Pedro Luque, el ojo uruguayo en Hollywood

Egos, proyectos y otros desafíos en la gran carrera de un director de fotografía
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25 de junio de 2016 a las 05:00
Matías Castro, especial para El Observador

Pedro Luque está en Atlanta, Estados Unidos, filmando la película Jacob´s ladder, una remake de la que aquí se llamó Alucinaciones del pasado, protagonizada por Tim Robbins. Este uruguayo de treinta y cinco años puede ser poco conocido para el público en general, pero su nombre recorre buena parte del cine nacional reciente, ya que fue director de fotografía de documentales como La matinée, Palabras verdaderas, Hit y ficciones como El cuarto de Leo, Ataque de pánico, Miss Tacuarembó, Relocos y repasados, La casa muda y Dios local, entre muchas otras.

Su trabajo es tan visible como poco apreciado por buena parte del público, ya que consiste en ocuparse de la imagen, los desplazamientos de cámara, los encuadres, las luces, lo que está dentro y fuera de cuadro y lo que está o no en el foco de su lente. En una película como La casa muda, cuyo estilo requería contar la historia sin cortes aparentes y en el marco de un ambiente oscuro y opresivo, su labor es notoria para cualquier espectador. Lo mismo en Don´t breathe, la última película del uruguayo Federico Álvarez, que transcurre en buena medida dentro de una casa a oscuras.

"Tuve mucha suerte", dice Luque con respecto a una carrera que también lo llevó a filmar comerciales por todo el mundo. "Toda la vida me pasé preparándome rodeado de imágenes. Mi padre es arquitecto y mi madre es psicóloga. Yo leía cómics desde chico, dibujaba y siempre estaba rodeado de arte. Y por eso terminé dedicado a la imagen, aunque suene superficial". Como egresado de la Escuela de Cine del Uruguay, fue uno de los pocos que se dedicó desde el comienzo a la fotografía y por eso se destacó rápidamente. Así es que fue contratado por la productora París Texas junto a Fede Álvarez.

Con él filmó muchísimos comerciales y sobre todo el corto Ataque de pánico, ese en el que robots gigantes arrasaban con Montevideo, que fue visto por miles y le abrió las puertas de la industria estadounidense a Álvarez y a su guionista Rodolfo Sayagués. Más o menos por esa época, Luque y su esposa tenían una hija chica y la idea de vivir en el extranjero, así que probaron suerte. Luego vino el éxito de La casa muda, que tuvo una gran repercusión en el exterior y se convirtió en la primera película local de la que se hizo una remake en Estados Unidos.


Al poco tiempo, lo llamó el director británico Ross Clarke, impresionado por La casa muda. Hubo una reunión en Montevideo y, entonces, hubo mudanza para filmar Dermaphoria, una película con Ron Perlman que solo fue exhibida en festivales. De ahí en más, Luque no paró de trabajar para el extranjero: entre otras cosas hizo la fotografía de la serie de HBO El Hipnotizador y recientemente trabajó en Don´t breathe, en la que volvió a colaborar con su amigo Álvarez.

"Encontré a Fede muy tranquilo y seguro en el set, tal vez gracias a que le fue bien con Evil dead. Además le tengo confianza ciega. Y como nos conocíamos, nos entendemos con pocas palabras porque venimos de una historia similar. Con otros directores no tengo esa conexión", explicó.

Yo tengo que ser lo suficientemente egocéntrico como para pensar que lo que quiero para una escena es lo mejor"

Una cosa que siempre decimos con Fede cuando hacemos algo, es que "si está bueno, está bueno", no le buscamos más vueltas y coincidimos. Y es importante la buena conexión con el director, porque te pasás cuatro meses de trabajo enteros trabajando todo el día, y tenés que tener una relación buena, lo más normal y divertida posible... A él le encanta la cámara y lo hace muy bien. Hicimos storyboards (o sea series de dibujos que muestran lo que se verá) de las escenas complicadas, pero sobre todo para ensayar nuestras ideas. Pero después Fede fue muy específico con lo que quería, así que lo dejé con el operador de cámara. Desde mi lado creo que esta colaboración entre directores y directores de fotografía es una cosa como diplomática, política, porque no me interesa aportar solo por hacerlo, sino que mi objetivo es que la película quede bien. Es un trabajo en equipo".

Ese trabajo en equipo, además, implica un gasto de dinero que se mide en días y horas, cosa que hace que los rodajes, especialmente los de los comerciales, se hagan bajo mucha presión para cumplir con el cronograma y no gastar más de la cuenta. En el cine, explica Luque, no hay tanta diferencia entre una producción chica o una superproducción: "Cuando hicimos La casa muda teníamos US$ 8 mil que nos permitían filmar en tres días. Pero cuando estábamos ahí nos dimos cuenta de que necesitábamos un día más porque no sabíamos cómo resolver bien la escena final de la película. Y cuando le pedimos a (el productor) Gustavo Rojo que nos habilitara un día más, nos quería matar. Por suerte, después la película fue un gran éxito. Entonces creo que es lo mismo: para Gustavo esa plata era la vida, y para estos productores con los que hago Jacob´s ladder, que es mucho más grande, también".

"De tanto filmar y filmar, se te ocurren cosas. Y si se te ocurre algo que está bueno, los directores lo aceptan. Porque al final ambos créditos aparecen en la película. Yo a los del equipo les digo siempre que me digan lo que se les ocurra, y siempre hablamos", explicó Luque. Para Luque el trabajo del director de fotografía es, en parte, ser "el motor del set de filmación", en el sentido de que su movimiento o inactividad afecta al resto del equipo.



Es un trabajo en el que se pueden cruzar los egos y la capacidad de cooperación, especialmente entre aquellos que tienen cargos de dirección. "Para mí el ego es el gran tema", asegura. "Yo tengo que ser lo suficientemente egocéntrico como para pensar que lo que quiero para una escena es lo mejor. Y a la vez, tengo que tener la voluntad de pelear para defender eso. Por otra parte, hablando con (el director) Pablo Casacuberta, entendí que uno no se da cuenta de cuando se está equivocando en algo. Lo terminás viendo después. Y por eso siempre tengo una vocecita que me auto cuestiona cuando tengo que tomar estas decisiones. Hay algunas que uno racionaliza y otras que son simplemente ideas al vuelo. Lo mismo le pasa al director, pero a un nivel más grande. Ahí para mí está la gran lucha. Y al final, la gente con la que intento trabajar es la que es más abierta, la que tiene menos ego".

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