El archipiélago de las Mergui, en el sur de Birmania, cuenta con todas las características de un paraíso tropical tras permanecer más de medio siglo cerrado al turismo, una industria que comienza a florecer en el país a cuenta gotas.
Las aguas cristalinas, la arena blanca coralina y una frondosa vegetación son una constante en centenares de playas a lo largo de las cerca de 800 islas, de las que menos de una docena cuentan con pequeños poblados de pescadores.
Los trazos que dejan los cangrejos ermitaños en su deambular errático son las únicas marcas que se encuentran en las paradisíacas orillas que se topan abruptamente con espesos bosques tropicales, donde la fauna y flora permanece intacta.
“El hermetismo (de la extinta junta militar birmana) ha mantenido esta región apartada del mundo exterior. La gran mayoría de estas islas nunca han sido exploradas por lo que hay muchas posibilidades de encontrar especies únicas”, señala Georgie Aung, integrante de la organización conservacionista Project Manaia.
El actual proceso de transición hacia la plena democracia que vive Birmania (Myanmar) ha abierto la puerta al desarrollo de la industria del turismo, con un millón de visitantes en 2017, una cifra que parece que se repetirá en 2018.
La falta de infraestructuras para llegar a Mergui y la férrea protección de fronteras por parte de los militares, que gobernaron el país con puño de hierro desde 1962 a 2011, han mantenido a la región fuera del circuito turístico a pesar de ubicarse a tiro de piedra de la masificada costa de Tailandia.
“Hay que informar de antemano sobre las rutas del itinerario y entregar los datos identificativos de los viajeros (a las autoridades fronterizas) para su aprobación” indica Min Oo, quien hace de guía en la expedición y es un antiguo miembro del Ejército.
Al menos una treintena de islas y sus aguas son zonas restringidas al paso y navegación debido a que allí se hallan acantonamientos de las fuerzas castrenses.
Media decena de exclusivos hoteles alojan a los pocos aventureros viajeros que se animan a surcar las aguas calmadas en lujosas expediciones organizadas con destino a los islotes.
“Las autoridades birmanas deben aprender de la experiencia tailandesa y proteger las islas a medida que desarrollan una industria de turismo sostenible que preserve el archipiélago”, declara el noruego Bjorn Burchard, propietario de un hospedaje en la isla Nga Khin Nyo Gyee, también bautizada como Isla Boulder por las enormes formaciones rocosas de la ínsula.
“Utilizamos los recursos naturales de la isla para los bungalows, energía solar para el funcionamiento y productos biodegradables con el objetivo de dejar la mínima huella ecológica posible en la isla”, señala Burchard.
(En base a EFE)
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