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La política climática oscila entre el cinismo de Donald Trump y el radicalismo de Greta Thunberg

Necesitamos un impuesto al carbono o un sistema de comercio de derechos de emisión con un precio mínimo para enfrentar la crisis

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07 de noviembre de 2019 a las 15:38

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Por Martin Wolf

La política climática oscila entre el cinismo de Donald Trump y el radicalismo de Greta Thunberg. El presidente estadounidense acaba de retirar al segundo mayor emisor de gases de efecto invernadero del mundo del Acuerdo de París. Thunberg exige una reducción de más del 50 por ciento en las emisiones netas mundiales para 2030. La primera acción es definitivamente irresponsable. Pero esto último parece inconcebible.

La exasperación de los activistas climáticos radicales es comprensible. A pesar de décadas de conversaciones, las emisiones de gases de efecto invernadero y las temperaturas globales continúan aumentando. Si la tendencia no cambia pronto, las posibilidades de evitar un aumento en las temperaturas promedio globales de más de 1.5 grados centígrados por encima de los niveles preindustriales serán nulas, y las de evitar un aumento de 2 grados centígrados serán minúsculas.

Como lo ha señalado el Fondo Monetario Internacional (FMI) en su más reciente informe del Monitor Fiscal, alcanzar este último objetivo requiere reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en un tercio por debajo de la línea base para 2030. Para mantenerse por debajo de un aumento de 1.5 grados centígrados, las emisiones deben ser la mitad de la línea base.

Cuanto mayor sea el retraso en actuar, mayor será la acción requerida, hasta que ya no se pueda hacer nada porque será demasiado tarde. Y ya es casi demasiado tarde para evitar lo que los expertos consideran destructivos e irreversibles cambios en el clima. Por esa razón, se necesitan políticas dramáticas; sin embargo, la Comisión de Transiciones Energéticas (ETC, por sus siglas en inglés) ha argumentado que esas políticas son factibles si se implementan con firmeza durante las próximas tres décadas.

Desafortunadamente, la oposición directa de personas como Trump, y la indiferencia de gran parte de la población, no son los únicos obstáculos para el éxito. Incluso algunos que favorecen actuar al respecto representan un problema porque la causa climática es, para ellos, parte de una campaña más amplia en contra del mercado.

Por lo tanto, numerosos partidarios del Nuevo Acuerdo Verde consideren el clima como una justificación para la economía planificada. Como lo ha sostenido el periodista británico Paul Mason: "El Partido Laborista quiere combatir el cambio climático a través de tres mecanismos: el gasto estatal, los préstamos estatales y la dirección estatal de las finanzas privadas". Este enfoque les permite a los opositores argumentar que la izquierda está más preocupada por destruir las economías de mercado que por salvar el planeta. El desastre creado al tratar de planificar una economía de cero emisiones netas en una década pudiera desacreditar todos los intentos de mitigación.

En cualquier caso, el cambio climático no será resuelto por un solo país. Para tener éxito, la política debe ser efectiva, legítima y global.

Para ser efectiva, la política debe combinar planificación, regulación, investigación e incentivos. Existe una fuerte justificación para que haya acciones por parte del gobierno en los campos de la investigación, de la planificación espacial y de las finanzas. Pero también existe la necesidad de tener incentivos destinados a cambiar el comportamiento. El mando y el control rara vez son igualmente efectivos por sí solos.

El informe del FMI sugiere que US$75 por tonelada de carbono pudiera ser el precio en 2030 consistente con mantener el aumento de la temperatura por debajo de los 2 grados centígrados. Actualmente, aunque existe una gran variedad de arreglos de precios, los precios en sí son, en su mayoría, demasiado bajos y demasiado variables a lo largo del tiempo y a través de los países para ser útiles. Sin embargo, en principio, un impuesto al carbono, o un sistema de comercio de derechos de emisión con un precio mínimo, es la forma más efectiva (porque es la más completa) de influir en las emisiones.

Las estrategias que generan ingresos fiscales también deberían ser atractivas para los políticos porque el dinero puede usarse para otros importantes fines. Gravar un "mal" (una forma de contaminación, en este caso) siempre ofrece la oportunidad de mejorar los impuestos o aumentar el gasto importante.

Un punto crucial del informe del FMI es que países como China e India pudieran beneficiarse, particularmente de una reducción de la contaminación ambiental local, debido a los beneficios del uso reducido del carbón. También es vital que estos países vean tales beneficios del uso de los impuestos al carbono, ya que ellos tendrán que jugar un significativo papel para lograr las reducciones necesarias en las emisiones globales (en relación con la línea base). También es en estos países donde se debe realizar una gran parte de la necesaria inversión en nuevos sistemas energéticos. Es por esta razón que los incentivos son extremadamente importantes.

Para legitimar la política, es esencial compensar a los perdedores. No es cierto que los pobres siempre sean proporcionalmente más afectados por los precios de la energía. Pero las protestas del resto de la población también importan. La compensación por tener precios de combustible más altos debe ser visible. Igualmente importante es ofrecer una convincente visión de un futuro mejor. De lo contrario, los cambios necesarios en la política nunca serán aceptados.

Por último, la política tiene que ser global, con todas las economías más grandes involucradas. Esto crea enormes problemas de equidad. Es claro que nunca vamos a lograr una solución perfecta. Pero habrá que encontrar alguna solución en la generosa asistencia de los países de altos ingresos a los países emergentes y en desarrollo, especialmente con la introducción de nuevas tecnologías. Esto también plantea una importante pregunta: ¿qué se debe hacer con los oportunistas y, sobre todo, con el mayor oportunista de todos, el inescrupuloso EEUU? La respuesta es, en principio, clara: habrá que penalizarlo severamente. Si aceptamos, como deberíamos, la urgencia del reto, esto sería una consecuencia bastante natural.

Entonces, ¿qué se debe hacer? Las respuestas incluyen desarrollar un programa de acción a lo largo de tres décadas, comenzando ahora; recurrir pragmáticamente a todas las herramientas políticas, incluyendo los incentivos basados en el mercado; usar los ingresos obtenidos de los precios del carbono para compensar a los perdedores y hacer que el sistema tributario y la mitigación climática sean más eficientes; enfatizar los beneficios ambientales locales de eliminar el uso de combustibles fósiles; y, sobre todo, considerar un compromiso con el clima como un reto global compartido. En una era de populismo y de nacionalismo, ¿existe alguna posibilidad de que todo esto suceda? No obviamente, por desgracia. De ser así, habremos fallado. Pero los jóvenes, sin duda, tienen toda la razón de esperar algo mejor.

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