Museo Numismático del BCU

Los bancos y el trabajoso arribo del capitalismo

Una historia del dinero en Uruguay (V)

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08 de noviembre de 2017 a las 05:00

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Aunque en 1824, durante la dominación brasileña, se había propuesto sin éxito la creación de un Banco de Montevideo, el sistema financiero uruguayo recién se originó después de la Guerra Grande, en la década de 1850, impulsado por el sector privado.

Uno de los principales intereses de quienes proponían abrir bancos era emitir papel moneda, que se podía prestar por un precio (interés). El principal argumento a favor de estas iniciativas era que los bancos facilitarían el ahorro y reducirían el costo del crédito. Otras necesidades eran las operaciones de comercio exterior, cada vez más sofisticadas, y la canalización de la deuda pública.

Papel fiduciario en la campaña

Hasta entonces el crédito dependía de particulares, comerciantes o dueños de almacenes rurales ("pulperías"), que muchas veces aplicaban intereses usurarios. Entre los principales prestamistas de la era pre-bancaria, que financiaron tanto a los particulares como a los gobiernos, se contaron Lucas Obes, José Ellauri, Juan María Pérez, Jorge y Ramón de las Carreras, Francisco Joaquín Muñoz, Manuel Herrera y Obes, Agustín de Castro, Antonio Montero y —décadas más tarde— Francisco Joanicó, Mateo Magariños y Samuel Lafone.

Billete de 1871 del Banco Mauá.
Billete del Banco Mauá de 1871, durante el gobierno de Lorenzo Batlle

Era muy común que los comercios de la campaña emitieran vales, que cumplían el papel de billetes, o "señas de lata", que equivalían a monedas. Su valor se basaba en el prestigio del emisor, que solía ser superior al de los gobiernos

Hasta bien entrado el siglo XX muchos comerciantes de cierto poder y credibilidad, desde la Casa Evans de Conchillas, Colonia, hasta los "turcos mercachifles" que recorrían la campaña en carro, emitían vales o "notas", una suerte de papel moneda basado en la confianza, y cumplían el papel de acopiadores, proveedores, prestamistas, contratantes de futuros (forwards) o depositarios.

Por ley de 1860, al igual que en otras ocasiones, se prohibieron las emisiones privadas de billetes de alcance local por casas de comercio, en el Litoral o la frontera con Brasil. Pero esos instrumentos continuaron funcionando, así como las "señas de lata", pues ciertos comerciantes merecían más confianza que los gobiernos.

Los bancos Mauá y Comercial

Por ley del 2 de julio de 1857, durante el gobierno de Gabriel Pereira, se autorizó la apertura del Banco Mauá, propiedad de Irineu Evangelista de Sousa, un personaje decisivo en la historia de Brasil y Uruguay, según se comentó en el capítulo anterior de esta serie. Luego se admitió la Sociedad de Cambios, que en 1858 pasó a denominarse Banco Comercial, que representaba a los comerciantes y productores rurales nacionales (con directores y capitalistas como Pedro Sáenz de Zumarán, Juan Dámaso Jackson, Jaime Cibils, Thomas Tomkinson, Pablo Duplessis y Samuel Fisher Lafone).

Ambas instituciones podían emitir papel moneda —una especie de certificados o pagarés ("promesas")— por hasta el triple de su capital, y estaban obligadas a canjearlo por oro o plata, si así lo deseaban sus tenedores. También se abrieron el Banco de la villa de Salto y el Banco Comercial de Paysandú, entre otros, que cumplieron funciones similares en sus áreas de influencia.

Un mundo global

Por entonces el mundo capitalista, que se propagaba a gran ritmo, sufría su primera gran crisis global. La recesión mundial se inició en Estados Unidos, la potencia emergente, debido a la enorme expansión productiva, y se extendió a Europa.

La Revolución Industrial, llamada a cambiar la faz de la Tierra más que cualquier otro fenómeno en la historia, liberaba fuerzas enormes pero sabía muy poco sobre sus límites. Karl Marx, ya exiliado en Londres, quien hasta entonces era el hazmerreir entre sus amigos por su constante profecía de una gran crisis que acarrearía una revolución socialista y acabaría con el capitalismo, se puso exultante y superó la depresión en que estaba sumido desde la muerte de su hijo Edgard, según narra Jonathan Sperber en su excelente ensayo biográfico.

Una de las medidas tomadas por el gobierno de Estados Unidos para sincerar su economía fue el retiro de parte del dinero circulante. Los anglosajones también aprendían sobre papel moneda. Pero el efecto de esa crisis en Uruguay fue relativamente marginal, debido al primitivismo del país y a su todavía escasa vinculación con la vanguardia económica internacional. Luego la conexión iría en aumento, así como las repercusiones locales de las alzas y de las bajas acontecidas en Estados Unidos y Europa.

En 1859 Mauá abrió agencias en Salto, Paysandú y Entre Ríos, a pedido de su cliente y amigo, el caudillo Justo José de Urquiza, presidente de la Confederación Argentina.

En su minucioso ensayo "Los bancos", publicado en dos tomos, el historiador Juan Pivel Devoto cuenta que en Paysandú "había un señor Vidal que hacía 20 años no dejaba su tienda (pulpería) en una casa primitiva de piedra, ni siquiera para concurrir a la plaza a la fiesta anual de la Virgen, lo que era de orden, ni a ninguna otra. Con la instalación del Banco (Mauá) quebrantó su propósito de permanecer aislado como un anacoreta, y vistiéndose en traje dominguero del tiempo del virrey Liniers, fue a rendir visita a Carreras (gerente del Banco Mauá), llevándole algunos cientos de peluconas, onzas de oro, que había tenido enterradas y con las que solicitaba abrir cuenta corriente".

La era del barón de Mauá

Irineu Evangelista de Sousa, un gaúcho de origen modesto que en 1854 recibió el título de barón de Mauá y en 1874 el de vizconde, fue decisivo en la introducción de la industria, la banca y ciertos servicios modernos en Brasil, por entonces un país muy primario y esclavista que vivía de las plantaciones de azúcar y cacao. Fabricó conductos de hierro fundido para entubar el río Maracaná y proveer así de agua a la ciudad de Rio de Janeiro, compró un astillero y una fundición en Niteroi, en el que se fabricaron gran parte de los barcos civiles y militares del Imperio, y en 1854 financió la construcción entre Petrópolis y Rio de Janiero de la primera vía férrea que tuvo el Brasil. Organizó una compañía de navegación fluvial en el Amazonas, creó un sistema de iluminación a gas para la capital y multiplicó sus inversiones de manera tal que hacia 1853, cuando tenía apenas 40 años, era de lejos el hombre más rico del Brasil.

Retrato del barón de Mauá
Retrato de Irineu Evangelista de Sousa, ya vizconde de Mauá

En 1851 contribuyó decisivamente a la creación del Banco do Commercio e da Industria do Brasil y en 1855 fundó la casa bancaria Mauá, Mac Gregor y Cia., con sedes en diversos países, que sería conocida en general como el banco de Mauá. Más tarde impulsó el tendido de un cable telegráfico que unió, a través del Atlántico, a Brasil con Europa.

Irineu Evangelista también montó en Uruguay otros negocios, además de su banco: la Compañía del Gas, inaugurada en 1862; el dique Mauá, iniciado en 1869; la Compañía Agrícola y Pastoril, cerca de Mercedes, que contó con 200.000 hectáreas de campo, un rebaño de 250.000 ovinos, bovinos y equinos y una fábrica de carnes en conserva.

Mauá supo ver que, pese al caos político y la delincuencia pública y privada, la economía de Uruguay se recuperaba de la Guerra Grande con enorme vigor, no había trabas para la empresa y se recibían casi la misma cantidad de inmigrantes que Brasil.

El crédito nacional y el gobierno como cliente

Según Juan Pivel Devoto, que hizo una formidable recopilación de datos sobre los inicios de la banca en Uruguay, el Banco Mauá era hacia 1867 el único de real alcance nacional, que no sólo prestaba dinero a gobiernos derrochadores sino también a comerciantes, agricultores y artesanos. Pivel sostuvo que Mauá "organizó el crédito nacional, la deuda pública e influyó en el manejo riguroso de las rentas nacionales".

Pero el Banco Mauá estaba en una situación muy comprometida: sus créditos al gobierno uruguayo eran crecientes, pues también financiaba guerras —la lucha contra la revuelta que Venancio Flores inició en 1863, la guerra contra Paraguay a partir de 1865— y eran cada vez más incobrables.

En 1863 se sumó a la plaza montevideana el Banco de Londres y Río de la Plata (The London and River Plate Bank, de capitales británicos), como sucursal del que abrió en Buenos Aires. Su nombre a partir de 1865 fue The London and River Plate Bank Limited, amplió sus actividades a otros países de América del Sur y luego, tras su fusión en 1923 con el Banco de Londres y Brasil, pasó a llamarse Banco de Londres y América del Sud. Después de diversas compraventas, operó en Uruguay bajo el nombre Lloyds TSB, hasta que en 2013 fue adquirido por el banco suizo Heritage.

Todos esos bancos, y muchos otros nuevos, emitieron papel moneda respaldado en metálico, organizaron el ahorro y el crédito, y ofrecieron expedientes financieros para hacer pagos a distancia sin necesidad de transportar especies metálicas —prerrequisito del desarrollo del comercio—. Pero nada fue demasiado sencillo en un país desierto y bárbaro que se construía trabajosamente.

Próxima nota: La creación del peso uruguayo y la introducción del sistema métrico decimal

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