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El icónico cine Grand Prix cerró sus puertas, esta vez para siempre
La sala casi a oscuras y el público atento a la pantalla gigante donde se proyectaba la última película de la saga Rápido y Furioso. Era un día como cualquier otro en el cine Gran Prix del Cerrito de la Victoria, hasta que cuatro hombres armados ingresaron al lugar para coparlo. Encañonaron a los encargados y se llevaron la plata de la recaudación.
En los últimos tres años, el Gran Prix luchó por posicionarse como referente del cine barrial e independiente en Montevideo. Sin embargo, las dificultades económicas para su mantenimiento y los problemas de inseguridad en la zona llevaron a su dueño, Martín Daian, a decidir su cierre definitivo.
Mantener el cine le costaba cerca de $ 2 millones anuales, según dijo Daian a El Observador. Con un público minoritario (los fines de semana se vendían entre 100 y 150 como máximo), la situación era casi insostenible. Aun así, el aporte cultural y el entretenimiento que el cine podía ofrecer al barrio era argumento suficiente para sostenerlo.
Con el anhelo de conseguir un subsidio, el dueño informó a las autoridades municipales y gubernamentales de la situación en varias ocasiones pero no tuvo respuesta.
"Un cine independiente que sea autosustentable es casi inviable", Martin Daian, dueño del Grand Prix
Para Daian, el copamiento- único robo que sufrió el cine desde su reapertura- acabó con toda ilusión. Además era inviable que pudiera contratar un guardia de seguridad para cada fin de semana, según indicó.
El lunes 13 fue la última función. Según el dueño, el cine está "prácticamente vendido a un particular". Con la venta del local, se dispone a comprar un apartamento con el que pueda cobrar una renta y así tener un ingreso. Además, piensa poner un puesto de venta de pop en la feria.
El cine ya no es una opción de vida para Daian. "Me ganaron por cansancio. No hago más nada en Uruguay", concluyó.
La apuesta inviable
En 2008, Daian decidió revivir el antiguo cine del Cerrito de la Victoria que había dejado de funcionar como tal en 1979. Entre la compra del terreno y la reforma del local, invirtió US$ 450 mil para tener "el mejor cine de Montevideo".
Después de cuatro años de reformas, el cine estuvo pronto. Sin embargo, el local debía contar con un bombero presente durante las proyecciones hasta que se obtuviera la habilitación definitiva pero la Dirección Nacional de Bomberos no tenía personal disponible.
Gracias a la difusión y el apoyo de los vecinos, el propio director de Bomberos (en aquel momento Raúl Díaz Bordillo) gestionó la asignación de un bombero y el cine empezó a funcionar en julio de 2012.
Cinco meses después, los problemas resurgieron. El descenso en el número de espectadores llevó a un cierre de tres meses. Algunas funciones solo llegaban a los 15 espectadores y otras tuvieron que ser suspendidas por falta de asistentes. Fue recién en marzo del año siguiente que Daian, aprovechando las vacaciones de Semana Santa, decidió volver a intentarlo.
"Un cine independiente que sea autosustentable es casi inviable", reflexionó. Aunque su idea original era de la ofrecer un cine librado del ambiente de shopping, al día de hoy reconoce que ese objetivo terminó por jugarle en contra. "Al no tener estacionamiento propio y las comodidades que un shopping ofrece la gente no viene", agregó.
"Era una apuesta a mejorar el mundo. Quería poner mi granito de arena para dar algo bueno a la sociedad. Siempre pensé que la cultura iba primero", dijo. Aun con la venta del edificio, Daian no recuperará la inversión puesta en el cine. "En gran parte sí me arrepiento", concluyó.
