AFP

La elite peruana, aterrorizada ante posible victoria de la extrema izquierda

El candidato de Perú Libre, Pedro Castillo, ha inspirado a los pobres, pero su campaña ha provocado una fuga de capitales

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03 de junio de 2021 a las 13:17

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Devastado por uno de los peores brotes de coronavirus del mundo, sacudido por la agitación política, traumado por los escándalos de corrupción y asolado por el empeoramiento de la pobreza, Perú elegirá el 6 de junio a su cuarto presidente en menos de un año.

Descrita por muchos observadores como una selección del menor de los males, la segunda vuelta de las elecciones será un concurso entre dos candidatos: Pedro Castillo, un maestro de escuela primaria rural convertido en populista de extrema izquierda, y Keiko Fujimori, la ampliamente detestada descendiente de un presidente autoritario que gobernó en la década de 1990.

El pánico se ha apoderado de la élite peruana ante la posibilidad de que gane Castillo, cuyo partido político Perú Libre está encabezado por un marxista, Vladimir Cerrón, quien aboga por la nacionalización generalizada, el aumento de los impuestos, una nueva "constitución popular" y políticas de sustitución de importaciones en el segundo productor mundial de cobre.

"¿Te gustaría vivir en Cuba o en Venezuela?", preguntan los carteles electrónicos a lo largo de una carretera principal de Lima, en referencia a Castillo. El sol peruano cayó a un mínimo histórico de 3.85 por dólar estadounidense el pasado miércoles, conforme los peruanos más ricos se apresuraron a deshacerse de la moneda nacional y trasladar sus ahorros al extranjero.

"No había visto una fuga de capitales tan seria aquí en dos décadas", le dijo una importante figura empresarial al Financial Times (FT).

Las raíces de la profunda crisis de Perú se remontan a años atrás. Aclamada como una historia de éxito por los inversionistas, su crecimiento económico no benefició lo suficiente a los pobres. Los sucesivos escándalos de corrupción destruyeron la fe en la clase política y empresarial y crearon una inestabilidad crónica, lo cual llevó a Perú a tener tres presidentes en poco más de una semana el año pasado. Cuando llegó el coronavirus, el servicio de salud colapsó en medio de una escasez de camas y oxígeno medicinal.

Un análisis del FT de los datos de sobremortalidad muestra que Perú ha sido, con mucho, el país más afectado del mundo, sufriendo, durante la pandemia, más del doble de su tasa de mortalidad normal.

Un estricto confinamiento el año pasado sumió a la economía en una profunda recesión, pero no logró frenar la propagación del virus, lo que avivó la indignación. Casi un tercio de los peruanos vive ahora en la pobreza, según las cifras oficiales, un aumento de 10 puntos porcentuales desde el inicio de la pandemia.

Ahora, los millones oprimidos de Perú ven en Castillo un rayo de esperanza. Con su característico sombrero Stetson blanco y agitando un gran lápiz inflable amarillo que simboliza la educación, "El Profe" ha estado enardeciendo al público en las zonas abandonadas de Perú con un mensaje simple, pero poderoso: "No más pobres en un país rico".

En un reciente acto de campaña celebrado en Villa El Salvador, uno de los suburbios repletos de modestas casas de bloques de hormigón que han surgido alrededor de Lima en las últimas décadas, Castillo subió al escenario para denunciar a los gobernantes del país.

"La clase política tradicional lo primero que ha hecho es llenarse los bolsillos con la riqueza de la patria, con la riqueza de este Perú tan lindo", gritó. "Un país enormemente rico y sus pobladores... comiendo arena. Le devolveremos este país a la gente".

Los habitantes de la zona lo aclamaron, agitando banderas y cantando a coro: "Urgente, urgente, Pedro presidente".

La tarea de intentar frenar a Castillo ha recaído en Fujimori, una conservadora que quedó en segundo lugar en una caótica primera vuelta electoral con 18 candidatos, ninguno de los cuales resultó popular. Castillo ganó con el 18.9 por ciento y el 13.4 por ciento de Fujimori fue menor que el número de votos en blanco y nulos.

Los datos de las encuestas mostraron que Fujimori tuvo uno de los mayores índices de rechazo de los candidatos de la primera vuelta. La semana pasada se vio obligada a abandonar su campaña en la histórica ciudad de Cusco después de que una multitud hostil le lanzara botellas de plástico y basura.

Su impopularidad, ya empañada por las acusaciones de corrupción, se ve amplificada por un historial de confrontación en un parlamento anterior y por conflictos previos con su familia.

Sin embargo, "el pánico de la clase empresarial es tal que están apoyando a Keiko sin ninguna condición", dijo un exministro del gobierno al FT. "Están intentando justificar lo injustificable para que sea elegida".

Las últimas encuestas de opinión muestran una contienda muy reñida, con una amplia ventaja inicial de Castillo que se está reduciendo significativamente, pero no pudieron pronosticar con exactitud la primera vuelta en Perú y muy poca gente tiene certeza de cuál será el resultado.

Los periodistas locales se quejan de las fuertes presiones de los propietarios de los medios de comunicación para demonizar a Castillo y hacer énfasis en la idea de que representa una amenaza marxista, algo que los partidarios del candidato dicen que es falso.

"El modelo de Castillo no es el cubano ni el venezolano", dijo Pedro Francke, un profesor universitario de economía que lo asesora. "Se parece mucho más a la imagen del expresidente boliviano Evo Morales".

Los optimistas creen que Castillo podría suavizar su línea en el gobierno, citando el ejemplo de Ollanta Humala, un izquierdista que gobernó de forma más moderada cuando estuvo en el poder de 2011 a 2016. Pero en el tramo final de la campaña "Castillo no está dando ninguna señal de moderación", dijo José Carlos Saavedra, economista principal de la consultoría Apoyo. "Al contrario, se ha radicalizado".

Conforme se acercan las elecciones, las clases profesionales de Perú expresan la sensación de que ninguno de los dos candidatos está ni remotamente capacitado para enfrentar los enormes desafíos del país.

"Es una competencia entre fracasos", lamentó Alberto Vergara, analista político. "El que fracase menos será el ganador".

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