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Airbnb y las cámaras para espiar huéspedes: la historia de un usuario y el debate que generó

La compañía recibe continuamente reclamos de personas a causa de que los hogares que han alquilado tienen cámaras instaladas que no han sido declaradas en el sitio web
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28 de marzo de 2019 a las 11:59

La era digital revolucionó la forma en la que nos relacionamos, y por ende modificó plenamente nuestra forma de hacer negocios. Por un lado las empresas pueden asistir de manera más personalizada a sus clientes; por el otro, dentro de un mar de reclamos, cada asistencia puede volverse despersonalizada. Las formas de intercambio en línea pueden ser cómodas, rápidas y eficientes, pero también conllevan una serie de riesgos, muchos de los cuales aún se desconocen.

Dentro de las empresas que funcionan a través de plataformas de intercambio en internet se encuentra Airbnb, una compañía fundada en 2008 que ofrece a los usuarios de su sitio la posibilidad de publicar alojamientos que deseen poner en alquiler. Otros usuarios pueden entonces acceder al sitio y alquilar la vivienda que les sea de interés, y la empresa funciona en todo momento como intermediaria en la transacción entre huéspedes y anfitriones. Este emprendimiento no tardó demasiado en presentar inconvenientes, y, según la revista The Atlantic, el último percance que involucra a Airbnb data de comienzos de este año. 

Max Vest, uno de los usuarios de esta plataforma online, se encontró en enero con una sorpresa cuando se disponía a dormir en su cuarto alquilado en Miami, en la habitación contigua adonde dormía su anfitrión con la novia. En un rincón del cuarto descubrió dos lucecitas que le apuntaban desde dos cajas negras apiladas. Al acercarse descubrió que eran dos cámaras que se encontraban encendidas y grabando. Ya le había resultado sospechoso que su anfitrión se hubiese presentado como Ralph al abrirle la puerta del aposento, cuando en el sitio de Airbnb siempre figuraba con el nombre de Ray.

Vest se apresuró nervioso a abandonar el lugar y se llevó consigo las tarjetas de memoria de las cámaras como evidencia. Acto seguido, llamó a la empresa a través de la cual consiguió denunciar lo que pasó. Por más que la compañía le devolvió el dinero, le pagó un hotel donde pasar la noche y eliminó a Ray de entre sus usuarios, Vest no considera que desde el equipó de seguridad se hayan tomado su caso en serio.

Pero el caso no es tan sencillo como para considerar directamente a Ralph-Ray un criminal y a Max Vest una víctima. El primero está en todo su derecho de poner cámaras de vigilancia en su hogar, y el segundo se llevó, sin previo aviso ni consentimiento de su anfitrión, no solo tarjetas de memoria ajenas, sino también las llaves de la casa.

Ante cualquier departamento de policía, el acto de Vest es un delito y el de Ralph-Ray no, por más que Airbnb prohíba la instalación de cámaras en baños y habitaciones destinadas a huéspedes. Ya hace un tiempo que la empresa exige a sus usuarios que informen en el sitio web de posibles cámaras de seguridad instaladas dentro o fuera de las viviendas que ponen en alquiler y los usuarios interesados en ser huéspedes de tales alojamientos deben aceptar con un clic la presencia de tal vigilancia. Pero no siempre estas cámaras están declaradas y pueden aparecer escondidas hasta dentro de un reloj de alarma.

A muchos anfitriones los huéspedes también les han robado o han usado sus hogares para cometer delitos, y al declarar las cámaras de seguridad los usuarios también corren el riesgo de ahuyentar a posibles criminales.

Clientes presentan a Airbnb reclamos y denuncias día a día a causa de la presencia no declarada de cámaras y otros dispositivos de registro en los hogares que han alquilado, y una gran parte se muestra disconforme con las respuestas que obtienen de parte de la compañía alegando que esta no cumple con sus propios reglamentos de seguridad y atención al cliente.

Jeff Bigham, por ejemplo, al encontrar cámaras en el alojamiento de su anfitrión, no obtuvo la atención debida de la empresa intermediaria hasta que publicó su caso en las redes sociales, por lo que se viralizó. Y no solo es un problema el registro silencioso de los usuarios por una violación a su privacidad, sino que se corre el riesgo también de que el contenido registrado sea publicado en internet, o de que las cámaras instaladas se encuentren transmitiendo en vivo.

Los escenarios posibles que se abren ante esta situación tienen solo como límite la imaginación, y de continuar por este camino los problemas se irán incrementando.

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