Miguel Arregui

Eugenio Schneider, "el poeta de la carne" que fue dueño de un pueblo y amigo de los expresidentes

Dueño de un pueblo privado y un frigorífico en Paysandú, cultivó un perfil intelectual que lo llevó a ser cercano a Jorge Batlle, José Mujica y Lacalle Herrera

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27 de octubre de 2021 a las 05:04

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"No sé hacer cosas mediocres, es uno de los defectos más grandes que tengo". La frase, dicha en 2015 en una entrevista radial, es de Eugenio Schneider, el hombre que fue dueño de un pueblo y cosechó como amigos a tres expresidentes. 

Desapareció el jueves. El sábado, la prefectura encontró un cuerpo en el río Uruguay. El domingo se confirmó que era de él.

Los que lo conocían desde siempre sabían que era un empresario argentino de origen alemán, que había vivido en Chile desde 1962 y que, 16 años después, llegó a Uruguay para trabajar en temas agropecuarios. Y que fue dueño de un frigorífico en Casa Blanca, tuvo un restorán muy calificado y fue cercano de los expresidentes José Mujica, Jorge Batlle y Luis Alberto Lacalle Herrera.

Nacido en 1940 en Buenos Aires, hijo de un alemán nazi, residió allí hasta los 22 en el barrio Palermo. En 1962 se fue a Chile a vivir entre los bosques, harto de la civilización, según contó él mismo en una nota que le hicieron en El País en 2015. Allí vivió hasta 1978, cuando se radicó en Uruguay, en la Estancia San Ramón del departamento de Río Negro, donde comenzó con negocios de forestación, aserraderos y producciones agropecuarias.

Al poco tiempo, compró un frigorífico endeudado: Casa Blanca, ubicado en esa localidad de Paysandú, a 15 kilómetros de la capital. Todo el pueblo pertenecía al frigorífico, es decir, las pocas casas que estaban ahí pertenecían a trabajadores del mismo frigorífico y estaban todas dentro del mismo lote. En un momento, Schneider, según cuentan, decidió vender el pueblo al Ministerio de Vivienda. Con eso obtuvo dos cosas: por un lado, loteó los terrenos para que se constituyera como tal y cada persona pudiese tener su parcela. Por otro, consiguió sumas importantes de dinero para ir pagando las deudas que mantenía el frigorífico. Hoy el pueblo tiene más de 70 casas y según el censo de 2011 viven allí 343 personas.

El frigorífico Casa Blanca, hoy conocido como Fricasa, hoy exporta a mercados internacionales y tiene más de 600 empleados. Eso llevó a que Schneider fuese uno de los directivos, durante muchos años, de la Cámara de la Industria Frigorífica. A través de ese puesto se fue contactando con diversas personalidades. Luis Alberto Lacalle Herrera, Jorge Batlle, José Mujica. Los visitó en la Residencia de Suárez y Reyes así como también los recibió en su casona, llamada  “De los cuatro vientos” –construida en 1806– y en su restorán La Pulpería, que inauguró en 2012. Ese restorán también fue construido en una vieja casona, es conocido por su vista frente al Río Uruguay, donde la mayoría de las comidas son artesanales.

"Gran parte de lo que se come en La Pulpería es de producción propia. Pasando la higuera y los corrales de conejos se llega al invernadero en el que crece todo lo imaginable y más: siete clases de ajíes, un árbol de la India llamado Murraya, bananos, flores comestibles. Hasta cultivan sus propios hongos shiitake", detalla una descripción de la revista argentina Lugares.

Si bien vendió parte del pueblo, la mayoría de las edificaciones seguían siendo de él. Aparte del restorán y su casona, el Club Náutico, donde hay embarcaciones para salir a navegar por el Río Uruguay, también le pertenecía. Y más: la capilla del pueblo y diferentes casonas donde puso emprendimientos para la gente local. Una radio comunitaria, un sala de cine conocida como la Isla, El Aula, espacio donde se daban cursos de arte, pintura, teatro y demás. Creó el proyecto Omnes, un ciclo de música barroca en el que estuvieron músicos de diferentes lugares de Europa.

Ese gusto por la lectura y otras ramas culturales lo traía desde Buenos Aires, donde estudió literatura e incluso fue alumno de Jorge Luis Borges. Según quienes lo conocieron, la cercanía que mantuvo con los líderes se daba por su nivel intelectual y cultural, que lo llevaba a tener charlas profundas con cualquiera de ellos: de política, de economía, de arte. Escribió libros, sobre todo de poemas. A tal punto que el presidente de la República, Luis Lacalle Pou, lo bautizó como "el poeta de la carne".

También destacan su pasión por el nado, algo que hacía desde el muelle que tenía en su casona. Se tiraba al Río Uruguay y comenzaba a bracear. Luego, tuvo covid y abandonó esa práctica. Lo que siguió haciendo fue navegar.

"Me voy al río", fue lo último que le escucharon decir, tres días antes de que apareciera muerto.

Hace unos meses, el intendente de Paysandú, Nicolás Olivera, le preguntó qué pasaría en el pueblo cuando falleciera. Él contestó: "La gente de acá ya aprendió lo que tenía que aprender, ya todos saben qué tienen que hacer". Al día siguiente, volvió al río. Sin muchas vueltas, consideraba que todo pasaba por algo, cómo le dijo a El País. "A los 19 años alcancé, a través del Budismo Zen, una suerte de liberación. No más grandes preguntas. Las cosas ocurren y el mero hecho de ocurrir encierra ya una", sentenció.

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