Es la economía, estúpido

Imagínese despertando de madrugada con la boca seca y una sed como la de un recién operado. El viaje a la cocina será seguramente interminable y la satisfacción del primer vaso helado tendrá para usted un valor inestimable. Ahora, imagine que toma el segundo con satisfacción, pero que no le apetece un tercero. Si estuviera obligado a beberlos lo haría sin ningún placer, y seguramente si le hicieran tomar dos vasos más detestaría lo que hace unos minutos lo convertía en el ser más feliz del planeta. Eso es lo que en economía se llama valor de uso y que fundamenta en mucho los precios de equilibrio del mercado.

Estamos asistiendo a un proceso comparable en los precios ganaderos. Lo que tenía un valor inestimable para la industria hace apenas unos meses, hoy resulta un bien incómodo y despreciado. Esta reflexión me surge a partir de una compra en esta semana de piezas de cría a US$ 100 menos de lo que estaba obligado a pagar hace un par de meses. Los ocho millones de piezas de cría que pisan nuestros campos hoy padecen de la misma pérdida de valor y dejo para el lector el cálculo a nivel nacional.

¿Cuáles son las razones por la que este proceso se instala? Una posible y cómoda explicación podría ser la ocurrencia de este cisne negro llamado pandemia. Si fuera un buen argumento los precios de exportación de carne, transparentemente conocidos en Uruguay, lo reflejaría y sin embargo recién en esta semana, precisamente este miércoles, nos hemos enterado que en el acumulado del año los precios soñados del año 2019 igualan a los obtenidos en 2020 y que seguramente serán superiores en los 40 días que faltan para terminar el año, pero en todo caso será una explicación futura. 

También a la mano tenemos la sequía para explicar la abrupta baja de los valores. Pero, ¿vivimos una sequía diferente a la que tan acostumbrados estamos? En absoluto, estamos ante un ataque de pánico. No tenemos un problema real de falta de agua y sí un gran susto. Los sustos son un determinante para una oferta exacerbada que le quita a la demanda lo fundamental en la fijación de precios: la utilidad del bien.

Las vacas y los novillos gordos, la reposición, el ganado de cría son hoy el quinto vaso de agua, así de sencillo.

Pero la mitad del vaso lleno, hablando de agua, la tenemos en la oportunidad de entender un poco mejor el funcionamiento de la economía y con ello de nuestro negocio. Si como dijimos, el Uruguay ha exportado al mismo precio su carne en el mejor y peor año del pasado reciente, deberíamos esperar el mismo precio para el novillo gordo en el mismo período. ¿Adivinen qué? Según la Asociación de Consignatarios de Ganado a la fecha de publicación de esta columna y con precios de exportación idénticos los productores recibieron US$ 2,03 por kilo en pie en 2019 y US$ 1,86 en 2020.

Lo que la ciencia económica nos está tratando de explicar es que recibimos por la histeria de la pandemia un 10% menos por nuestros novillos y por el susto patológico de los pronósticos de sequía un 30% adicional de rebaja en nuestros precios.

Está bastante claro que la economía es mucho más una ciencia social que econométrica y que, como todas las ciencias sociales, de una enorme imprecisión.

Ni los augures económicos ni los climáticos deberían desplazar nuestra capacidad de razonar.

En el Uruguay ganadero el éxito fue, es y será el de aquellos que entienden muy bien cómo funciona la cabeza de sus pares, los otros eslabones y el mundo de la carne.

Si me permiten el atrevimiento de un consejo, les diría que todas las semanas de faena para cuota habrá una baja de precio, que todo tiempo previo al año nuevo chino sus autoridades encontrarán coronavirus en la carne y que toda vez que empiece a anunciarse un año Niña vendan su hacienda y junten pasto... grandes negocios les esperan por que es la economía, estúpido.