Camilo dos Santos

Los nacionales y los inmigrantes

Los que llegan de otro país deben encontrar rápido una acogida en Uruguay

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30 de octubre de 2018 a las 05:01

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Oponerse a la llegada de migrantes a Uruguay es una forma indirecta de asumir que no se comprende el siglo XXI. Puede resultar entendible reaccionar con sorpresa ante la presencia de ciudadanos de otros países, lo que no resulta comprensible es pretender adjudicarles las razones de fracasos individuales y colectivos. Es un dato de la realidad que Uruguay viene recibiendo cada vez más nuevos inmigrantes principalmente de Venezuela, Cuba, República Dominicana, Colombia y Perú. Los datos de la Dirección de Identificación Civil de las cédulas de identidad emitidas a extranjeros en el último año indican que 5.611 venezolanos, 3.510 cubanos, 809 colombianos, 604 peruanos y 494 dominicanos fueron los más recientes en obtener el documento.

Pero, esas cifras se quintuplican en algunos casos. Es un hecho que son cada vez más los inmigrantes que arriban. Su presencia le está cambiando la cara a los trabajos en Uruguay y eso es bueno.
¿Quién no fue atendido en un bar por un mesero cubano? ¿O viajó en un Uber de un conductor caribeño? ¿O encontró en un taller a un mecánico venezolano? ¿O compró en una verdulería de dominicanos, trató con un guardia con acento foráneo o reconoció otras tonadas del castellano al hablar con universitarios? Como nunca antes los oficios, profesiones, labores y lugares donde hay inmigrantes latinoamericanos trabajando pasan a ser moneda corriente en Uruguay.

Camilo dos Santos

Basta ver la marcha de miles de hondureños que atraviesa México en estas horas o las barcazas llenas de africanos que cruzan el mar Mediterráneo para comprender que el siglo XXI es un tiempo donde las personas van a migrar. Los pueblos se van a mover en busca de un futuro mejor y un porvenir. Negarlo es como querer tapar el sol con un dedo. Debido a ello es que Uruguay debe prepararse para ver cambios estructurales en su población. 

Basta ver la marcha de miles de hondureños que atraviesa México en estas horas o las barcazas llenas de africanos que cruzan el mar Mediterráneo para comprender que el siglo XXI es un tiempo donde las personas van a migrar.

Los motivos de las migraciones cambian según la circunstancia. Una cosa es el venezolano que huye de la cruel tiranía de Nicolás Maduro, o el cubano que quiere zafar de la dictadura comunista. Muy distinta es la de los que llegan en busca un mejor futuro económico. Pero –en todos los casos– nadie migra de su país si allí está bien y puede progresar. Que elijan Uruguay, pese a todas las dificultades que tenemos, debería ser visto como algo positivo.

Camilo dos Santos

En una ciudadanía envejecida como la de Uruguay, con enormes dificultades para crecer en número, donde la pirámide poblacional decrece, y el déficit del sistema previsional es abismal, abrirles las puertas a los inmigrantes que quieran trabajar debería ser hasta una política de Estado. No algo para dejar librado al azar. Mucho más teniendo en cuenta el origen de Uruguay. Un país que se formó con inmigrantes gallegos, vascos, catalanes, franceses, italianos, portugueses, libaneses, armenios, británicos, africanos, rusos, entre otros, debería recibirlos con los brazos abiertos. Por lo antedicho, querer plantear una dicotomía entre migrantes o nacionales es un error. Las poblaciones migrantes deben encontrar rápido su lugar en el país y cuanto antes ser asimiladas por los uruguayos. Se trata de una decisión que beneficiará al país y a su vez aliviará la pena de aquellos que forzosamente deben dejar sus tierras. Después de todo, es lo que corresponde, puesto que la inmensa mayoría de los uruguayos somos descendientes de inmigrantes. 

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