Dos hombres mantienen una luz encendida en soledad: los fareros de isla de Lobos

Luis Martínez y Guillermo Goncálvez custodian el faro enclavado frente a las costas de la playa Brava de Punta del Este y viven allí la mitad de cada mes

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21 de enero de 2020 a las 05:03

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Son las seis de la mañana del último viernes del año y entre la resaca de los jóvenes que salen de los boliches del puerto de Punta del Este atracan grandes yates y lujosas embarcaciones turísticas. Menos una. La lancha Seawind tiene otro cometido: llevar a dos fareros y un funcionario de la Dirección Nacional de Recursos Acuáticos (Dinara) a isla de Lobos. Durante 14 días serán los únicos habitantes de aquella porción de tierra en el océano Atlántico; ellos tres y una colonia de 180 mil lobos marinos.

¿Qué llevarías para pasar dos semanas en una isla? Los encargados del faro se lo preguntan cada vez que planifican el relevo. Sus tareas son mantener el faro, la casa donde viven y el predio, por lo que si olvidan siquiera un pincel no hay posibilidad de conseguir uno hasta dentro de 15 días.

Provisiones, víveres y herramientas pasan de mano en mano y son cargados en la lancha. Pero esta vez hay algo particular. En seis días los tres habitantes de la isla recibirán el 2020 en esa porción de tierra del Atlántico; compartirán la celebración de un año nuevo y serán los privilegiados que podrán ver la silueta de Punta del Este y el show de fuegos de artificio, la suma de las celebraciones de aquellas familias desconocidas, alejados de las propias. Por eso es que en la lancha se infiltran algunas cajas de masas y sándwiches para la ocasión.

El viaje en lancha lleva más de una hora. “Lo que más me gusta es navegar”, dice el encargado del faro, Luis Martínez, y aconseja mirar el horizonte: “No marea tanto”. La silueta de Punta del Este queda atrás mientras la isla comienza a aparecer a lo lejos. De pronto, la embarcación se detiene algunos metros antes de llegar y se acerca el suboficial Goncálvez en un gomón, con el que se realizará el último tramo del relevo. “Salúdenlo que es el cumpleaños” ,advierte Martínez y apunta que su compañero tendrá suerte esta vez, porque podrá festejarlo con la familia.
A 12 kilómetros de la península la vida es diferente. Atrás queda el balneario más ostentoso del país y los grandes protagonistas son los lobos. Los lobos y el faro.

“La prioridad es mantener la luz encendida”

Martínez llegó al faro de la isla de Lobos hace 19 años como ayudante del farero. Venía de Tacuarembó y reconoce que era una experiencia nueva para él. “Yo venía del campo, tenía una idea de lo que era un faro porque había empezado a trabajar en el Servicio de Balizamiento de la Armada”, cuenta. Admite, también, que fue difícil adaptarse a la labor. “Extrañé en un principio porque en el 2000 no teníamos la tecnología que hay hoy, entonces era más difícil; pero a su vez era más lindo porque se compartían otras cosas que hoy se perdieron: había charlas, cuentos, jugábamos a las cartas, ese tipo de cosas lo hacían más llevadero”, recuerda. Trabajó durante cuatro años en la isla pero luego se trasladó a una unidad en Montevideo y fue a dos misiones de paz, en Congo y en Haití. Ya en 2013 volvió al faro de la isla, pero esta vez como encargado.

Carla Colman

Su ayudante es Matías Ferreira, un joven de 22 años que por curiosidad se acercó al faro de Cabo Polonio y preguntó qué tenía que hacer para conseguir ese trabajo. Los dos comparten las 24 horas del día durante dos semanas en la unidad, o como dice Martínez: “Mi casa de la isla”. Entre los dos se encargan del mantenimiento, la comida, la limpieza y de lo más importante: mantener la luz encendida.

Los lobos en números: según datos de la Dinara, entre la isla y el islote más cercano hay unos 3.000 leones marinos –nacen entre 400 y 500 por año– y unos 180 mil lobos finos, de los que se estima una producción anual de 36 mil cachorros

“Me gusta mi trabajo –dice Martínez con seguridad–. A veces te alejás mucho y perdés la posibilidad de disfrutar muchas cosas, en mi caso con mi hija. Pero fue el trabajo que yo elegí. Todos elegimos un trabajo y si lo elegimos es porque nos gusta”. Luego de la experiencia de las misiones de paz, para Martínez 14 días alejado de su familia no es tanto tiempo, recuerda que cuando volvió a trabajar en la isla y su hija lo veía armar el bolso le pedía que no se fuera, porque pensaba que no lo vería por un año. En cambio, ahora puede compartir 12 días seguidos con su familia en Tacuarembó, algo que no conseguiría si trabajara en una unidad en la capital.

Cinco segundos de oscuridad

Luz. Uno, dos, tres, cuatro, cinco. Luz. El faro de la isla de Lobos tiene un destello cada cinco segundos que lo hace diferente a los otros 11 faros de la costa uruguaya. De esta manera los navegantes pueden ubicarse en la noche con la ayuda de las cartas de navegación. A pesar de que en 2020 la tecnología está al alcance de los marinos, Martínez sostiene que el faro sigue siendo tan importante como en el pasado, porque si la tecnología falla el faro siempre va a mostrar que “allí hay peligro”.

En 1857 se instaló en la isla, el punto más austral del territorio nacional, un faro improvisado con el mástil de un barco y un farol. Sin embargo, no llegó a funcionar durante un año entero, porque fue trasladado a Punta del Este alegando que la luz ahuyentaba a los lobos, lo que generaba una pérdida económica, ya que en aquel momento los animales eran comercializados.

Carla Colman

En diciembre de 1903 el Poder Ejecutivo llamó a licitación para la construcción del faro actual, tomando como precaución que el faro tendría “los aparatos ópticos dispuestos de manera que no iluminen una zona alrededor de la isla, si el Poder Ejecutivo lo creyera necesario para no perjudicar la pesca de anfibios”. La licitación fue adjudicada a FJ Fretz y la obra, que tomó un año y medio, fue realizada bajo la dirección del técnico José M Claret. Se trata de una torre de hormigón de sección circular, con basamento de granito, tiene una altura de 59 metros sobre la base y un plano focal a 67 metros sobre el nivel del mar.

El nuevo faro se inauguró el 18 de julio de 1906 y se convirtió en el faro de mayor potencia lumínica del país. En sus comienzos funcionaba con gas acetileno y un sistema de relojería con una pesa, que era lo que hacía girar la luz. En 1958 pasó a funcionar con energía eléctrica y una bombita de 1.000 vatios. Ya el 18 de julio de 2002 se inauguró el sistema automático con energía solar, por lo que no es necesario subir y bajar los 244 escalones para encenderlo y apagarlo, pero sí hay que controlar que funcione durante la noche.

Carla Colman

Un chileno entre los lobos

Entre idas y vueltas, hace 13 años que Martínez trabaja en el faro de la isla de Lobos, pero solo una vez tuvo que enfrentarse a un accidente náutico. Una noche de noviembre de 2016, hacia la madrugada, vio dos bengalas rojas al fondo de la isla y supo que esa era una señal de pedido de auxilio. Cuando se acercó a ver qué había sucedido se encontró con un confundido navegante chileno. A pesar de la señalización, el hombre había chocado su velero contra la isla, se había bajado del barco y de alguna manera había logrado atravesar la playa en plena noche entre cientos o miles de lobos marinos.

“Por suerte no tuvo lesiones, lo único que se perdió fue la embarcación”, recuerda Martínez. Luego de alertar a las autoridades, el hombre pasó la noche en la casa de los fareros y al otro día fue llevado a Punta del Este. Martínez todavía se asombra cuando recuerda aquel episodio, y se ríe de la expresión que tuvo el hombre cuando a la luz del día vio a los lobos en la costa.

“Las mascotas de la isla”

No es secreto que la isla de Lobos debe su nombre a la cantidad de ejemplares de lobos y leones marinos que allí habitan. Según datos de la Dinara aportados por el encargado del departamento de Mamíferos Marinos, Alberto Ponce de León, entre la isla y el islote cercano hay en total unos 3.000 leones marinos –de los que nacen entre 400 y 500 por año– y unos 180 mil lobos finos –de los que se estima una producción anual de 36 mil cachorros–. Pero lo que muchos no saben es que entre la década de 1940 y 1992 el Estado uruguayo estuvo a cargo de la explotación de lobos marinos. En la isla de Lobos se llegaron a faenar hasta 200 mil ejemplares para la comercialización de sus pieles, de las que se hacían tapados, carteras, botas y guantes; y también su aceite, que era utilizado mayormente en las curtiembres.

Pero la explotación lobera en la isla comenzó mucho antes. Hay registros de que en 1515 parte de la tripulación de Juan Díaz de Solís desembarcó en la isla de Lobos y realizó la primera matanza de lobos marinos. Con la carne obtenida se preparó tasajo para consumir en el viaje de regreso a Europa, mientras que las pieles fueron comercializadas en Sevilla.

Carla Colman

La isla fue explotada como colonia lobera hasta 1991 inclusive, cuando por ley se prohibió la faena comercial y la explotación de los animales. Ahora las antiguas instalaciones se mantienen pero son operadas por Dianara, y desde allí se estudia y monitorea la colonia de lobos finos y leones marinos.

El descenso a la isla es restringido. En Punta del Este los visitantes pueden contratar un tour a la isla de Lobos y nadar con los animales, que se ven menos amenazados en el agua. Los lobos y leones marinos son mamíferos marinos con hábitos anfibios, que se alimentan en el agua y utilizan las islas para descansar, reproducirse y parir durante el verano. Con el objetivo de preservar las especies es que no se puede bajar a la isla, adonde solo se llega con autorización de la Armada Nacional y Dinara. Las embarcaciones no se pueden acercar a menos de 100 metros y está restringido el sobrevuelo de la isla.

Carla Colman

“Tenés que adaptarte a la convivencia con los lobos. Ellos están en su hábitat natural, si no los molestás no te hacen nada”, dice Martínez. Recuerda que la primera vez que desembarcó en la isla quedó sorprendido al ver a los animales de cerca y en grupos tan numerosos. “Después de tantos años, es como que fueran las mascotas de la isla”, señala.

La soledad de la isla no es para cualquiera. Mantener la luz encendida en el faro de la isla de Lobos requiere astucia y mucha paciencia, pero también es un trabajo para unos pocos privilegiados que tienen la posibilidad de ver la península desde otra perspectiva, conviviendo con la naturaleza en el rincón más al sur del Uruguay.

Ficha técnica: 

Altura: 59 metros
Altura sobre el nivel del mar: 67 metros
Alcance lumínico: 21 millas náuticas (aproximadamente 36 kilómetros)
Alcance geográfico (visibilidad del faro a la luz del día): 21 millas náuticas
Cantidad de escalones: 244

Esta nota es parte de una serie sobre los fareros de la costa de Maldonado.

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