Elecciones en Argentina: A esperar

A horas una elección sin precedentes los argentinos intentamos adivinar escenarios futuros y ante la falta de candidatos y proyectos que enamoren o siquiera que en determinados casos parezcan viables, soñamos con un Oráculo de Delfos que nos diga que va a pasar mañana a las 22hs. 

El lunes a la mañana cuando se abran los mercados. Si habrá o no balotaje. Como será el tránsito hacia esa segunda vuelta o la transición con un nombre definido en primera ronda.

La incertidumbre domina la agenda. Y nada más difícil para lidiar que la falta de certezas. Dólar sin techo, inflación de tres dígitos, escándalos de corrupción, institucionalidad en la cuerda floja, proyectos mesiánicos, propuestas delirantes, candidatos que quedaron probándose una banda que creían segura y hoy miran el partido desde la tribuna.

Ya tendremos tiempo de preguntarnos cómo llegamos los argentinos hasta acá. Cuando se perdió el bipartidismo que sostuvo el andamiaje democrático los últimos años de historia moderna. 

Sobre la aparición de los outsiders autóctonos que a diferencia de Jair Bolsonaro o Donald Trump no cuentan con una estructura partidaria que los contenga. Para ser honestos, descontenidos en el más amplio sentido de la palabra. Ya analizaremos qué nos pasó. Primero tenemos que atravesar el día de la elección.

La angustia de las horas previas reside que tampoco el resultado habilita una respuesta que ponga final a la tormenta de preguntas que nos mantiene insomnes y exhaustos hace meses. Todo termina mañana tal vez. Y todo empieza.

Si llegase a ganar el candidato libertario Javier Milei, la incógnita lejos de despejarse se volvería más incógnita. ¿Está dispuesto a dialogar? ¿Con quién es? ¿Cómo aplicaría su plan dolarizado sin dólares y sin consenso? ¿Qué pasaría entre sus bases fanáticas cuando comprendan que el gran freno a la mayoría de sus proyectos es la Constitución Nacional y no la que él denomina la casta, la vieja política?

Si se erigiera triunfador el ministro plenipotenciario y candidato de la Unidad Sergio Massa, el escenario tendría otros elementos de dudas, pero de dudas al fin. 

¿Si llevó la inflación a tres dígitos durante su gobierno al frente de Hacienda y no pudo bajarla ni siquiera midiéndola semanalmente en lugar de hacerlo de manera mensual… ¿Por qué podrá de repente y por arte de magia? ¿Qué sabría del manejo de la política de emisión monetaria desmedida el día 23 que no supo en este año entero que tuvo la maquinita en sus manos?

Y en el caso que Juntos por el Cambio y su lideresa Patricia Bullrich se quedase con una victoria ¿Cuánta tolerancia a su propuesta del dolor y el ajuste tiene un pueblo argentino ya dolorido y ajustado? 

¿Cómo resolverían las internas intestinas que los debilitaron en las PASO si llegan al poder? Porque esta oposición se debilita cuando gana y esa lección no parecen haberla aprendido. ¿Y los radicales? ¿Hasta donde reclamarían su coto de poder teniendo en cuenta las provincias que hasta hoy ya lograron arrebatarle al peronismo? ¿Sobreviviría Juntos por el Cambio a una victoria?

Ni que hablar de las preguntas post Balotaje si es que ese fuese el final y el principio del capítulo de mañana. Todos buscando la opinión del tercero para saber hacia donde se inclinaría la balanza el próximo 19 de noviembre. Y claro. Cómo llegamos y en qué condiciones.

El que hoy desde este país se arrogue el tener alguna respuesta acerca de lo que puede pasar en un futuro inmediato, simplemente miente. No lo sabe nadie, ni sus propios protagonistas. 

Tal vez después del resultado de la elección que se conocerá en las próximas horas las respuestas se vayan tejiendo como las alianzas políticas: sobre la marcha de los acontecimientos. 

Tal vez a modo de hipótesis, una de las tantas, no haya en este caso una respuesta preestablecida como no hay modelos de país y propuestas tan claras y antagónicas como conocimos en la democracia moderna que vio la luz en 1983. No hay un Alfonsín versus un Luder. 

La oferta de un país radical o un país peronista. Son otras las variables, Mas o menos mercado. Más o menos Estado. ¿Ningún Estado? La Unión por la Patria que supo ser el Frente de Todos lleva a la cabeza al líder del Frente Renovador que pelea un espacio con Juntos por el Cambio que supo ser. 

Cambiemos que tiene en su haber a un expresidente que presidió el Pro y a una candidata al sillón de Rivadavia que fue ministra de Seguridad de la Alianza. 

Y ambos desconcertados por la cachetada en las PASO que les propino un electorado que se volcó voraz a un distinto, imposible de definir o que cual Zelig es quien es dependiendo el día o su interlocutor. Pero la carta de la diferencia con lo que conocimos es su as de espadas.

Así vamos a votar. Aún así vamos a votar mañana. Todos y todas las candidatas, sumadas la izquierda- que medirá si fue un suicidio político negarse a condenar el terrorismo de Hamas- y el partido del gobernador cordobés Juan Schiaretti juegan el juego democrático. Y creen y se mueven, hasta ahora, en el sistema de división de poderes que evita excesos. Hasta ahora. Todos. Como dijo Winston Churchill (lo bien que nos vendría uno así por acá) “La democracia es el peor sistema de gobierno diseñado por el hombre. Con excepción de todos los demás.