Niños influencers cada vez más jóvenes enfrentan los problemas de internet

¿Pueden estos niños, lanzados al estrellato desde los cinco o seis años de edad, entender el mundo en el que se encuentran?

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29 de julio de 2022 a las 09:10

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En la conferencia VidCon, la reunión anual de creadores digitales en el sur de California, los influencers más exitosos se arremolinan en torno a salones exclusivos, recibiendo productos promocionales gratuitos y posando para sesiones fotográficas en telones de fondo curados o plataformas giratorias.

Jabria, Laurie y Zan son iguales a los demás asistentes en cuanto a su enorme presencia en Internet. Pero a diferencia de los demás, que son en su mayoría adolescentes y veinteañeros, estos tres — cuyas actuaciones en vídeo han acumulado millones de visitas — sólo tienen cinco o seis años, y están acompañados por Katrina, la dueña de su guardería que se ha convertido en su acompañante.

Forman parte de la nueva generación de los llamados niños creadores — o niños influencers (“kidfluencers”, en inglés) — que están alcanzando el estrellato viral en plataformas como TikTok, Instagram y YouTube a edades cada vez más tempranas.

Los acuerdos con las marcas y los “fondos para creadores” de estas plataformas de redes sociales han convertido el rol de influencer en una carrera viable y, quizás, ilustre. Según una encuesta realizada en 2019 por Harris Poll y Lego, de 3,000 niños de entre 8 y 12 años de EEUU, Reino Unido y China, casi el 30 por ciento dijo que aspiraba a ser un YouTuber cuando fuera mayor, superando a otras profesiones populares como astronauta o músico.

Algunos niños crean vídeos con herramientas de edición fáciles de usar desarrolladas por las plataformas. Otros son lanzados al mundo online por los padres que comparten contenidos de ellos, o “sharenting” (el uso de las redes sociales para compartir noticias o imágenes de los propios hijos). En el extremo del sharenting, las mamás blogueras pueden forjarse una carrera como personalidades de las redes sociales antes de crear cuentas sobre o para sus hijos, a veces cuando aún están en el vientre.

Y hay padres que administran “canales familiares”, que suelen mostrar la vida doméstica o la comedia intergeneracional. La familia Bucket List, que comparte en YouTube vídeos semanales de sus viajes y “aventuras de la vida familiar en casa”, tiene 2.6 millones de seguidores en Instagram, mientras que los padres de la familia Kab dejaron sus empleos para administrar un canal familiar en YouTube y tienen 1.2 millones de seguidores en Instagram.

De forma alternativa, una persona ajena a la familia puede ser la figura principal. Jabria, Laurie y Zan aparecen con La’Ron Hines, el hijo de 20 años de Katrina, en un programa de TikTok llamado, “¿Eres más inteligente que un niño de preescolar?”. Les hace preguntas que ellos probablemente no entienden; ellos dan respuestas ingenuas y fantasiosas. “Se divierten con ello, les encanta hacer los vídeos”, me dice Katrina, y añade que ahora tienen acuerdos de patrocinio con marcas como Puma, proporcionando dinero para su futuro y mucha mercancía gratis.

Quizás esto sea una visión reconfortante. Pero los niños enfrentan los mismos riesgos de seguridad que cualquier usuario de las redes sociales: la posibilidad de ser víctimas de ciberacoso, depredadores o violaciones de la privacidad.

Como dice Brooke Erin Duffy, profesora asociada del departamento de comunicación de la Universidad Cornell, estos niños tienen mentes jóvenes con una alfabetización digital en evolución. “No sé si entienden completamente las implicaciones de que se magnifique todo lo que haces, y de tener una huella digital que te seguirá durante quién sabe cuánto tiempo”.

Al ver a algunos de los niños en la VidCon de junio, demasiado tímidos para mirar a los ojos a un adulto, pero impulsados por sus padres a ser el centro de atención, me pregunté sobre el riesgo de explotación.

Algunos padres dependen de las cuentas de influencers de sus hijos o de sus páginas familiares como principal ingreso. Otros pueden utilizar a un niño para impulsar su propia celebridad. Pero, ¿puede un niño distinguir entre trabajo y ocio? ¿Comprenden el significado de una remuneración digna? ¿El dinero que ganan llegará a sus propios bolsillos? “Cuando se involucran los padres, los niños pueden perder el control de sus propias vidas”, dice Duffy.

El Reino Unido y EEUU cuentan con sólidas leyes laborales y para actores que protegen a los niños actores y músicos, pero no se extienden al campo no regulado de los contenidos generados por los usuarios, que sigue siendo una zona gris desde el punto de vista legal. En Gran Bretaña, una comisión parlamentaria ha pedido recientemente más controles para cerrar esta “brecha legislativa”. Académicos estadounidenses han hecho llamamientos similares.

Los padres y tutores deben cargar con la mayor parte de la responsabilidad por sus hijos. Pero las agencias de talento y los anunciantes podrían asumir alguna responsabilidad y crear nuevas normas. Desde hace tiempo, los niños son una poderosa fuerza de ventas que, según los investigadores, puede ser más eficaz que los adultos a la hora de venderles juguetes, juegos y servicios a otros niños.

Las agencias se muestran en gran medida reacias a tomar medidas por el costo potencial o la interrupción del negocio, sostiene Crystal Abidin, antropóloga digital y profesora asociada de la Universidad Curtin de Australia. “Cuando se habla de comercializar la infancia, las marcas son realmente los que definen y aceleran la industria”, añade.

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