BRENDAN SMIALOWSKI / AFP

El ciudadano Trump

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02 de diciembre de 2020 a las 05:02

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Es perdonable sentir schadenfreude con respecto a los problemas financieros y legales que deberá enfrentar Donald Trump una vez que pierda la protección que le confiere la presidencia de los Estados Unidos. Su patética demora en reconocer el triunfo de Joe Biden acentúan fuertemente este sentimiento.

El New York Times publicó recientemente una serie de artículos que analizan en detalle la situación financiera bastante precaria del Grupo Trump. Los más de US$ 1.000 millones de deuda del grupo incluyen US$ 421 millones garantizados personalmente por Trump. A esto debe agregarse más de US$ 100 millones que le está reclamando el Internal Revenue Service (la Dirección Impositiva Federal) por una devolución a la que aparentemente no tenía derecho pero que igual solicitó y recibió en 2010. Si esto representa, o no, un nivel excesivo de deuda obviamente depende, en parte, del valor de los activos del grupo. En el caso de los inmobiliarios, que constituyen el grueso del total de activos, independientemente de su valor, es claro que no son activos de fácil realización. El estudio del New York Times señala que el grupo ha liquidado prácticamente todos sus instrumentos financieros, lo que sugiere un riesgo importante de falta de liquidez. 

Esta situación seguramente será agravada por los numerosos juicios en los que Trump y sus compañías están envueltos. Estos juicios involucran violaciones a las normas que regulan las campañas políticas, acoso sexual, difamación y esquemas fraudulentos, como ser Trump University. Expertos legales consideran que la situación más riesgosa para Trump es la investigación criminal que está llevando a cabo Cyrus Vance, el fiscal por el Distrito de Manhattan, por presuntas prácticas ilegales para obtener préstamos y beneficios fiscales. 

Algunos de los juicios en curso han sido iniciados por el propio Trump para impedir que Deutsche Bank y Mazars USA, su firma de contadores, cumplan con subpoenas (emplazamientos legales) requiriendo información financiera del grupo y copias de sus declaraciones de impuestos. El esfuerzo y los costos que ha incurrido en estos juicios hacen pensar que se trata de información sumamente perjudicial. Contrariamente a todos los presidentes estadounidenses de los últimos cuarenta años que voluntariamente han hecho públicas sus declaraciones de impuestos, Trump se ha negado rotundamente a revelar las suyas.

Trump ha especulado públicamente sobre la posibilidad de perdonarse a sí mismo utilizando la facultad para emitir perdones que la Constitución le otorga al presidente. Aunque esta opción sin precedentes fuese válida, el perdón solo cubriría delitos federales pero no el que está siguiendo Vance bajo las leyes del estado de Nueva York.

Para manejar todos estos juicios, Trump necesitará legiones de abogados que cargan por sus servicios tasas que oscilan entre US$ 1.000 y US$ 2.000 por hora. Dada su fama de mal pagador, difícilmente encontrará firmas serias dispuestas a representarlo a no ser que reciban sus honorarios por adelantado (los llamados retainers). Estos costos sin duda aumentarán la presión financiera del grupo.

Según el estudio del New York Times, muchos de los negocios del grupo, como ser los campos de golf, han estado operando a pérdida por varios años. Las regalías y honorarios por el uso de su marca han caído sustancialmente. Múltiples edificios alrededor del mundo han dejado de utilizarla. En el West Side de Manhattan, los inquilinos y propietarios de apartamentos exigieron que se eliminara la palabra “Trump” del frente de varios edificios. Y la construcción del edificio en Punta del Este que ostenta su nombre parecería estar detenida.

Un negocio muy exitoso para el grupo fue la serie de televisión El aprendiz (The Apprentice) que le generó más de US$ 400 millones. Quizás una nueva temporada pueda crearse basada en el gran número de personas que Trump despidió durante su gobierno. Omarosa Manigault sustenta el honor de haber sido despedida no solo en un episodio de la serie, sino también de su cargo en la Casa Blanca –excelente material para un buen guionista–.

Seguramente tienen que haber formas de monetizar el impacto mediático de Trump. Una de las posibilidades que él mismo ha mencionado es la creación de un canal digital de noticias. Es fácil imaginar la plétora de fake news que produciría.

El verlo afrontar todos estos problemas legales y financieros ayudará a muchos a sobrellevar una realidad en la que Trump seguirá manteniendo una presencia política abrumadora. No existe dentro del Partido Republicano ningún líder que pueda en este momento competir con él. Un alto porcentaje de los más de 71 millones que lo votaron son trumpistas incondicionales. A no ser que la edad se lo impida, seguramente será candidato para 2024 y probablemente anuncie su candidatura al mismo tiempo que esté saliendo de la Casa Blanca, si es que no la anuncia antes.

La consideración de su edad está presente entre los posibles continuadores de la dinastía. Ya se vislumbra una incipiente competencia entre Donald Jr. y su pareja, Kimberly Guilfoyle, por un lado, e Ivanka y Jared Kushner, por el otro. Parecería que estas elecciones lograron finalmente sacar a Trump de la Casa Blanca, pero lo que no lograron es terminar con el trumpismo.

Aprovechemos entonces lo más que podamos los cuatro años de vuelta a la normalidad política que la presidencia Biden nos proporcionará.

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