Inés Guimaraens

De adolescente en Merlí a prostituta transexual en Kassandra

Elisabet Casanovas –una de las protagonistas de la exitosa serie española que está disponible en Netflix– pasó por Uruguay para representar la versión catalana de la obra de Sergio Blanco

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13 de febrero de 2020 a las 05:04

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Cuando un proyecto audiovisual se masifica resulta complejo desligar a las caras que lo encabezaron de ese producto que las popularizó. Por eso, cuando se difundió en las redes de Sala Verdi que Elisabet Casanovas vendría a Uruguay a interpretar la versión española de Kassandra –obra escrita por Sergio Blanco hace una década– fue inevitable para muchos pensar en ella como Tania, la de Merlí. Encarnando a aquella adolescente insegura e idealista que evolucionó y se empoderó después, la intérprete se ganó el respeto de quienes después de finalizar la serie no pudieron verla en ningún otro papel. Hasta esta semana, cuando la catalana llegó en el marco del Festival Temporada Alta de Girona e hizo estallar en aplausos el teatro.

Todo esto sucedió en un combo cultural bastante peculiar. La española protagoniza un espectáculo que escribió en inglés el dramaturgo uruguayo hace una década, cuando se inspiró en el personaje mitológico de Casandra, la hija de los reyes de Troya con el don de predecir el futuro y la desgracia de que nadie le creyera. Pero Casanovas también interpreta a una mujer trans refugiada de las guerras del Mediterráneo que se prostituye para sobrevivir. Resulta que Blanco construyó un juego de máscaras que escarba en el terreno de las violencias silenciadas.

“Cuando leí toda la obra quedé en shock, porque toca una cantidad de temas universales que están a la orden del día. Me flipó, pero me daba mucho miedo”, cuenta la actriz, que cuando fue convocada por el director Sergi Belbel le pidió que antes la probara. Él le dijo que no. Ya la conocía y sabía que podía con ese papel. Tiempo después Blanco lo confirma: “Su trabajo es extraordinario”. “Elisabet nos lleva a los infiernos de este personaje y de su historia, y lo fascinante es que lo hace sin que nos demos cuenta.”, dijo el uruguayo a El Observador y aseguró que esta versión de Kassandra es de las más potentes que ha visto.

Inés Guimaraens

Aunque profesionalmente comenzó a trabajar a los 20, la vocación artística de Casanovas se despertó a los 11. “Mi madre me dejó un legado muy poderoso: ‘si te gusta esto te tienes que currar mucho’”, cuenta. Y así lo hizo. Con 25 años y una carrera que comenzó con un trampolín pero sigue levantando vuelo en distintos proyectos teatrales, Casanovas despliega todo su magnetismo y demuestra sobre las tablas que es mucho más que la Tania de Merlí.

Kassandra se estrenó en el Teatro Nacional de Cataluña a fines de 2018 y esta es la primera vez que sale de España (ya estuvo en Buenos Aires y ahora se presentará en Lima). En su paso por Uruguay –donde defendió con tripas y corazón la obra de Blanco en su tierra natal–, El Observador dialogó con la actriz.

¿Cómo fue el proceso de construcción de un personaje tan complejo como el de Kassandra y el de un unipersonal –el primero– que supone tanta entrega escénica de su parte?

Antes de empezar los ensayos me fui a Atenas. Blanco escribió la obra ahí y le pedí el mapa de su recorrido para ir por las mismas calles y barrios que fue él y para entrar un poco en su imaginario y proceso creativo, y complementarlo con el mío. Además trabajé el tema del inglés. Contactamos a un chico sirio que es actor y nos ayudó. Necesitábamos un acento que pudiera apelar a las guerras actuales del Mediterráneo y también a la de Troya. Además, al ser un inglés tan mal hablado y con tan pocas palabras sin frases construidas a nivel verbal fue desafiante. 

Pero eso fue un punto de arranque. Un gran fuerte se dio cuando empezamos los ensayos. Sergi me acompañó muchísimo y confíó en mí. En los ensayos te da mucho la posibilidad de cagarla y con eso te sientes libre. Creo que fue la obra más agotadora que hice en todos los niveles, físicos y emocionales.

¿Y cómo fue interpretar a una mujer trans siendo una mujer cis? 

Yo no quería ofender en ningún momento, porque yo soy una mujer blanca, heterosexual. Desde ese lugar no quería dar una lección de nada porque no soy la persona indicada. Pero sí busqué encarnar ese grito que tiene Kassandra que es el de basta ya con los abusos de poder. La parte más lúdica que Sergi quiso poner en la obra fue para complementar el dolor con lo festivo. Pero una de las indicaciones más potentes que recibí fue que ese buen humor está por necesidad de supervivencia. 

Difusión

¿Con qué reivindicaciones de Kassandra se siente identificada como mujer?

Hay un momento en la obra que yo disfruto especialmente. Es cuando se habla de que Sófocles y Euclides no escribieron nunca una obra de Casandra. Me flipa eso de que son los hombres los que escriben la historia desde siempre y que por lo tanto solo conocemos una parte de ella. Acá hay un personaje que dice, “mi historia no la han contado nunca, está silenciada y por lo tanto la voy a contar yo”. Y esto pasa, llevamos miles de años dentro de una cultura patriarcal. Está cambiando, pero todavía hay un exceso de normatividad a la hora de generar ficción.

En efecto, la obra tiene un mensaje fuertemente feminista. ¿Busca encabezar este tipo de proyectos con perspectiva de género?

Cien por cien. Me gusta porque creo que los intérpretes somos como un canal de una historia que no es nuestra pero que pasa por nuestros filtros para contarla. Y cuando hay una carga ideológica con la que estás de acuerdo es lo puto más (expresión que utilizan los españoles para decir que algo está muy bueno).  Esta obra desgraciadamente sigue vigente. Roxana (Blanco, la actriz que interpretó la primera versión de Kassandra en Uruguay dirigida por Gabriel Calderón) vino ayer y me dijo: "Dios mío, qué contemporánea es todavía esta obra". Y es verdad. Pasan los años  –tiene 10, tampoco es tanto– y cada vez tiene más sentido. No sé si el mundo está empeorando o qué. Por otro lado, es feminista con toda la complejidad del personaje. Ella es supertestosterónica y se enamora de Agamenón, su violador, la persona que la hace esclava. Encarnar eso dimensiona mucho más al personaje.

Ya se ha manifestado como feminista, ¿asume ese compromiso en la actuación?, ¿podría trabajar en proyectos que se contradijeran con su ideología?

Hay dos temas diferentes ahí.  Un personaje que no sea feminista para mí puede ser una maravilla igual si el proyecto sí lo es. Entonces ahí, ese personaje es un espejo de una parte de la historia. Pero si la historia está contada desde el machismo, la normatividad y desde el heteropatriarcado es muy desesperanzador y no tiene sentido. Por favor, contemos historias que nos toquen y emocionen a todas y a todos, rompiendo con los roles de género masculinos y femeninos, porque en el mundo está lleno de gente mucho más compleja que los personajes que a veces se tratan. Tratar al público de tonto me molesta muchísimo. Este compromiso es para mí el feminismo que puede complementar al arte.

Ser actriz mujer y joven supuso siempre un doble esfuerzo con relación a los hombres, aunque esa brecha de género se ha ido acortando. ¿Cuál es su visión al respecto, que con 20 años fue parte de Merlí y ahora triunfa en teatro en obras potentes como Kassandra y antes en La senyora Florentina i el seu amor Homer?

Hay una parte de fortuna en lo que me pasó. Estudié en el instituto del teatro en Barcelona y tengo muchas amigas de ahí que tienen un talento brutal pero no tienen oportunidades. Hay gente muy buena con ganas de aprender. Soy una privilegiada por poder (toca la mesa de madera) vivir de esto. Por favor, que se abran castings y se les dé la oportunidad a actores y actrices de romper roles y no encasillarse siempre en los mismos personajes.

Merlí fue un proceso de tres años que terminó hace dos, pero aún sigue teniendo repercusiones por eso. ¿Toma dimensión ahora de todo lo que pasó con esa serie?

Miro atrás y veo una gran fuente de luz en esa época, que fue chulísima. Fue una gran escuela para todos nosotros. Para la mayoría de los jóvenes era la primera vez que trabajábamos profesionalmente y tuvimos la suerte de ensayar mucho y de hacer un equipazo. Actualmente la mayoría de los actores de Merlí son mis amigos, hablo con ellos mucho. 

Cuando comenzaron los rodajes no sabían que la serie iba a terminar en Netflix, eso les dio alcance mundial y hoy todos son actores con potencial proyección internacional (Albert Baró, por ejemplo, trabajó en una novela argentina). ¿Le gustaría trabajar en algún proyecto audiovisual extranjero?

Sería uno de mis sueños. Me parecería brutal.

El personaje de Tania cargaba con inseguridades y complejos sobre su cuerpo, pero a lo largo de la serie evolucionó y se fue empoderando. ¿Qué mensaje cree que se dio a través de ella a las chicas jóvenes?

Cuando me decían, “pero tú no estás gorda y estás haciendo de un personaje que está gorda" pensaba "qué mierda, no tiene que ver con eso". Sentía la responsabilidad de no dar una imagen de que esto es gordura, porque me da igual eso. La profundidad que a mí me gustaba defender tenía que ver con esa inseguridad que tenemos las mujeres, tengamos el cuerpo que tengamos. Todas las mujeres que conozco tienen o tuvieron complejos con el cuerpo. Basta. Y en la edad del personaje eso se da aún más. Es un problema que incluso ahora hablamos mucho con mis amigas. Basta ya de mirarnos en el espejo y quejarnos. Si el cuerpo hablara nos diría, “tía, ¿tan poco me quieres? Soy el que te da la vida, basta de darme tanta caña”.  Y esto es consecuencia del patriarcado y de las imágenes que vemos cada día. Lo mismo con los hombres, basta de que la imagen del hombre guapo sea la del que está todo marcado, qué aburrido.

Y en el campo artístico las presiones sobre la imagen pueden pesar aún más, ¿ahí se intensifican esas inseguridades?

Me encantaría decir que no. Mi trabajo no es tener el cuerpo que me pide la sociedad, va por otro lado. En el momento en que miro mucho mi cuerpo estoy alejando el foco de mi trabajo. Entonces no me interesa para nada. Tengo este cuerpo, me gusta comer, me gusta hacer deporte porque me sienta bien, me gusta bailar.

Inés Guimaraens

Merlí aproximó la filosofía a varias personas ajenas a esta materia. ¿Cómo fue su acercamiento con la filosofía?

A los autores de la primera temporada los conocíamos más porque eran los clásicos.  Me llamó la atención conocer más a fondo a Judith Butler. (Zygmunt) Bauman y su concepto de la sociedad líquida me interesó mucho. Me pareció muy guay cómo la serie logró acercar todo eso.  Me gustaría recomendar a Marina Garcés, una autora catalana que es filósofa y socióloga, que me está reventando la cabeza.

Qué bueno que recomiende una filósofa mujer, porque generalmente los nombres que se escuchan –incluso en la serie– son de hombres, ¿no?

Totalmente. Un día me pasó algo muy fuerte cuando estábamos con Laia Manzanares (Oksana en Merlí) viendo un libro de filosofía que había en el set de rodaje. Entre más de doscientas páginas, solo en una encontramos un recuadro titulado: “Y además…mujeres filósofas”. Pensamos que era uno antiguo, pero descubrimos que era el que se usaba en ese momento en segundo de bachillerato. Así estamos, compañera.

Resulta complejo desligarla de Merlí, porque gracias a esa serie se la conoce puertas afuera de España. ¿En qué momento cree que se le va a dejar de preguntar por esa serie? ¿Visualiza algún proyecto artístico en el que quiera incursionar para que eso pase?

Merlí fue un trampolín a nivel profesional.  Mucha gente me pregunta si no me molesta que aún me pregunten por eso y no, no tengo derecho porque fue tan potente y llegamos a tanta gente que lo entiendo. A corto plazo tengo muchas ganas de hacer cine, que no he hecho nunca y es un terreno que me gusta mucho. A largo plazo, me gustaría escribir algo: ficción, una serie o una obra de teatro.

¿Qué piensa Blanco de esta Kassandra?
Consultado por El Observador, el destacado dramaturgo uruguayo que vive en Francia contó qué sensaciones le generó la versión de Kassandra que dirigió Belbel y protagonizó Casanovas. A continuación, su respuesta enviada desde Francia.
"El trabajo de Elisabet es extraordinario. Su Kassandra es de una inteligencia, de una belleza, de una ternura y de una dulzura inigualables. Me gusta mucho su Kassandra porque huye a toda forma de solemnidad: es radicalmente leve. Elisabet nos lleva a los infiernos de este personaje y de su historia, y lo fascinante es que lo hace sin que nos demos cuenta. Es imposible no caer subyugados con la belleza de su trabajo. Elisabet le da cuerpo y voz a Kassandra y lo hace desde un lugar profundamente humano: en ningún momento juzga al personaje sino que le da hospitalidad en su ser. Me gusta pensar lo siguiente: Elisabet toma al personaje y no lo "juzga" sino que lo "juega". Y eso para mí es teatro puro. Es una gran intérprete que ha sido sin lugar a dudas, acompañada y guiada en su trabajo por un gran maestro del teatro que es Sergi Belbel, quien a mi entender es uno de los dramaturgos más importantes de nuestra contemporaneidad. El teatro de Sergi marca un antes y un después en la dramaturgia contemporánea europea y latinoamericana. Yo aprendí a escribir teatro leyendo sus textos. Es el gran maestro de toda una generación. Y lo seguirá siendo. Creo que Sergi y Elisabet han levantado una de las Kassandras más potentes que he visto. Cuando la vi en Barcelona quedé profundamente impactado. Yo no conocía a Elisabet y a Sergi lo conocía apenas. Esa misma noche nos llevaron a cenar a todos juntos y fue allí que observando a Elisabet y a Sergi y conociendo su generosidad, su educación, su humildad, su sensibilidad, me di cuenta de que su Kassandra era hermosa porque ellos dos son dos seres hermosos. Que mi texto esté en manos de estos dos grandes artistas es para mí un inmenso honor".
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