Queremos tanto a Julián Álvarez (y a Madrid)
El traspaso del campeón argentino al Atlético de Madrid, que se suma a la llegada de Kylian Mbappé al Real Madrid, revolucionan el fútbol español que vuelve a competir por el liderazgo de Europa.
El traspaso del campeón argentino al Atlético de Madrid, que se suma a la llegada de Kylian Mbappé al Real Madrid, revolucionan el fútbol español que vuelve a competir por el liderazgo de Europa.
Finalmente, aparece una buena noticia que une a España y Argentina, especialmente después de tanto ruido político entre Javier Milei, Pedro Sánchez, Begoña Gómez, Oscar Puente, Vox, la embajadora en Buenos Aires, y la novela degradada entre el ex presidente Alberto Fernández y su pareja Fabiola, radicada en Madrid, al igual que todavía lo está Isabel Martínez, la ex esposa del presidente Juan Domingo Perón.
Pero, en esta ocasión, las energías son radicalmente diferentes.
Todo apareció, sorpresivamente, con la noticia del traspaso del jugador argentino Julián Álvarez desde su equipo actual, el Manchester City, al Atlético de Madrid de la liga española.
La noticia tiene un impacto que trasciende lo futbolístico y se relaciona, en primer lugar, con la cantidad de dinero involucrada. Se habla de un piso de 75 millones de euros que podría extenderse, según objetivos, premios y otras variables, a más de 100 millones.
Restringir la noticia a lo futbolístico es subestimar a uno de los grandes mercados globales del entretenimiento.
Especialmente cuando aparece un actor como el Manchester City, una franquicia que desbancó al otro Manchester, el United, que históricamente dominó la marca de la ciudad y donde brillaron, entre otros, David Beckham, quien también pasó por Madrid, pero por el Real.
Con la llegada de un grupo inversor árabe en 2008, “los ciudadanos”, como se conoce popularmente al Manchester City, comenzaron a ocupar un lugar entre las luminarias del fútbol mundial.
Esto se reforzó con la contratación de Pep Guardiola como su director técnico en 2016.
Desde entonces, el club ha logrado los títulos más importantes, como la Champions y el Mundial de Clubes de 2023. Al mismo tiempo, de la mano de su míster, se convirtió en una marca futbolística registrada que influyó decisivamente en la historia actual del balompié.
Por ello, los jugadores que integran ese plantel son privilegiados, forman parte del selecto grupo de los mejores del mundo. Es también por eso que a Julián Álvarez le resultaba muy difícil asegurar la titularidad, ya que competía con grandes figuras.
A pesar de ello, la presencia de Julián fue constante y sus goles lo suficientemente importantes como para que, cuando llegaron los primeros sondeos para su traspaso, tanto el club inglés como Guardiola se mostraran reacios a dejarlo partir.
¡Hala Madrid!
Pero en esta historia hay más que el traspaso de un jugador de un club a otro.
Por ejemplo, otra vez la ciudad de Madrid se encuentra en el centro del mercado global del entretenimiento y los negocios. El paso anterior fue hace unos meses, con la llegada de Kylian Mbappé, el mejor jugador del mundo en la actualidad, al equipo grande de la ciudad, el Real Madrid.
Los traspasos de Mbappé y Julián Álvarez vuelven a situar a la liga española en la competencia por ser la mejor del mundo.
A finales del siglo XX, la liga italiana ocupó ese lugar. Luego, ya en el siglo XXI, la reemplazó España con los “galácticos” primero y el Barcelona de Messi después. En los últimos años, ha sido el turno del fútbol inglés, que se ha consolidado como la liga más competitiva y completa del mundo.
Con estos movimientos, la ciudad de Madrid lidera el resurgimiento de la liga española de fútbol y, si el Barcelona no se queda atrás, también podrá contribuir a lograrlo —y de paso disputarles el primer lugar a los madrileños— con algunas de las figuras del campeón de la Eurocopa como Lamine Yamal y Dani Olmo.
Julián Álvarez se suma a un equipo que ya cuenta con otros campeones del mundo y con un baluarte del subcampeón, el francés Antoine Griezmann. El objetivo del Atlético de Madrid es la copa que falta en sus vitrinas: la Champions League.
Con las incorporaciones de Mbappé y Julián Álvarez, los clubes españoles, históricos rivales en el superclásico madrileño, se suman, para mayor morbo, a la reciente e intensa rivalidad entre argentinos y franceses, que empieza un nuevo e interesante capítulo de la mano de los recién llegados.
Además del consenso sobre sus habilidades, existe una extendida simpatía hacia el jugador argentino, incluso entre fanáticos de equipos rivales.
Julián no tiene nada que ver con el estilo de jugadores como Mbappé, cuyos comportamientos erráticos y caprichosos lo asemejan más a una estrella de Hollywood que a un deportista de élite.
Julián, con su cara de niño, su espíritu juvenil y su acné a la luz del día, aparece como el personaje apasionado por su vocación y al que todo el resto del negocio y el show business que lo rodea no logran conmover.
Tampoco el prestigio de Guardiola, con sus modos calculados y rígidos donde los jugadores son ordenados peones de un ajedrez que, por exitoso y vistoso, no deja de ocultar su frialdad.
Pero Julián no estaba conforme con el rol de peón intercambiable ni con todos los trofeos que había obtenido a cambio de cumplirlo.
A pesar de tener solo 24 años, ostenta un palmarés que miles de jugadores profesionales no tendrán jamás. Ni siquiera Mbappé, que todavía no ha logrado ganar una Champions, lo cual seguramente influyó en su decisión de fichar por el Madrid.
Julián estaba en un plantel que cualquier jugador desearía integrar.
Sin embargo, no quería ser solo un engranaje más en una fría y estricta maquinaria deportiva. Julián transpira el espíritu amateur del juego, donde las tácticas y estrategias se desvanecen y la pelota y el hombre conforman una pareja amorosa e inseparable. Julián quiere jugar.
Para los argentinos, este nuevo y gran paso del futbolista nacido en un pueblo de menos de 3,000 habitantes representa un espejo renovado en el cual reflejarse, donde la ingenuidad y la inocencia ocupan un lugar inédito que antes estaba reservado para la viveza criolla y la prepotencia.
Julián es parte de un modelo de ídolo diferente que comenzó con Lionel Messi y Ángel Di María, y que ha instaurado un nuevo paradigma de normalidad y éxito.
Los argentinos están en el tortuoso camino de despedirse del modelo maradoniano que los marcó a fuego.
Hoy intentan —con final incierto— renunciar al disfrute del lado oscuro y dejar de complacerse en la impostura y la ilegalidad. Todo eso formó parte de su vida durante décadas, y se sumergieron en ello con la misma habilidad y pasión con que Diego jugaba en el verde césped.
Julián es parte de esa ilusión argentina de ser algo distinto a lo que efectivamente se ha sido; su parábola de Manchester a Madrid, de la relojería al potrero, representa una oportunidad de volver a empezar, de reparar lo que se estropeó en algún lugar del camino, aunque sostenidos, otra vez, en una fantasía de lo que no sabemos si alguna vez llegó a ser realidad.
Como dice uno de los más paradigmáticos hinchas colchoneros, Joaquín Sabina, “no hay nostalgia peor que añorar lo que nunca jamás sucedió”.