A Marte en helicóptero

Allí nunca iremos en helicóptero, pero en ese misterioso planeta ha aterrizado uno

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06 de marzo de 2021 a las 05:04

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Es tan joven como nosotros, hijos directos y predilectos de la época moderna. Y para demostrar su lozanía voló airoso por los cielos de Marte, ganándole en esto la partida al avión. En Marte, el helicóptero fue Cristóbal Colón llegando a América. Dentro de 30, 40 o 100 años, cuando las noticias de la actual pandemia carezcan de vigencia, la humanidad verá a 2021 como el año en que lo imposible se hizo realidad. La NASA, la gran Disneylandia de la inteligencia y la imaginación actuando a dúo, consiguió con precisión de neurocirujano hacer aterrizar un vehículo rover en el planeta rojo, más frío que la Tierra, el cual comenzó a enviar imágenes inmediatamente, y no solo eso, logró asimismo que un pequeño helicóptero comenzara a sobrevolar la superficie marciana y recopilara datos sobre la posible existencia o no de vida. El vuelo del helicóptero en un territorio situado a 54,6 millones de kilómetros de la Tierra (mucho más cerca que Júpiter y Saturno) puede considerarse la culminación del sueño tecnológico iniciado en 1940, cuando Igor Sikorsky construyó el primer modelo exitoso. Igor, qué, quién. Su nombre no ha de sonar como el de los hermanos Wright, quienes pasaron a la historia por haber realizado en diciembre de 1903, el primer vuelo en avión controlado. Sikorsky nunca alcanzó igual fama, quizá porque el helicóptero es algo así como el ejemplo bastardo de la tradición tecnológica moderna, un aparato que puede venir fallido, como regularmente vemos en las noticias: helicópteros que se desploman debido a problemas que nunca sabemos bien cuáles son, tal como pasó el año pasado en el accidente en el que perdió la vida Kobe Bryant, o más atrás, al desplomarse sobre la cancha del estadio el aparato en el que viajaba el presidente del Leicester City, club de fútbol inglés. 

La última noticia importante antes del inicio de la pandemia fue la muerte de Bryant, el 26 de enero de 2020. Un domingo de mañana, en medio de la niebla californiana, el helicóptero Sikorsky en el que viajaba el basquetbolista junto a ocho otras personas se vino al piso. No hubo sobrevivientes. También un helicóptero es el protagonista de la primera gran noticia desde la llegada de la vacuna. Este no se estrelló, sino que logró el milagro científico de volar en un planeta que ha sido inspiración de cientos de historias sobre la vida galáctica. Sin embargo, a pesar de su cada vez mayor ubicuidad en la realidad contemporánea, el helicóptero sigue siendo figura de reparto en la película del transporte moderno, detrás del avión, los trenes, los autos, y los barcos. Tampoco ha tenido presencia fulgurante en el cine. Claro está, ustedes podrán argumentar que en toda buena película de acción siempre ha habido un helicóptero, ayudando con su presencia al aumento del suspense. De la guerra de Vietnam para acá, su presencia ha sido tan importante en la realidad como en la imaginación, que en ocasiones es la de muy bien pagados guionistas de Hollywood, quienes tienen la obligación de hacer creíble a la ficción, esto es, que la imaginación se sienta cumplida a partir de la performance de unos aparatos mecánicos que pueden elevarse como si fueran langosta o mangangá, aunque mucho más ruidosos. 

Sin embargo, solo conozco una película en la que los helicópteros tienen protagonismo rutilante, Black Hawk Down, entretenida como todas las de Ridley Scott, la cual recuenta lo sucedido el 3 de octubre de 1993, cuando dos Sikorsky UH-60 fueron derribados en Somalia ocasionando la muerte de 18 soldados. Hollywood en cambio, no ha hecho una película sobre Operation Eagle Claw, realizada el 24 de abril de 1980. En esa ocasión, dos de los ocho aparatos que formaban parte de la misión se desplomaron en el desierto mientras viajaban a Irán para intentar rescatar a los 52 rehenes en la embajada estadounidense en Teherán (el fracaso le costó la presidencia a Jimmy Carter). Sobre el hecho hay, sí, una película dirigida por el iraní Javad Shamaqdari, Sand Storm, muy mala según me han dicho quienes la vieron. Claro, y casi me olvido, está el filme La noche más oscura, dirigido por Kathryn Bigelow, sobre la captura del principal terrorista del siglo XXI. Un domingo de noche, para demostrar que los helicópteros no descansan ningún día de la semana), dos Sikorsky UH-60 Black Hawks llevaron a los heraldos de la muerte hasta el domicilio de Osama Bin Laden en Pakistán.

Si bien el cine argentino no ha realizado ninguna película con un helicóptero entre las figuras centrales, de ese país provienen dos imágenes históricas, de ficción casi, con Fernando de la Rúa y Cristina Fernández de Kirchner como protagonistas. Los dos dejaron el poder en helicóptero. Ambos en diciembre. Uno el 20 de 2001, la otra el 9 de 2015. Diciembre es un mes particular. Mientras Papá Noel llega en trineo, algunos seres humanos se marchan en un costoso monohélice fabricado en otra parte. Uno se fue sin saludar, la otra saludando en demasía, como si quisiera imitar el movimiento de la rápida y estruendosa hélice. La vida a veces es demasiado generosa: a la presidente que le faltó altura a la hora de gobernar, le fue posible irse por lo alto. En el momento de la partida, entre Fernando de la Rúa y Cristina Fernández de Kirchner no hubo demasiada diferencia. La señora había dicho horas antes de su vuelo final como presidente, que a la medianoche la convertirían en calabaza. De cuento de hadas, su gobierno no tuvo nada. 

Cuando la señora Kirchner se fue montada en helicóptero (complaciendo de alguna manera a quienes deseaban verla volar por los aires) y saludando como loca a la gente que estaba debajo, todavía era un ser humano, pero como la Argentina es un país tan sui generis, tal vez llegó a destino convertida en “fruto globoso de la calabacera”, tal como el diccionario define a dicha planta cucurbitácea, la cual por lo general está a ras de tierra y no volando por los aires en helicóptero como algunos presidentes apenas dejan de serlo. La expresidenta hoy vice (vicio en inglés), era adicta a su helicóptero oficial, al que se montaba a diario para recorrer los 14 kilómetros que hay entre la residencia presidencial en Olivos y la Casa Rosada. Mientras el resto de sus compatriotas comenzaba la jornada laboral con el estrés propio de los embotellamientos en las calles y avenidas porteñas, CFK veía la realidad desde arriba, tal vez para sentir que nadie estaba por encima de ella. Como los costosos viajes diarios nunca los pagó con su propio dinero, jamás le dio por preocuparse del precio de la gasolina (los helicópteros todavía no funcionan a pila como las linternas). Por el aparato, capaz de transportar en su interior a ocho pasajeros, el estado argentino pagó en 1993 US$ 14 millones y fue usado de manera regular por tres presidentes, creyendo todos ellos, vaya uno a saber por qué, que de esa forma podrían estar a la altura de las circunstancias.

La relación de la señora Kirchner con los helicópteros es muy particular. Da para escribir una historia. Un dato ilustra el comentario. Una vez tuvo un jardinero de nombre Ricardo Fabián Barreiro que de un día para otro, sin decir agua va (el jardín se quedó sin nadie que lo regara) abandonó las flores y las plantas para dedicarse al negocio del transporte de personas en helicóptero. ¿De dónde un ex jardinero sacó los fondos para iniciar una compañía de transporte aéreo que tanto capital requiere? Los helicópteros no tienen el prestigio de un avión, pero han ayudado a muchos exmandatarios a irse de su presidencia por los aires, aunque la realidad de sus mandatos fuera rastrera. Son tantos los ejemplos, que cualquiera podría considerar a los monohélices como un tipo de ángel que viene a salvar a gente y a veces lo consigue.  Hace poquito, el 20 de enero, Donald Trump abandonó la Casa Blanca a las 8.30 en un VH-3, verde como el césped del que despegó, y que ese mismo día pasó a retiro, luego de 90 años de servicio. Joe Biden utiliza uno nuevo, un Sikorsky VH-92A.

Los helicópteros han estado presentes en situaciones históricas críticas. Los últimos soldados estadounidenses en abandonar Saigón luego de perder la guerra, el 30 de abril de 1975 (abril otra vez), lo hicieron encima de un helicóptero, que hizo el agónico viaje con exceso de peso. Pudo llegar a destino de manera milagrosa. Las fotos que hay del suceso son impresionantes. Y también está la imagen de otro presidente convertido, no en calabaza sino en ex, Richard Nixon, viajando a su exilio fuera de Washington en helicóptero, el que abandonó el perímetro de la Casa Blanca a la mayor velocidad posible, pues esos aparatos son ideales a la hora de sacar de apuros a quienes la historia ya sacó. El que ahora mismo anda por el espacio de Marte no lleva a ningún ex mandatario dentro, aunque tal vez no sería mala idea que el próximo lo hiciera. 

En la entrada un enorme cartel dirá en letras grandes: “Bienvenido a Marte, primera colonia cósmica de ex presidentes. Por favor, estacione su helicóptero en el fondo. 
 

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