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De la depresión a la euforia: el mercado argentino festeja las buenas noticias

La recalificación como "mercado emergente", así como la confirmación del acuerdo con el FMI trajeron oxígeno financiero, mientras el dólar se estabiliza

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25 de junio de 2018 a las 05:00

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Así son los argentinos: pueden pasar de la depresión a la euforia y viceversa sin solución de continuidad, sin conocer los términos medios. Pasa en el Mundial de fútbol y también es lo que se está viviendo en estas horas en el mercado financiero, que vive una euforia difícil de creer para quien haya visto las turbulencias de los últimos meses.

El punto de inflexión fue el pasado miércoles: mientras Uruguay festejaba su triunfo mundialista frente a Arabia que le garantizaba el pasaje a octavos de final, los argentinos celebraban por partida doble. En pleno feriado del día de Belgrano, recibieron dos excelentes noticias desde el Hemisferio Norte.

La primera, que el Directorio del Fondo Monetario Internacional había aprobado formalmente el acuerdo stand by por US$ 50.000 millones, con lo cual quedaba efectivamente liberada la primera cuota de US$ 15.000 millones para el día siguiente.

Y la segunda, que el país había sido ascendido a “mercado emergente”, desde su anterior categoría de “economía de frontera”.

Se trata de una clasificación, conocida como MSCI (Morgan Stanley Composite Index), que evalúa la economía de los países y su apego a políticas amigables para los inversores. Para Argentina es fundamental esa recalificación, porque hay grandes fondos de inversión que, por sus estatutos, sólo pueden poner dinero en países que hayan recibido la calificación de “mercado emergente”.


Se estima por haber recibido esa promoción, habrá un ingreso masivo de capitales que comprarán acciones argentinas cotizantes en la bolsa neoyorquina, y eso tendrá un efecto revitalizador sobre la economía, justo en un momento en que el país sufre la zozobra por la reciente devaluación.

Hablando en números, los analistas creen que podría haber un efecto inmediato de al menos US$ 3.500 millones por inversiones en acciones de empresas argentinas y en bonos soberanos.

El suspenso se mantuvo hasta el último minuto, porque muchos habían dado como un hecho el ascenso de categoría año pasado, pero sin embargo la decisión fue negativa. La justificación fue que, si bien Argentina había saldado su deuda en default y el gobierno había adoptado políticas de apertura, todavía no estaba claro si ese camino “market friendly” sería sostenible en el tiempo. En otras palabras, que no se percibía un panorama político lo suficientemente claro como para asumir que Argentina había cambiado definitivamente su orientación.

De manera que el gobierno de Mauricio Macri puso su esfuerzo en dar las señales políticas que el mercado le pedía. Tras la victoria en las elecciones legislativas, tuvo varios gestos de firmeza, como la promoción de reformas estructurales en la legislación laboral y del sistema jubilatorio. Y, sobre todo, Macri se mostró duro con la política de tarifas de servicios públicos, al vetar la ley que lo obligaba a retrotraer los precios a niveles de un año atrás.

También ayudó la sanción de reforma del mercado de capitales (bautizada por el gobierno como “ley de financiamiento productivo”), que establece facilidades para el ingreso y la salida de capitales extranjeros al mercado argentino.

Pero claro, en el otro platillo de la balanza estaba el deterioro de las cuentas macroeconómicas y la corrida contra el peso, que obligaron al gobierno a pedir el salvataje del FMI.

Además, el contexto financiero era pésimo: pesar del anuncio sobre el acuerdo con el Fondo el dólar no lograba estabilizarse y hubo que cambiar al presidente del Banco Central, mientras los bonos soberanos sufrían el castigo en el mercado con caídas de 35% en dólares y el riesgo-país subía un 60% en el año.

En ese contexto, el pesimismo terminó imponiéndose y la mayoría daba por supuesto que, otra vez, Argentina quedaría relegada al estatus de “economía de frontera”. Para completar el cuadro, el diario Clarín publicó un artículo dando a entender que había recibido la información del propio gobierno, en el sentido de que la decisión sería negativa para el país.


Una reacción eufórica

Pero finalmente llegaron las buenas noticias. Con la etiqueta de “mercado emergente” se confirmaba que podrían entrar los capitales y, ya con los dólares del FMI como garantía de paz cambiaria, habría condiciones para que la economía se pusiera nuevamente en el camino del crecimiento.

Al día siguiente de estas noticias, la bolsa de Buenos Aires respondió con una contundente suba: el índice Merval subió 6%, con acciones que llegaron a un rebote del 19%. Y los analistas ya se entusiasman con un período extendido de alzas, con acciones que podrían ganar más de un 20% en dólares en el resto del año.

Y los bonos soberanos, por efecto contagio, tuvieron un alza de 6% en su cotización, al tiempo que el riesgo-país cayó hasta los 543 puntos, un nivel todavía muy alto en comparación con los demás países de la región, pero que marca un cambio de tendencia sobre la percepción que Argentina estaba teniendo en el mercado global.

Pero acaso lo más elocuente en cuanto al cambio de humor del mercado fue lo que ocurrió con el dólar. Ya con la plata del FMI para vender en caso de necesidad, el Banco Central logró estabilizar la cotización, que bajó respecto de los últimos días y perforó el piso de los 28 pesos argentinos en su versión minorista.

El comentario en el mercado financiero es que Luis Caputo, el nuevo titular del Banco Central, adoptó una típica estrategia de “overshooting”. Es decir, dejar al comienzo que el billete se deslice por encima de lo que se considera un valor de equilibrio, para luego inducir una baja y, de esa forma, castigar a los “especuladores” que habían comprado caro.

La clave del éxito de esta estrategia es gastar poco dinero de las reservas, algo que Caputo intentó con una subasta diaria de US$100 millones. La visión que subyace a esta política es que, ahora sí, en torno de 28 pesos, el dólar recuperó su equilibrio: recupera competitividad, ayuda a los exportadores y frena al menos parcialmente la hemorragia de capitales por ahorro y turismo.

Un gobierno reanimado

Desde el punto de vista del gobierno, haber recuperado la estabilidad cambiaria es un triunfo. Nada altera más el humor social de los argentinos que la volatilidad permanente del dólar. En cambio, con la percepción de que el panorama se tranquilizó, se “descongelan” decisiones empresariales se recupera cierta dinámica en la economía.

Un típico ejemplo de ello es la liquidación de divisas por la exportación agrícola: mientras dura la inestabilidad, los productores tienen incentivos para quedarse los dólares –o los porotos de soja en los silobolsas- porque esperan que mejore su tipo de cambio. Pero con la percepción de un dólar estable, se abre la posibilidad de una liquidación récord por US$ 4.000 millones en un mes.

Todo un síntoma de cómo se está viviendo este momento, el jueves, antes del fatídico partido de Argentina contra Croacia, el presidente Macri lució sonriente y distendido como hacía meses no se lo veía.

Debía tomarle juramento a sus nuevos ministros de Energía y de Producción, tras haber “renunciado” a los anteriores por la presión del mercado y se sus propios aliados políticos. En ese contexto de debilidad política, puede parecer sorprendente y contradictorio que Macri haya utilizado el acto como un relanzamiento del gobierno. Y sin embargo es lo que ocurrió.

Contento por la noticia de que Argentina había sido recalificada como “mercado emergente”, no dudó en presentar el hecho como un voto de confianza del mundo desarrollado para con el rumbo de su gestión.

En la Casa Rosada tienen la sensación de que, tras dos meses de turbulencias que cambiaron el mapa de la macroeconomía, ahora el gobierno está ante la gran posibilidad de iniciar la recuperación. El mismo mandatario fue bien elocuente en su discurso ante los nuevos ministros, cuando afirmó que "se están desactivando las bombas económicas" heredadas por las distorsiones del “modelo” anterior.
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