Los futuros candomberos

Cada vez son más las personas que se arriman a las escuelas de candombe para aprender a alzar esos repiques que en cada febrero, con las Llamadas, erizan el asfalto de Isla de Flores en pleno Barrio Sur

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08 de febrero de 2012 a las 18:41

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Una vez más, las Llamadas vuelven a copar las calles de los barrios Sur y Palermo. Una vez más, el candombe resonará a través de las maderas y los cueros de Ansina, Cuareim y Cordón, esos tambores que, como en cada febrero, harán erizar el empedrado de Isla de Flores. Allí, cada vez se mezclan más los tamborileros que forman parte de un verdadero linaje de candomberos –como Carlos Larraura, Waldemar “Cachila” Silva y Alfonso Pintos, entre otros– con los que recién están haciendo su primera Llamada tras pasar unos meses estudiando en alguna de las muchas escuelas de candombe que existen en Montevideo.

Sin duda, las escuelas de candombe son hoy las encargadas de formar a los futuros candomberos o tamborileros que mantendrán viva una tradición ancestral que se remonta al Montevideo colonial, y que cada vez gana más adeptos dentro y fuera del país. Pero también estas escuelas son un fenómeno con poco más de una década de vida, ya que antes el candombe se aprendía en las familias con tradición candombera o bien en las calles y, nunca mejor dicho, a los golpes, pero no por la forma de tocar los tambores, sino por el derecho de piso que debía pagarse para salir en una comparsa de negros y lubolos.

“Hace unos diez años era muy diferente. El que tenía un tambor y se acercaba a una cuerda tenía que cumplir una serie de requisitos para empezar a tocar. Primero tenía que colaborar en las diferentes cosas que mueven a una comparsa, como llevar una bandera, un estandarte o una estrella y después se veía si, con suerte, un día lo dejaban salir tocando un tambor. Cuando eso pasaba, primero era con un tambor chico, durante varios años, cuatro o cinco. Eso cambió. Hoy en día, alguien que empezó a tocar el tambor hace cinco o seis meses y tiene condiciones, seguro sale. ¡Antes era inviable, era imposible! Tenías que estar cuatro o cinco años tocando el mismo tambor y recién ahí ver si salías”, señaló a El Observador Daniel “Tatita” Márquez, percusionista, músico y docente desde 1998.

Márquez recuerda que a principios de la década de 1980 –cuando las Llamadas se realizaban con ida y vuelta, subiendo por Isla de Flores hasta Minas, donde se volvían a templar los tambores para luego bajar por Durazno– el único lugar en el que se enseñaba candombe formalmente era en La Casa Solidaria, ubicada en Gaboto y José Enrique Rodó, donde daban clases Fernando Ramírez y Sergio Silva.

“Probablemente hubiera otras y desde mucho tiempo antes, pero el candombe se aprendía en la calle, al menos hasta fines de 1990, cuando el candombe tomó otra magnitud y empezaron a formalizarse distintas escuelas”, remarcó Márquez, fundador en 1999, junto con Gustavo Fernández, de Tamborilearte, una de las primeras escuelas de candombe de Montevideo, desde la que fueron surgiendo a su vez otras escuelas, como el Taller Integración, con Héctor Suárez a la cabeza.

Actualmente, al frente de Tamborilearte está Fernando “Chupete” Gómez, quien dijo a El Observador que el interés de las personas por acercarse al tambor y aprender candombe ha ido creciendo mucho.

“En los 13 años que tenemos de vida hemos visto pasar centenares de personas que hoy forman parte de varias de las comparsas que salen en las Llamadas. De hecho, aquí ha venido gente a aprender candombe de cero y hoy son directores de comparsas”, señaló Gómez, quien agregó que la escuela tiene un promedio de 45 alumnos por mes, que van desde los 9 años de edad hasta los 70, con grupos para principiantes o bien para un nivel intermedio y avanzado, dado que si un alumno ya toca un tambor y tiene condiciones en la escuela los preparan para los desfiles que se hacen en el barrio o las Llamadas.

Otro de los personajes que hizo punta en la formación de alumnos es Sergio Ortuño, quien en 1996 abrió la Escuela de Candombe de Mundo Afro, contando en aquel entonces con más de 30 personas que al mes, divididas en tres días por la semana, iban a aprender a tocar el tambor.

“Aquello fue toda una novedad en la época: por eso creo que hubo mucha gente que se acercó al candombe. Sin embargo, eso no ha cambiado mucho, porque la gente se sigue acercando con ganas de aprender. Hoy, en los talleres que damos en Triangulación Kultural, empezamos con cuatro alumnos y ahora tenemos 30 que vienen mes a mes a tocar”, puntualizó Ortuño a El Observador, quien acotó que lo de aprender a tocar el tambor en la calle es parte también de un mito montevideano y que no hay que olvidarse que la cuna del candombe no solo está en los barrios Sur y Palermo, sino también en la Unión, Villa Española y el Cerro.

Más allá de que alrededor del piano, el chico y el repique existen varios mitos, lo cierto es que el futuro el candombe –no el de las Llamadas– está cambiando, de la mano de las distintas generaciones que se van arrimando a su sonido, renovándolo, dándole otros colores y brillos. Porque algo es indudable: cada vez más se escucha en las esquinas de los barrios montevideanos un repiqueteo con mayor calidad.

Chico, piano y repique
En Montevideo existen tres formas clásicas de tocar el candombe: el toque de Ansina, el de Cuareim y el toque de Cordón. El primero surgió en el barrio Palermo, en el edificio de inquilinato Barrio Reus al Sur, conocido también como Barrio Ansina, cuna de este toque que se caracteriza por el punzante sonido de sus tambores piano en diálogo entre sí y con los tambores repique. El segundo se origina en el mítico conventillo Mediomundo de la calle Cuareim 1080, corazón del Barrio Sur. Este estilo se destaca por el sonido de sus tambores chico y repique, mientras que los piano mantienen un ritmo más cadencioso y lento. El tercero, el toque de Cordón, surgió en el conventillo Gaboto y fue creado por los hermanos Pintos. Si bien tiene algunas similitudes con el Ansina, el Cordón tiene mucha más velocidad y sobresalen los pianos.

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