Camilo dos Santos

Leticia Cicero, la mujer que fusionó cocina y química, y su vida después de MasterChef

A tres años de ser finalista del primer Masterchef Uruguay, la ingeniera y cocinera publicó su primer libro

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27 de junio de 2020 a las 05:00

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Era setiembre de 2016 y una amiga la llamó para decirle, “Leti, va a estar MasterChef y es para vos”. “Ni loca”, le dijo ella, que no consideraba tener un perfil que rindiera en un reality, además de que la aterraba pensar en sacrificar la calma –la suya y la de su familia– por una exposición desconocida. Pero finalmente aceptó.

Hoy Leticia Cicero es una persona que muchos ven en la tele, otros escuchan en la radio, miles siguen en las redes sociales y otros tantos reconocen y saludan en la calle. Es por eso que al entrar con ella a un café un viernes por la tarde, las miradas de varios comensales se redireccionan. Enseguida la reconocen. Además, su simpatía fluye naturalmente y es difícil de ignorar.

A tres años de haber sido finalista del primer reality de cocina uruguayo, el ritmo de vida de Cicero dista kilómetros de aquel que tenía cuando trabajó por 10 años en el Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca o del que tuvo cuando fue docente de Química de Secundaria y UTU o en la Universidad de la República.

Ingeniera química, máster en gestión y tratamiento de residuos y diplomada en pastelería por el Gato Dumas. A priori, el currículum vitae de Cicero se compone de elementos que parecen no tener nada que ver. Pero esta mujer de 39 años logró que todos esos conocimientos convergieran en un mismo punto y avanzaran hacia un destino en común.

Poco tiempo después del concurso gastronómico que le cambió la vida, Cicero comenzó a trabajar en La mañana en casa (canal 10), donde tiene su espacio La receta de Leticia. Luego ingresó al plantel de columnistas del programa radial No toquen nada, donde explica el porqué y el cómo de varios procesos químicos detrás de la cocina. Y hace algunas semanas, publicó su primer libro Leticia Cicero. Entre la química y la cocina (Grijalbo, $ 1.290), que es la evidencia en papel de que ambas materias pueden fusionarse armónicamente con un lenguaje inteligible para todos. Por supuesto, todos estos mojones en el trayecto de Cicero demuestran que desde hace un buen rato es más que “Leticia, la de MasterChef”.

Con una publicación de 200 páginas a todo color recién salida del horno, la ingeniera química y cocinera habló con El Observador del valor de la comida casera, del punto de inflexión que supuso su paso por MasterChef y de cómo se maneja ahora en su rol de influencer de la cocina.

En Entre la química y la cocina mencionás que te criaste en un hogar con aroma a lo casero, ¿así fue que nació tu vínculo con la comida?

De chiquita la cocina estuvo muy presente en mi casa. No solo como forma de alimentarnos, sino también como una vía para transmitir ciertos valores. El Día del Niño, por ejemplo, recuerdo que era con ricarditos caseros. Mi madre era la que cocinaba. Cuando estaba embarazada de mí, mi papá falleció en un accidente de tránsito. Con tres hijos, mamá tuvo que remarla mucho con nosotros sola. La cocina, entonces, era una forma de ahorrar y de transmitirnos muchas cosas que no pasaban por lo material.

"A mi madre, por ser una guerrera de la vida y enseñarme con su ejemplo que nada nos puede frenar para conseguir lo que queremos, y por llenar mi infancia de amor, valores y mucha cocina de hogar". Estas son las primeras líneas que Leticia escribe en su página de agradecimientos.

¿Y cómo llega el interés por la química?

Mi abuelo materno era químico farmacéutico y mi mamá siempre tuvo pasión por la química. Ella había dejado de estudiar cuando quedó embarazada y retomó los estudios cuando nosotros éramos chicos, quería terminar el liceo para ser química farmacéutica. Y en el momento en el que entré a la facultad, que creo que en ese momento uno no es lo suficientemente maduro, me decidí por la química, que también la llevo en la sangre. Ahí mamá se vino a Montevideo conmigo (vivían en Libertad) y empezamos la carrera juntas. Somos de la misma generación de facultad. Yo hice ingeniería química y ella química farmacéutica y bioquímico clínico. Ahí me gustaba cocinar, pero nunca me lo planteé como una carrera. 
 

¿Pesó la presión social en esa decisión?

Mi madre jamás me dijo que tenía que hacer algo universitario. Me lo autoimpuse. Ahora lo pienso y digo, ¿por qué? Pero no me arrepiento porque a mí me encanta la química. De hecho, ahora estoy como en un momento de enamoramiento desde otro lado. Y nada es en vano. Me encanta pensar como ingeniera.

En 2017, con MasterChef, tu vida profesional giró 180 grados, ¿buscabas ese cambio?

Cuando terminé la carrera me fui un año a España a estudiar Gestión de residuos. Volví y empecé a trabajar en el Ministerio de Ganadería. Estuve casi 10 años. Pero eran ocho horas de trabajo más las cuatro de viaje. En determinado momento tenía a mis hijos con 1, 3 y 4 años, y no. Era demasiado tiempo fuera de casa. Por suerte pude cortar. Dejé ese empleo público, algo que costó por otro tipo de presión social. Como me gustaba la pastelería hice un curso de un año en Gato Dumas. Me planteé ir por el lado de la cocina y armé unas carpetitas para entregar en colegios y dar clases de cocina para niños. Ahí me llamó una amiga y me dijo, “Leti, va a estar MasterChef y es para vos”. Le dije que ni loca. Porque realmente no me sentía con un perfil para eso, por preconceptos que tenía de los realities, porque los que consumimos vienen de Argentina. Me costó horrible la decisión, pero entendí que me hubiese quedado toda la vida pensando qué hubiera pasado si me anotaba. Estaba en un punto de inflexión, había dejado mi trabajo y todo estaba guiándome hacia ese camino. Cerré los ojos y fui.

Entre la química y la cocina- Fotos: Mauricio Pizard y Joaquín Pastorino

A partir de ahí, comenzó una revolución en tu esquema de vida, ¿no?

Totalmente. Los primeros capítulos la pasé medio mal. Cuando iba caminando con mi plato pronto me preguntaba, ¿tengo necesidad de estar nerviosa para ver qué me van a decir frente a todo el país? Enseguida me dije, “o lo disfruto o no lo hago”. Y tampoco era la competencia lo que me interesaba, era una experiencia nueva con la que se me podían abrir puertas. En ese momento reaccioné que era para pasarla bien. No buscaba ganar, porque además generás vínculos con los que te llevás bien. Me encantó que ganara Nilson (Viazzo) y me dio mucha pena cuando tuve que dejar en la semifinal a Nicolás (Rollandi), que éramos reamigos. Entonces, no iba por la competencia, yo quería que pasara algo después de eso.

Y pasó. ¿Fue un antes y un después ese programa en la forma de ver la gastronomía local?

Pasó de todo. Y muy lindo. En el casting estaba muy nerviosa y después me fui acomodando a las cámaras. Disfruté mucho la comunicación con la gente que me paraba y me decía cosas como “veo el programa con mi familia”, “nos está gustando la cocina”, “ahora prestamos atención a otras cosas”. Se dio un fenómeno raro y fue lindo ser parte de ese cambio. Creo que fue un antes y un después en la visibilidad de la cocina en Uruguay. Y el primero fue todo un fenómeno social.

Mi camino después de MasterChef fue con piezas de puzle que se iban acomodando. Me gustó comunicar cocina y a las cámaras las naturalicé en el momento que paré de sufrir y fui yo misma. Ahí hice el clic. En julio terminó y en setiembre me llamaron de La mañana en casa. En verano de 2018 me llamaron de la radio para un programa de verano que conducía (Horacio) el Tano Abadie y a los tres días me llamaron de la producción de No toquen nada. A Joel (Rosenberg) le pareció que podía andar la idea de unir en una columna a la química y la cocina.

El libro habla de química pero desde un lenguaje simple y entretenido. ¿Cómo se logra eso?

Fue similar a lo que intento hacer en las columnas. Trato de llevar algo relacionado con la cotidianidad. Me gusta dar ejemplos terrenales. Busqué el libro con ese mismo lenguaje ágil. También uso ejemplos de cosas que me pasan en casa. 

Con el capítulo dedicado al meal prep y el batch cooking demostrás que es posible organizarse para comer casero. ¿La falta de tiempo no es una excusa, entonces, para encarar con la cocina?

Es real que todos tenemos menos tiempo. Si pensamos en la época de nuestros abuelos, la dinámica era otra y estaba instalado eso de que la mujer no trabajaba y tenía que cocinar. Y puede no gustarte cocinar, no es que todos tengamos que nacer con el mismo objetivo, pero va más allá del llevar un plato de comida a la mesa. Cocinando sabés qué ingredientes usar, podés moverte para hacer una receta mucho más saludable, sabés cuánta sal y cuánta azúcar usás. Hay muchas personas que intentan comprar lo más similar a lo casero y compran una tarta, pero en definitiva no sabés cómo está hecha. Tiene mucho valor hacer ese esfuerzo y organizarse. Por ahí no te gusta hacer gimnasia pero lo hacés porque te dicen que es saludable. Bueno, cocinar en casa es un poco eso también.

Entre la química y la cocina- Fotos: Mauricio Pizard y Joaquín Pastorino

¿Sos anti ultraprocesados?

Me parece que está bien usarlos como recurso, pero no pueden ser un hábito. Mis hijos comen panchos, los he llevado a lugares de comida rápida, pero no es algo que hagamos seguido. Los ultraprocesados están en el mercado y lamentablemente son ricos. No hago un cuco de eso, pero es importante hacer el intento de evitarlos. Además, cocinar es una forma de compartir con los niños, cuando quizá durante el día no estuve con ellos. No es un tiempo perdido. Muchas veces no tengo tiempo para sentarme a jugar a otras cosas, pero hay que cocinar todos los días y mis hijos comparten ese momento conmigo.

Siempre aclaro que no soy nutricionista, puedo aportar desde la química de los alimentos. Me informo mucho y el saber cocinar también se asocia a lo saludable.

¿A tus hijos les gusta cocinar?

Adoran. Todas las recetas de la tele las elaboro en casa. Les tengo que decir en qué no pueden meter mano, pero más de una vez me ha pasado que me comieran alguna cosa. El otro día, por ejemplo, tenía 12 muffins hechos y me comieron uno. Tuve que cambiar la forma de presentarlos en la bandeja después (se ríe). Es que la comida en casa está muy naturalizada. Teo (4) empezó a cocinar en pañales porque las hermanas (de 6 y 8 ) ya cocinaban. 

Hay ciertas prácticas que ignoramos y pueden terminar perjudicándonos. El libro advierte que es más importante cuidar la inocuidad de lo que elaboramos antes que el sabor. ¿Falta desarrollo teórico sobre aspectos básicos de la cocina?

Hay mucha cosa que se hace y no se sabe por qué. Con el tema de la inocuidad es donde se cometen más errores. Porque la información sobre eso está destinada al servicio gastronómico, la encontrás en manuales bromatológicos. Pero las enfermedades transmitidas por alimentos (ETA) en la salud están muy subregistradas. Uno se ataca del estómago con una gastroenterocolitis y piensa que anda algún virus, pero la mayoría de las veces se debe a la mala manipulación de los alimentos. La gente manipula comida en su hogar y está bueno que sepa cómo. Hay cosas más obvias y otras no tanto. 

En el libro y en tus espacios en televisión y radio defendés la susentabilidad a través del reciclaje de alimentos, ¿por qué?

Hay un desperdicio de alimentos gigante a nivel doméstico y no se toma conciencia. Está bueno promover que todo alimento se puede transformar en otra cosa sin aburrir. En casa no tiro nada. Mis hijos a veces me preguntan “esto es reciclado, ¿no?”. Por ejemplo, si me sobra arroz hago un arrollado con arroz procesado. Ni te imaginás que es arroz, queda como una especie de pionono más denso y húmedo. Si tenés huevos y queso podés reciclar casi que cualquier cosa. Hay de todo. He llegado a meter fideos dentro de una tortilla. Yo guardo hasta el poquito más poquito en el frízer. 

Con más de 44.600 seguidores en Instagram y un perfil activo, sos una influencer de la cocina local, ¿cómo te llevás con las redes sociales? 

Bien. Es muy reciente para mí porque durante MasterChef solo tenía Facebook y no lo leía. Cuando terminó el programa me dije, “esto no lo quiero guardar en un cajón”. Porque me costó. Me crucé con una productora que me habló de Instagram y me dijo que se podía transformar en un trabajo. Hice caso y empecé de a poquito. Y actualmente Instagram es otro trabajo. Hice cursos de redes y fui poniéndole amor a eso y me di cuenta de que funcionaba. Y en algún momento del 2018 apareció una marca. Me fui transformando, también cometí errores.

La publicidad, sobre todo en gastronomía, puede ser un terreno complejo. ¿Te pasó de decir, “hasta acá llego”?

Ahora estoy diciendo eso. Me gusta que no se pierda la esencia de la red. Cuando viene una marca le mando un archivo con mi perfil y lo que quiero que se respete, porque también parte de respetar a los que me siguen es ser auténtica. Cuido la comunicación con el seguidor y con la marca. He dicho que no a determinadas marcas de ultraprocesados o de cosas que no quiero promocionar. Lo que muestro es lo que yo consumiría. Lo que está ahí es lo que soy.

¿En algún momento te abrumó la exposición?

Nunca. Pero fue a una de las cosas que más miedo le tuve. Por ahí si tenés 17 años y vas a un reality no te importa. Pero cuando tenés una familia con tres hijos… Yo no iba a hacer ningún personaje, pero era un programa editado y no sabía cómo iba a ser. Miraba cada programa con miedo. Igual les costaba sacarme declaraciones porque yo no polemizaba con nada. Por mi familia, que además somos muy introvertidos, también me cuestioné si valía la pena. En el concurso me tenía fe, porque tengo confianza en lo que hago. Pero soy complicada con el trabajo en equipo. Creía que me podía ir bien porque si me meto en algo es para tratar de hacerlo lo mejor posible. Pero tenía muy presente que eso además de un programa de cocina era un show.

¿Ahora tenés algún proyecto a futuro?

No. Creo que el destino y la vida me han ido mostrando que se va haciendo el camino en la marcha. Nunca proyecté a largo plazo. Ahora estoy superdisfrutando el momento de mis trabajos en tele y radio y del libro, que realmente fue un hijo de papel. Con ninguno de mis tres hijos dormí tan poco como cuando escribí este libro. Fue un año de pasarme jornadas kilométricas escribiendo. Como soy muy cuidadosa, todo lo que está en el libro fue extremadamente verificado.

En efecto, incluís una bibliografía potente.

Sí. Porque es algo que va a quedar plasmado en el papel. Leí muchísimo. Me pasó que en muchos casos, incluso entre fuentes oficiales, había diferencias. Me llevó tiempo porque una cosa te lleva a la otra y de repente leía documentos enteros para un párrafo. Es lo que me pasa con las columnas, que son 20 minutos al aire pero me paso leyendo, busco y rebusco. A veces la gente te dice, “vos que sos química, tal cosa”. Y yo no sé. Tengo las herramientas para ir a buscar, entender la información y transcribirla. Tengo la base de lo que estudié, pero siempre necesitás ir buscando cosas nuevas. Aprendiendo vas a estar hasta el final.

Camilo dos Santos

Si tuvieras que separar a la Leticia química de la cocinera, ¿cómo definirías a una y otra? 

Es muy difícil. Porque cuando trabajo en la cocina lo hago con metodología de ingeniera. Soy muy metódica. Cuando estoy en mi casa lo hago naturalmente, pero con otra connotación. Me gusta que mis hijos compartan conmigo la cocina y creo que ese es el valor más grande de la Leticia cocinera. Y, claro, cuando cocinás con niños se pierde toda la metodología y todo se transforma en un lindo caos que disfruto mucho. 

 

Leticia Cicero. Entre la química y la cocina 

Luego de escuchar sus columnas en la radio, uno de los responsables de la editorial Penguin Random House en Uruguay contactó a Cicero. Esa amalgama entre la química y la cocina podía llevarse a un libro. Así fue como luego de un año de arduo trabajo, la cocinera publicó Leticia Cicero. Entre la química y la cocina.
Entre la química y la cocina- Fotos: Mauricio Pizard y Joaquín Pastorino
No es un recetario. Tampoco es un manual de química. El libro es, además de una puerta de entrada al universo de su autora, una guía práctica y entretenida tanto para los que saben de cocina como para los curiosos que buscan adentrarse en el mundo de la gastronomía doméstica.
Entre algunos de los contenidos, se incluyen consejos de Cicero para optimizar los tiempos en la cocina –desde la organización de las compras hasta el meal prep (planificar y semipreparar el menú de la semana) y el batch cooking (preparar por lotes)– y para aprender a utilizar correctamente los electrodomésticos. La cocinera también advierte cómo se debe manipular los alimentos, explica cómo refrigerar y congelar la comida y detalla cuáles son los distintos métodos de cocción. Además, incluye un capítulo titulado “Mitos en la cocina versus ciencia” que es toda una joyita. Por supuesto, también se incluyen varias recetas dulces y saladas sencillas, sanas y deliciosas.
Las fotos del trabajo editorial son de Mauricio Pizard y Joaquín Pastorino (autores de Ollas).

Su cocina

Entre la química y la cocina- Fotos: Mauricio Pizard y Joaquín Pastorino

  • Alguna obsesión: el orden 
  • Postre estrella: pavlova
  • Ingrediente que más usa: harina
  • Utensilio que nadie puede tocar: no tengo, no soy celosa de mis herramientas
  • Referentes:  Anna Olson y Osvaldo Gross, que también es químico
  • Qué música suena: Sabina o Pedro Guerra
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