Debate para rato: Feministas entienden que legalización del aborto es cuestión de tiempo

El movimiento feminista considera que el tema del aborto quedó instalado de manera irreversible en la sociedad argentina

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11 de agosto de 2018 a las 05:00

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Lloremos hoy y mañana volvamos a empezar", escribió la diputada Silvia Lospennato en Twitter luego de la derrota del proyecto para legalizar el aborto y garantizar su práctica libre y gratuita en hospitales públicos. Y la frase sintetiza la sensación reinante en la Argentina luego del rechazo que el proyecto tuvo en el Senado.

Porque si bien hubo desazón, de ninguna manera hubo sorpresa en la votación parlamentaria. Se descontaba que sería muy difícil que el proyecto, tal como había salido de la Cámara de Diputados, pudiera pasar la aprobación del Senado, que tiene una composición diferente, con mayor peso de las provincias del norte, y que suele tener posturas más conservadoras sobre temas sociales.

Por eso, el hecho de que el resultado de 38 votos en contra y 31 a favor fuera previsible no hizo cambiar su actitud a las miles de personas –en su mayoría mujeres jóvenes- que estuvieron durante más de 15 horas siguiendo el debate en las afueras del Congreso, a pesar del frío, la lluvia y la previsión de un resultado adverso.

Con su icónico pañuelo verde, esas jóvenes transformaron este tema en una causa por la cual militar más allá de posturas políticas. Es cierto que el núcleo duro que empujó la visibilización de la problemática del aborto fue de los grupos feministas tradicionales, pero luego el movimiento se masificó y trascendió las diferencias partidarias, al punto de hacer coincidir a la diputada Lospennato, una dura crítica del kirchnerismo, con diputadas del gobierno anterior, o con Victoria Donda, ligada a la izquierda y al movimiento feminista.

Lo cierto es que en el debate parlamentario, más allá de las diferencias, todos los senadores coincidieron en un concepto común, algo que quedó tal vez como la conclusión más importante: el debate no terminó con el rechazo a este proyecto, sino que recién comienza.

Quedaron expuestos como nunca antes los problemas irresueltos de falta de educación sexual, el drama de las jóvenes violadas, la realidad inocultable de los cientos de mujeres que deben ser atendidas en la salud pública por las consecuencias de abortos practicados en la clandestinidad.

Nadie dudó de que en cuestión de pocos años, el tema volverá a ser replanteado, y que en algún momento habrá una ley que lo contemple.

Redefinición de la estrategia

En las horas siguientes a la votación, hubo entre los impulsores de la ley algunos amagos de disidencia sobre si se tuvo la estrategia correcta.

Algunos rechazan no haber sido lo suficientemente flexibles con un sector dialoguista del "bando celeste" que inicialmente se había mostrado dispuesto a aprobar el proyecto si se introducían algunos cambios. Por ejemplo, reducir de 14 a 12 semanas el tiempo máximo de gestación admitido para la realización del aborto legal. O permitir que las instituciones médicas privadas alegaran la "objeción de conciencia" para rechazar la práctica del aborto en sus clínicas.

Pero las discusiones no pasaron a mayores. En todo caso, predominó la consigna de la "vuelta a empezar" y la sensación de que es todo una cuestión de tiempo.

"Vamos a tener una reunión con las diputadas para ponernos de acuerdo cómo seguir", dijo la diputada Donda, quien calificó como insuficiente el hecho de que el gobierno impulse la despenalización por la vía de una modificación en el código penal.

Ese cambio, impulsado por el gobierno, implica que las mujeres que aborten no podrán ser condenadas a prisión, pero el aborto seguirá ocurriendo en clandestinidad. La diputada, una de las figuras principales del movimiento pro-legalización, dijo no tener dudas de que el aborto será uno de los ejes temáticos de la campaña electoral 2019.

En teoría, es factible volver a presentar un proyecto cuando se haya cumplido un año del rechazo de este intento. Pero nadie cree que tenga sentido volver a insistir hasta que no se produzca al menos un recambio parcial en la integración del congreso.

Pero, más que un cambio de integrantes, la sensación que quedó es que hay un avance de tipo cultural que será indetenible. Muchos militantes pro aborto hicieron la analogía con la legalización del matrimonio homosexual: una situación considerada imposible pocos años atrás, a partir de determinado momento pasó a ser aceptable, sólo porque el "sentido común" de la opinión pública había mutado, impulsado por los códigos más abiertos de una nueva generación.

Por supuesto que uno de los factores claves a la hora de analizar el panorama post rechazo de la ley es el religioso. En el país del Papa Francisco no es un tema menor encolumnarse detrás de un proyecto que ataca uno de los dogmas fundamentales de la Igesia, como es la defensa de la vida desde la concepción.
De manera que muchos creen que también ese factor será importante para determinar cuánto tiempo deberá pasar hasta que el aborto se legalice. Acaso la situación actual se prolongue durante todo el papado de Francisco.

De todas formas, la propia Iglesia pareció entender que la instalación del tema en la sociedad argentina es irreversible.

No por casualidad, la reacción posterior al debate legislativo fue cauta, con el explícito mensaje de que "no hay nada que celebrar".

Y en la misa celebrada el mismo día de la votación parlamentaria, el arzobispo de Buenos Aires, Mario Poli, dejó entrever una autocrítica, al admitir que la Iglesia no había acompañado lo suficiente a las miles de mujeres que consideran pasar la experiencia traumática del aborto.

"El papa Francisco nos dijo que también es verdad que hemos hecho poco para acompañar a las mujeres que se encuentran en situaciones muy duras donde el aborto se les presenta como una solución, particularmente cuando la vida ha surgido como producto de una violación o en situaciones de extrema pobreza", dijo Monseñor Poli.

Una gireta política

Entre las muchas cosas que cambiaron por el debate sobre el aborto, una de ellas es la sensación de que, por una vez, pareció cerrarse la clásica "grieta" política que divide a la sociedad argentina. La diputada Lospennato fue una de las más aguerridas defensoras de la legalización, y es una figura importante en la coalición Cambiemos. En el debate se alió, diseñó una estrategia en común, coincidió, se abrazó y lloró junto a diputadas del kirchnerismo y de la izquierda.

En la vereda opuesta, la vicepresidenta Gabriela Michetti, que tiene una larga vinculación con la Iglesia, militó con convicción la postura de rechazo a la ley y festejó con un bien audible "¡Vamos, todavía!" cuando la victoria del "pañuelo celeste" fue oficial.

También se mostró en un firme rechazo a la ley la gobernadora de Buenos Aires, María Eugenia Vidal, una de las figuras de la coalición Cambiemos y potencial presidenciable.

En ese contexto, el presidente Mauricio Macri intenta un difícil equilibrio, en el cual intenta mantener la cohesión de su espacio político. Si bien siempre sostuvo que su postura personal es contraria a la legalización, en todo momento tuvo guiños para el sector "verde", empezando por el anuncio, al inaugurar en marzo el año legislativo, de que se habilitaría por primera vez el debate parlamentario sobre el tema.

Luego, ya en pleno debate y con la media sanción del proyecto por parte de la Cámara de Diputados, dijo que si saliera aprobado no lo vetaría, contrariando la postura de la iglesia y de sectores de su propio partido.

Y ahora, en una demostración de que quiere que la sociedad perciba su compromiso con el tema, anunció la reforma del código penal para eliminar la condena penal a las mujeres que abortan. Y, además, se pondrá en marcha un programa nacional de prevención del embarazo adolescente.

Macri dejó claro en la reunión del gabinete de ministros, al día siguiente, que entendía la importancia histórica del debate que se había dado y cómo se había pasado un punto de no retorno.

"Los argentinos nos animamos a sacar un tema tabú. Estoy muy contento con el debate y el diálogo, pero tenemos un problema de fondo que no va a cambiar con una ley más o menos", afirmó.

En el otro extremo del arco político, también dio para muchos comentarios la actitud de Cristina Kirchner, quien votó a favor, a pesar de que en sus ocho años de presidencia había bloqueado todo intento de impulsar una ley de legalización.

La expresidenta dijo que lo que le había persuadido para cambiar de postura fue la militancia de miles de adolescentes en la calle. Y sus dicho inmediatamente dieron lugar a acusaciones de oportunismo político.
En un país como Argentina, es inevitable que los bandos se acusen mutuamente de querer sacar provecho de un tema de alta sensibilidad social. Pero acaso ese sea el tema menor, el que más rápidamente se va a olvidar. En cambio, sí será recordado en los libros de historia que este debate fue un punto de inflexión.

Sobre un punto no se discute: tras el debate parlamentario sobre el aborto, ya nada volverá a ser igual.

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