AFP

Después de la marihuana, ¿legalizar la cocaína?

La liberalización de sustancias es un debate que debería darse a escala regional

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11 de enero de 2020 a las 05:00

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Durante muchos años la población que consume noticieros de televisión veía cómo pequeños traficantes eran capturados con “cocaína y marihuana”. Y para la mayoría de la población ambas eran “cosas malignas” que estaban correctamente prohibidas.

Eso formaba parte de un discurso sobre “las drogas”, un conjunto en el que no valía la pena hacer distinciones, porque total eran todas malas y bastaba.

El discurso empezó a mostrar algunas fisuras cuando alguien empezó a decir lo obvio. El alcohol también sería una droga: altera la consciencia, provoca muchas muertes en el tránsito es generador de violencia doméstica, daña al hígado y al cerebro. Todo lo anterior, claro está, cuando es consumido en exceso y en determinados entornos.

El discurso sobre “las drogas” adquiere madurez cuando se basa en ciencia. Del mismo modo que tiburones blancos y pejerreyes son “peces” pero muy distintos, las llamadas “drogas” son todas sustancias muy diferentes. Sí nos despertamos cada mañana con mate o café, pero si tomamos ciertas precauciones no tenemos ningún riesgo en ello.

Holanda fue la vanguardia en la flexibilización en la política respecto a la marihuana –nombre levemente despectivo del cannabis psicoactivo– y respecto a la heroína. Y sus resultados fueron muy buenos. Bajó el consumo, y bajó muchísimo el consumo problemático. En lugar de enviar a los adictos a una prisión donde arruinarles la vida y convertirlos en seres dañados y peligrosos, los llevó a clínicas compasivas. Y a los consumidores de cannabis les dio donde hacerlo sin problemas ni estigmas. El resultado fue incluso una baja en el consumo de la población.

Sobre esa experiencia avanzaron estados de EEUU como Colorado y Washington. Con igual éxito. Baja de la criminalidad, más actividad económica legal, recaudación de impuestos y lo principal, mejora en distintos aspectos de la salud de la población.

La legalización del cannabis en Uruguay ha sido un éxito. No total, pero sí significativo. Una porción importante de la porquería que vendían narcos, un pastiche con algo de flores prensadas y quien sabe cuando te insecticidas y herbicidas es ahora la venta de flores controladas por un Ministerio de Salud Pública que no han generado un solo problema significativo. Quien quiere consumir flores orgánicas que en India se han consumido sin problemas durante miles y miles de años, lo puede hacer y no le da un peso a los narcos. Autocultivo, clubes y farmacias.

¿Ha eso acabado con el narcotráfico? Ciertamente no. Los turistas no pueden acceder al cannabis legal y los narcos trabajan mayoritariamente con sustancias mucho más peligrosas y adictivas.

¿Debería ser el paso siguiente de Uruguay legalizar la cocaína? Muchos liberales me han dicho que la solución es legalizarlo todo, que el Estado deje de decirnos a los mayores de edad que alcohol si pero coca no, que todo sea legal transparente, seguro y pague impuestos.

En principio, siguiendo la lógica que iguala  al cannabis con la coca, y partiendo del pensamiento liberal que defiende a capa y espada las decisiones de los ciudadanos respecto a sí mismos, parece un razonamiento atendible.

Veo sin embargo algunos problemas respecto a un Uruguay vanguardia en este terreno de legalizar la cocaína.

Por un lado sí creo que todas las plantas deben ser legales, al menos en cierta cantidad. Todo ciudadano debe tener libertad de tener en sus macetas, o en su jardín, cannabis, coca, amapola. Nadie hará un imperio de las drogas partiendo de un cantero en la intimidad de su hogar. En el tema específico, el problema no es la planta de coca, cuyas hojas  millones de indígenas han mascado sin inconvenientes. 

El principal problema que veo es que la cocaína tiene un proceso industrial que parte de la hoja, pero que tiene que pasar por diversas etapas de refinado.

Muy diferente al cannabis, cuyo uso psicoactivo es directamente una flor. Los niveles y concentración que adquiere el principio activo de la hoja de coca son muy altos. El nivel de adictividad es muy alto y el potencial daño al sistema nervioso también muy alto. Daño potenciado justamente por la tan habitual combinación con el muy legal alcohol. Nuevamente como liberal, todo mi respeto a quien encuentra felicidad en ello y no molesta a nadie. ¿Pero Uruguay como estado innovando en ese negocio?

Camilo Dos Santos

Por otra parte, para los narcos perder una porción del mercado del cannabis no les cambia la vida. Pero un estado que inicie una competencia seria en el impresionantemente lucrativo negocio de la cocaína, difícil que se queden con los brazos cruzados sin tomar represalias.

Dudo que Uruguay deba legalizar la cocaína y tiendo a pensar que está lejos de llegar ese momento, aunque si debería legalizarse la posesión de plantas de cualquier tipo, eventualmente con un registro y un máximo de plantas admitidas.

Pero dada la magnitud del problema que para el continente representa la cocaína, si creo que organismos como la OEA debieran dar una discusión basada en ciencias: biología, química, sociología, sobre las estrategias para legalizar en forma gradual y coordinada a nivel continental.

Es muy probable que al final del siglo la gran mayoría de las llamadas drogas sean legales en un país democrático occidental. Es fundamental para toda América Latina discutirla. Es muy dudoso que Uruguay deba ser vanguardia en la legalización, aunque su uso esté asombrosamente extendido entre todas las clases sociales. Y mucha atención debería prestarse a las llamadas “drogas sintéticas” a las que cualquier joven accede en las fiestas electrónicas, ingiriendo algo que no tiene idea qué es ni qué consecuencias trae.

Siempre desde la defensa de la libertad, el humanismo y la reducción de daños, que es a la larga lo éticamente correcto y lo que funciona para mejorar la salud colectiva. 

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