen que Trump está decidido a esta paz “fast-track” y dispuesto a concederle a Putin básicamente lo que pida, lo cierto es que las probabilidades de que las sanciones se levanten -o lo hagan en el corto plazo- no es algo seguro ni mucho menos.

Algunas de las restricciones son parte de la ley en EE.UU. y necesitan aprobación del Congreso para ser removidas. Además, Europa es reticente a levantar las sanciones.

De hecho, en las últimas cumbres viene discutiendo la posibilidad de incrementarlas en la medida en que queda cada vez más relegada al papel de observadora en esta negociación clave para el continente.

Cualquiera sea el caso, Putin es optimista. Mientras tanto, ya advirtió a los multimillonarios que no hará lobby por ellos. No le viene mal que se vean forzados a invertir en casa.

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