La historia de Alfredo Arias: volver a casa, luego de sufrir la soledad
Desde hacía una década Alfredo Arias no tenía pausas en el fútbol; seis clubes, cinco países, seis años en el exterior y el golpe de la pandemia de covid-19 que le mostró su peor costado: el dolor de los silencios largos; mirá sus historias
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10 de octubre de 2021 a las 05:04
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Hace una década que no sabe de pausas en el fútbol. Montevideo Wanderers, Santiago Wanderers, Emelec, Bolívar, Universidad de Chile y Deportivo Cali, desde 2011 y hasta setiembre último. Uruguay, Chile, Bolivia, Ecuador y Colombia le hicieron descubrir el fútbol desde un lugar diferente y, también, en los últimos 18 meses le mostraron la peor cara, la de la soledad.
“Nacho Berriel (su asistente desde el primer día), me recordó el otro día que siempre tuvimos períodos largos en casi todos los clubes. En aquella primera etapa en Wanderers fueron 140 partidos (cuatro años), en Santiago Wanderers solo seis meses porque surgió la oportunidad de Emelec, donde estuvimos dos años y 110 partidos. En Bolívar nos ofrecieron tres años de contrato, pero no nos adaptamos. Lo último fueron 22 meses en Deportivo Cali y 70 partidos. Nunca estuvimos de paso, siempre nos integramos hasta el fondo en cada proyecto”, reflexiona Alfredo Arias, el entrenador uruguayo que concluyó su vínculo con el equipo colombiano y regresó a Montevideo para recargar la batería con sus raíces.
“De los últimos 18 meses estuve 10 solo en Cali. Solo, solo, por la pandemia. Primero cuatro meses y medio hasta que mi señora pudo ir en un viaje solidario. Estaba solo. Insisto en el término porque sufrí la soledad, la soledad extrema. Me dejaban los víveres en la puerta, para que me cocinara. No tenía contacto con nadie. Vivía aislado. Volví a cocinarme. No me faltaba nada desde el punto de vista material, estaba en un lugar divino, pero estaba solo, en ese entorno en donde los silencios se hacen más largos. Fue muy duro, más allá de las comunicaciones de estos tiempos, que te permiten estar cerca. Mi señora estuvo siete meses, mi hija uno, desde marzo del año pasado”, explica.
Por estos días se reencontró con su familia y amigos. “Estoy disfrutando mucho estos días acá porque extrañé muchísimo. Ojalá me pueda quedar en Uruguay, porque en estos días me llené de abrazos y cariño, y no te puedo decir lo lindo que se siente”, concluyó.
En su último pasaje en Cali descubrió “un campeonato diferente” al que le había tocado en los ocho años anteriores. “Es un torneo muy difícil porque hay 10 o 12 equipos fuertes que aspiran a ganarlo, algo que no ocurre en otros países. Además, la infraestructura que tienen los clubes es muy buena. Buenos estadios, buenas canchas de entrenamiento, tenés todo y jugadores con buena técnica”.
Arias entiende que la globalización, conocimiento e información hicieron que el fútbol se emparejara. “La información a la que puede acceder cualquier persona emparejó para arriba, porque hoy todos tienen acceso a todos los conocimientos. Antes sacaba más ventaja el técnico que podía viajar, el que había jugado y tenía una trayectoria internacional. Hoy la globalización del conocimiento hace que todos tengan accesos, y cualquiera puede destacarse. Por esa razón, cada día es más difícil ganar, y cuando eso ocurre, hay que disfrutarlo”.
Cuando la charla deriva a la final del Campeonato Uruguayo 2013-2014 que con Wanderers perdió ante Danubio, “aflora el sentimiento de amargura”, adelanta.
“Queda ese sentimiento porque hicimos todo para ganar en la última final, no quedaba nada, erramos dos goles y perdimos por penales. De todas formas, después de todo este tiempo en el exterior, en diferentes países, dirigiendo equipos grandes, le doy valor a haber llegado hasta allí porque aprendí que no controlás todo. Aunque puedas creer que tenés la capacidad de controlarlo, no es así. Hay variables que existían, existen y existirán en el fútbol que quedan fuera de tu control, escapa a tu dominio y aprendí a vivir con eso. No le quiero llamar suerte, porque no creo en la suerte, pero hay situaciones que caen de tu lado o del otro, y ya eso no lo decide uno. Un buen ejemplo fue lo que nos ocurrió con Emelec, cuando fuimos vicecampeones atrás de Barcelona de Guillermo Almada, hicimos mejor campaña que cuando al año siguiente terminamos campeones. El fútbol te enseña que tu mejor campaña no siempre es la que coronás, incluso cuando yo quiero ser campeón siempre, y me amargo no solo cuando no llego al título, sino cuando pierdo un partido”.
SUS VIVENCIAS
En Montevideo Wanderers
La cábala de las pizzas
“El año que con Wanderers salimos campeones en el Clausura y primeros en la Anual, la situación económica del club no era la mejor y teníamos escasas posibilidades de concentrar. Quería que se quedaran después del entrenamiento y, para darles una merienda, les ofrecí hacer unas pizzas. La historia fue así: llevaba las pizzas pre hechas desde casa, con salsa y muzzarela, y unos refrescos. Los jugadores estaban locos de la vida. Las calentaba en la parrilla. El asunto fue que empezamos a ganar, a ganar, estuvimos ocho partidos así y estuve ocho partidos haciendo pizzas porque por cábala no me permitían dejar de hacerlas. Fue una linda experiencia. Aquellos muchachos tenían una humildad bárbara para aceptar que la necesidad es parte de este fútbol”.
En Santiago Wanderers
Chile y sus temblores
“En Santiago Wanderers, vivíamos en Concón, junto a la playa, pegado a Viña del Mar. Estábamos en un edificio, en el octavo piso y coincidió una época en la que hubo muchos temblores. Yo estaba acostumbrado porque me había tocado vivir esa experiencia como jugador, pero mi señora no estaba habituada. Sin embargo, fue tanta la preocupación que generó aquella situación que llegó un momento en que dormíamos con la valija y los documentos al lado de la cama. Cada vez que terminábamos de cenar y nos íbamos a acostar, corroborábamos que estuvieran la valija y los documentos”.
En Deportivo Cali
El tintito colombiano
“Una memorable ocurrió el día que fuimos a firmar contrato en Deportivo Cali. Arrancamos temprano de mañana para reunirnos con el consejo directivo y firmar. Entramos a la sala. Eran las 8 de la mañana y me dicen: ‘Profe, ¿quiere un tintito?’. Quedé medio sorprendido y me preguntaba: ¿estos toman desde temprano? Les agradecí, y dije que no tomaba. Comenzó la reunión y a la hora, otra vez, ‘profe un tintito’. Pensaba, ¿quién les habrá dicho que yo tomo, cuando no tomo? Al rato y frente a mis negativas, volvieron a ofrecerme, pero antes me preguntaron, ‘¿usted sabe lo que es?’. ‘Sí, un vino tinto’, les respondí con firmeza. ‘No, profe, es un café’, me explicaron”.
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