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Alemania y el BCE en apoyo de la Unión Europea

Los anuncios fueron una señal muy fuerte a favor de una revitalización del ideal comunitario en esta nueva etapa posterior al brexit

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14 de junio de 2020 a las 05:00

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Como en todo el mundo, en Europa la pandemia ha causado un daño económico y social muy importante. Para este año las proyecciones son que la Unión Europea tendrá una contracción del PBI del 8.7 %, un nivel récord de desempleo y un desequilibrio fiscal de €1.700 millones. Ante esta situación, la atención más inmediata de los mercados financieros se ha concentrado en la debilidad macro económica de los países del sur europeo.

En particular, y a modo de ejemplo, se espera que en este año la deuda pública de Italia aumente desde el 134 % del PBI del año pasado a un 155 %. Por ello, en el pasado mes de abril, el margen del rendimiento de los valores de Italia a diez años de plazo aumentó hasta un 2.77 % con relación a los de Alemania, en un movimiento al alza que también se registró en los valores de España, Portugal y Grecia.

Para peor, un dictamen de la Suprema Corte de Alemania puso en duda la facultad del BCE para comprar bonos soberanos como parte de su programa de alivio monetario que hasta entonces, entre otras cosas, había apoyado a la demanda de valores públicos de esos países.

Entonces, en previsión de las consecuencias que estos datos podían tener sobre la estabilidad económica y política de los países meridionales y por ende de la UE, el presidente de Francia Emmanuel Macron, hizo un llamado a la creación de un fondo que pudiera apoyar a esos socios en dificultades. 

En el medio de una crisis sin precedentes, este pronunciamiento puso a los gobiernos ante la necesidad de recurrir no sólo a la política monetaria sino también a la política fiscal en todo intento de recuperación de la economía. No hay que descartar, finalmente, que ante su próximo retiro político, Merkel haya querido dejar un legado cargado de simbolismo a favor de la unidad europea

Esta iniciativa fue de inmediato acompañada por los gobiernos de España  e Italia, pero con la salvedad que el apoyo que les pudiera corresponder no fuera en la forma de préstamos, para evitar un sobre endeudamiento que reforzara las dudas de los mercados financieros. Fue una formulación actualizada de las divisiones que se habían manifestado durante la crisis de la deuda de años atrás, cuando el rescate de Grecia le obligó a un programa de reformas muy duras, que puso a los países del norte europeo en una posición muy incómoda.

Como en otras instancias decisivas de la UE, la decisión final quedó en manos de Alemania, que siempre había estado en contra de financiar ayudas sin una contrapartida de austeridad. Fue entonces que, en un giro histórico, la Canciller Angela Merkel se sumó a la iniciativa francesa a favor de la creación de un fondo de recuperación de la pandemia, que ambos fijaron en  500.000 millones de euros.

 

Este cambio de posición alemán se debió, antes que nada, a la importancia del daño causado por el virus y al temor a sus consecuencias políticas.

Fue también una respuesta al fallo ya referido de la Suprema Corte. Porque, en el medio de una crisis sin precedentes, este pronunciamiento puso a los gobiernos ante la necesidad de recurrir no sólo a la política monetaria sino también a la política fiscal en todo intento de recuperación de la economía. No hay que descartar, finalmente, que ante su próximo retiro político, Merkel haya querido dejar un legado cargado de simbolismo a favor de la unidad europea.

Michael Kappeler / AFP
La canciller alemana Angela Merkel

Entonces, con el impulso de las dos economías más importantes de la zona, a fines del pasado mes de mayo la CE aprobó un proyecto para la recuperación económica de E 750.000 millones, que por primera vez en la historia de la integración será financiado mediante un endeudamiento no de los países sino de la UE. También sin precedentes, dos tercios del total de los recursos serán canalizados bajo la forma de subsidios y el tercio restante en forma de préstamos.

La CE pidió además la administración de un fondo para financiar el servicio del préstamo mediante nuevos impuestos a nivel de la zona sobre la emisión de carbón y las transacciones financieras y digitales. En adición y de acuerdo a las necesidades que surjan de la decisión financiera correspondiente, cada país reembolsará la deuda común de acuerdo a su contribución al presupuesto comunitario, pero con la idea de que el eventual incumplimiento de uno no será cubierto por otro.

El plan debe aún ser aprobado por el voto unánime de los 27 países de la UE. Los llamados socios “frugales” (Países Bajos, Suecia, Austria y Dinamarca) se resisten a que la ayuda se canalice a través de subsidios y piden que sea a través de préstamos reembolsables. Pero el cambio de posición de Alemania anticipa que esta resistencia habrá de ceder a la hora de la votación final, sin perjuicio de los detalles en los que pueda acordarse alguna forma de compromiso.

Días después, al impulso de esta iniciativa, el BCE también reaccionó frente a la emergencia, pese al dictamen ya referido de la suprema corte alemana. Así, la semana pasada fue anunciada una compra adicional de valores de 600.000 millones de euros en el programa de flexibilidad monetaria que viene aplicando desde tiempo atrás, a fin de llevar el total de la expansión a 1.35 trillones de euros en un horizonte temporal que también se anunció habrá de prolongarse hasta junio de 2021.

Entonces, los anuncios de la CE y del BCE dieron forma a la respuesta conjunta de las políticas monetaria y fiscal que los mercados estaban esperando desde hace semanas. Más aún, fueron una señal muy fuerte a favor de una revitalización del ideal comunitario en esta nueva etapa posterior al brexit.

Estas acciones tuvieron de inmediato un efecto positivo sobre la evaluación de las economías más débiles de la zona. A vía de ejemplo, el margen de riesgo de los valores de Italia a diez años con respecto a los de Alemania bajó a 1.4 %, un descenso similar al de los valores de España, Portugal y Grecia. 

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