La enorme repercusión que tuvo la entrevista que le hicimos a Sergio Massa es una gran oportunidad para hablar sobre cosas que se mantienen ocultas, y que es muy sano aclarar.
Massa vino a La Cornisa porque las encuestas están muy parejas y necesita de un voto que hoy no tiene. El voto de quien está dudando sobre quién es “menos peor”. Para que se entienda bien: esperaba convencer a algún desprevenido de que Milei es todavía peor que él.
Massa está acostumbrado a responder con medias verdades, y cierta comodidad. En especial ante periodistas y medios con lo que tiene afinidad. O coincidencia de intereses. Es natural y hasta comprensible que se enoje o reaccione mal frente a preguntas que contienen datos. Es lógico que se salga de su eje ante afirmaciones conceptuales, como la idea de que, dentro de Unión por la Patria, se volvió algo que antes no era: un populista de manual. No hay que hacer un mundo de eso. Si, se pueden analizar las consecuencias de su incomodidad: al enojarse e intentar dar clases de periodismo, Massa perdió un tiempo divino que podría haber aprovechado para convencer, con propuestas concretas, a los que todavía dudan.
Massa no pudo responder sobre las dos grandes dudas que explica el enorme rechazo que todavía recibe de la mayoría de los votantes. Una: por qué va hacer algo distinto a lo que viene haciendo desde que es ministro, con resultados muy malos (duplicando la inflación, triplicando el valor del dólar, generando más de 2 millones de nuevos pobres y repartiendo plata sin respaldo), mientras todo se vuelve peor. Dos: por qué no hará más de lo mismo si continúa siendo parte de una alianza fallida con Cristina Kirchner, Máximo y una lista de impresentables que incluyen a Hugo y Pablo Moyano, Roberto Baradel, Luis D'Elía, Juan Grabois y todos los “dirigentes sociales” a quiénes va a tener que compensar.
Las dudas se hubieran disipado si anticipaba los nombres de sus principales ministros. El jefe de Gabinete: el de Economía, Justicia, Seguridad, Relaciones Exteriores, Salud y Educación.
Pero no pudo, no quiso o no le convino responder.
Se acrecienta entonces la gran sospecha de que el acuerdo con Cristina que le permitió ser candidato a presidente viene con una factura K enorme.
Una factura que se conocerá, si gana, después del domingo 19 de noviembre.
Un pasaporte a la pesadilla de la continuidad.
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