El amague del dólar y un combo complicado para la exportación

Con rentabilidad en caída, agro e industria esperan alivio por tipo de cambio y tarifas

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02 de octubre de 2017 a las 05:00

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Por segunda vez en el año, el dólar amagó la semana pasada con superar definitivamente los $ 29. Sin embargo, ya al comienzo de la operativa del viernes era claro que una vez más la moneda estadounidense iba a decepcionar con su evolución a los sectores exportadores.
No es sencillo vender al exterior. El tipo de cambio es una variable difícil de anticipar y su impacto sobre la rentabilidad de los negocios lo hace pesar en la preocupación y en el ánimo de aquellos que facturan en una moneda distinta a la que pagan sus costos.

Conforme otros problemas de la coyuntura uruguaya –como la inflación, el consumo y el crecimiento de la actividad– pasaron a segundo plano, la competitividad en precios ganó lugar en el discurso de los economistas y su ránking de prioridades.

El tipo de cambio real es el indicador por excelencia que recoge la evolución de los precios uruguayos y los compara con la de los socios relevantes, todos en la misma moneda. De este modo, permite ver si la economía uruguaya se encarece o se abarata respecto a los destinos de su producción y el origen de sus compras.

En el promedio de los 12 meses finalizados en agosto, el Índice de Tipo de Cambio Real de El Observador (ITCR-EO) bajó 4% respecto al año móvil anterior. Esto quiere decir que la economía uruguaya se encareció a su mayor ritmo desde abril de 2014.

Y esa pérdida de competitividad en precios impactó directamente sobre la rentabilidad del sector exportador. El Banco Central (BCU) elabora un indicador que permite trazar el curso de la utilidad bruta unitaria de la industria exportadora –a grosso modo, la ganancia que genera cada bien que se coloca en el exterior–. Ese índice muestra una caída en el promedio de los 12 meses finalizados en junio de 4,2% respecto al año anterior.

Dos elementos complican el panorama de los sectores exportadores. Por un lado, la inesperada persistencia de la inflación baja llevó a que las subas salariales acordadas en los últimos años impliquen en términos reales un incremento de 3,9% anual.

Al mismo tiempo, el atraso cambiario y el ajuste fiscal llevan a que las tarifas locales medidas en dólares se encarezcan respecto a la de los socios comerciales.

Los datos que releva la consultora SEG Ingeniería muestran que el precio de la energía eléctrica a nivel industrial se encuentra 6% por encima del de Brasil, 13% más alto que el de Chile y 49% por encima del de Argentina. Las diferencias son todavía más significativas en el caso del gasoil, con precios 37% mayores que los de Brasil, 41% más altos que en Argentina y 84% por encima de los de Chile.

No todos los exportadores se ven expuestos de la misma manera a este nuevo escenario. Aquellos que concentran sus ventas en Argentina y Brasil –en particular, el sector turístico–, están cubiertos por un atraso cambiario aun mayor en esos países, lo que lleva a que Uruguay no parezca tan caro a los ojos de los mercados del vecindario.

A nivel de política, el actual escenario da cierto margen de acción para evitar que la pérdida de competitividad en precios siga frenando la creación de empleos y la inversión en los sectores exportadores.

Si bien la reducción del déficit fiscal se ha dado de forma lenta e inconstante, las perspectivas de crecimiento económico de alrededor de 3% para los próximos años y la prolongación del ciclo de tasas bajas a nivel internacional, restan urgencia a la problemática fiscal.

En ese sentido, es esperable que el BCU se muestre poco tolerable a bajas del dólar y defienda cada avance de la moneda estadounidense con compras directas o indirectas. Pero el alivio debería venir por el lado de las tarifas. De cara al año preelectoral, es de esperarse una baja de la electricidad y el combustible, al menos en términos reales. Las autoridades adelantaron que habría una revisión en los próximos meses. La clave está en la magnitud de esa reducción.

Para eso deberán vencer la tentación de utilizar ese margen para avanzar en el cumplimiento de un programa de gobierno que quedó anulado por la coyuntura económica a poco de iniciar la actual administración. Sin embargo, las presiones estarán presentes y se intensificarán conforme se acerquen los comicios.
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