D. Battiste

La Estación Central, un símbolo de la modernidad que espera volver a serlo

El edificio fue durante años la puerta de entrada a la ciudad

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23 de agosto de 2018 a las 05:00

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Por Agustín Escudero

De todos los rincones del país partían. Buscaban comenzar una nueva vida o tan solo querían pasar unos días en la capital. Lo primero que veían de la ciudad eran los decorados muros laterales de los andenes y el torrente lumínico que descendía de la claraboya sustentada por la esbelta estructura metálica. A fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX la mayoría de los que llegaban a Montevideo desde algún otro punto del país primero pisaban la Estación Central General Artigas, que ahora volverá a manos del Estado.

La estación fue construida entre 1893 y 1897 con el fin de democratizar el transporte y de convertirse en el punto neurálgico del movimiento del país. "Era la puerta de acceso a la ciudad", explicó a El Observador la arquitecta Laura Cesio, integrante del Instituto de Historia de la Arquitectura de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo (FADU).

La ubicación era fundamental, según Cesio: la estación estaba en el límite de la urbe y la zona rural de Montevideo, y muy cerca de la bahía.

Estación Central
Además, como se encontraba en las cercanías del puerto, estaba a pasos de los saladeros y las industrias. La novel estructura no solo tenía la función de trasladar pasajeros, sino que también cumplía un rol en el transporte de cargas. Los productos que se exportaban partían del interior hacia Montevideo en tren y, una vez en la estación, estaban muy cerca del puerto para ser embarcados hacia su destino final.


El encargado de llevar adelante la obra fue el ingeniero italiano Luigi Andreoni, también proyectista del Club Uruguay, el Hospital Italiano y la Casa del Partido Nacional. La estructura revela su bagaje de estudios en Italia. El arquitecto usó un sistema clásico de decoración que se asemeja mucho al eclecticismo italiano, explicó Cesio.

Uno de los puntos más destacados de la construcción fue el techo en base a hierro y vidrio. "Además de inmenso, marcó un avance tecnológico destacado", dijo la arquitecta.

Uruguay se encontraba en un momento de modernización y la estación de trenes significó el punto culminante de este proceso porque conectó de forma real y efectiva al país con el medio de transporte que hacía punta en el mundo y con una estructura de grandes proporciones y de mucho valor arquitectónico.

Estación Central
"Las estaciones de París y Londres se estaban haciendo en ese momento y la uruguaya no tenía nada que envidiarles", explicó Cesio. Fue una mezcla de arte e industria muy avanzada para el momento, una estructura funcional con una importante carga de decoración y ornamentación.

Cesio explicó que también era uno de los edificios más grandes de Montevideo, únicamente comparable con el Mercado del Puerto, construido 30 años antes con una ingeniería y escala similar. Un techo enorme en base a hierro y vidrio con una amplia área para el tránsito de personas.

Una estructura recuperable

Con el paso de los años y la aparición de nuevos medios de transporte público, como el ómnibus, la Estación Central comenzó a perder pasajeros, y con ello su protagonismo. La función de trasladar cargas se mantenía, pero el edificio se vuelve innecesario, dado que estaba construido para albergar una determinada cantidad de personas que ya no lo frecuentaban.

Luego llegó el Plan Fénix, un proyecto de una empresa privada que buscaba revitalizar la zona, modernizando la estación y convirtiéndola en un centro comercial y cultural rodeado de edificios y plazas. Cesio explicó que todo este "proceso espantoso" terminó con los 15 años de abandono, donde "no tuvo ni el más mínimo mantenimiento".

Estación Central
Pese al crítico estado actual, Cesio sostuvo que "es un tipo de arquitectura que está tan bien hecha que es capaz de resistir mucho más que lo que se podría esperar de un edificio contemporáneo de esta escala".

La arquitecta aseguró que si a un edificio actual se lo deja 15 años abandonado de seguro queda peor que la estación de trenes. Ese abandono fue lo que constató El Observador y otros medios en una visita que el gobierno propició este miércoles a la estación. A pesar del descuido, el lugar conserva un aura mística que por momentos crea confusión: es difícil saber si se está en Montevideo o en alguna ciudad europea.

Solo hace falta imaginarse a las máquinas ingresando en ese gran galpón y a los uruguayos de principio de siglo esperando en el anden.

Pero, quizás, dentro de algún tiempo ni siquiera haya que hacer este ejercicio de proyección al pasado. Para la especialista "hay una nobleza en la construcción y en los materiales" que hace que, más allá del abandono y las malas condiciones, el edificio pueda ser recuperable.

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