Tiempo de lectura: -'

13 de septiembre de 2020 a las 05:00

Estás por alcanzar el límite de notas.

Suscribite ahora a

Pasá de informarte a formar tu opinión.

Suscribite desde US$ 3 45 / mes

Esta es tu última nota gratuita.

Se parte de desde US$ 3 45 / mes

La ley de presupuesto, que más allá de números, proyecciones y asignaciones de ingresos y de gastos, es la expresión del plan de gobierno fue recibida como era dable esperar. Críticas desde la oposición, lideradas especialmente por el senador Danilo Astori que esta semana vaticinó de imposible cumplimiento y generador de un verdadero apocalipsis social, y buena recepción desde el oficialismo. Por otra parte, se han conocido opiniones de economistas serios que califican de demasiado “optimistas” las proyecciones de crecimiento del PIB que plantea el gobierno en sus cuentas fiscales.

Otro actor importante como son las calificadoras de riesgo, que siempre miran con cuidado y atención el presupuesto quinquenal, lo han recibido con beneplácito, más allá de señalar que algún supuesto puede ser optimista. Cabe subrayar que la agencia Moody´s acota que el presupuesto y también la LUC “van en línea” con lo esperado por la calificadora  para atender problemas de los últimos años, como crecimiento débil, inversión a la baja, deterioro del mercado laboral y deterioro de las cuentas fiscales. Es decir, más allá de los números, se valora que se ataquen cuatro problemas que hicieron eclosión durante la última administración y que dejaron la economía en recesión, el déficit fiscal en un insostenible 5% del PIB, y un mercado laboral en franco deterioro con pérdida neta de 60 mil puestos de trabajo y aumento del desempleo.

Las metas son obviamente ambiciosas pero ¿qué gobierno querría sacar el país del pantano en que se encuentra sin ponerse metas ambiciosas? Porque la opción sería seguir navegando en un mar donde no importa incumplir sistemáticamente las metas de inflación, donde aún con la recaudación creciendo el déficit fiscal se dispara al doble de lo proyectado sin que el gobierno haga nada para evitarlo, donde el crecimiento cae y lo mismo ocurre con la inversión, motor del crecimiento. Claro, comparado con los vecinos y especialmente con el caos de Argentina, aún con su pobre performance, Uruguay parecía una suerte de oasis en el desierto. Pero no era el país que debía y podía ser. De hecho, otros países de la región mostraban mejores cifras fiscales, de crecimiento, de inflación y de empleo.

Decía Robert Kennedy que “a quien se conforma con el presente, el futuro no le pertenece”. Y claramente la anterior administración, porque no quería o porque no encontraba apoyo en el interior de su partido, se conformó con una gran mediocridad. Algo que no auguraba un futuro venturoso.

Bien decía Nelson Fernández en su artículo del pasado jueves publicado en la sección Rincón & Misiones, citando al prestigioso analista argentino Mariano Grondona, que “lo que caracteriza al optimista no es entonces su pronóstico”, que puede ser de horizonte bueno o malo, “según el margen de acción que perciba en la realidad, sino su disposición de ánimo”.

Y lo que este presupuesto denota es una disposición de ánimo del gobierno de cambiar las cosas. De salir de la mediocridad, de aspirar a lo más alto. Construyendo sobre lo bueno que hicieron las administraciones anteriores, y mejorándolo. Apuntando a que Uruguay sea un país de excelencia. Apuntando a que eso se consiga mediante “la libertad responsable”, algo que por el manejo gubernamental de la pandemia se puede convertir en una marca país. Un binomio inseparable -libertad y responsabilidad- porque no podría subsistir la una sin la otra.

Muchos países, sobre todo en el sudeste asiático, han logrado enormes avances en materia económica y social en los últimos 40 años. Pero en la mayoría de los casos no ha sido mediante el ejercicio de la libertad responsable. Ha habido mucho autoritarismo y se han recortado libertades políticas. Creció el bienestar económico y social pero de formas que no hubiéramos deseado para nosotros.

Este presupuesto puede acertar o no en sus proyecciones de crecimiento o de déficit fiscal. Pero  si le erra no le va a errar por mucho. Y, sobre todo, es muy valioso porque nos impulsa a trabajar con libertad sin olvidar la protección de los más vulnerables.

Tiene además dos conceptos importantes: no hay más impuestos y el gasto público no seguirá creciendo en forma inercial. Gobierno y ciudadanos tendremos que aprender a cuidar la cosa pública.

Tendremos que asumir, de una vez por todas, que el Estado no es un ente abstracto que puede proveer a todas nuestras necesidades sacando recursos de donde no hay.

Este presupuesto cambia la dinámica anterior y nos hace a nosotros responsables de nuestro futuro. Si se cumplen los principios rectores, seguro que estamos poniendo los fundamentos de un futuro más alentador.

CONTENIDO EXCLUSIVO Member

Esta nota es exclusiva para suscriptores.

Accedé ahora y sin límites a toda la información.

¿Ya sos suscriptor?
iniciá sesión aquí

Alcanzaste el límite de notas gratuitas.

Accedé ahora y sin límites a toda la información.

Registrate gratis y seguí navegando.