Una libertad en peligro

Costó siglos conseguirla. Hoy se puede perder con gobernantes democráticos

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17 de octubre de 2012 a las 00:00

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Una libertad en peligro



La libertad de expresión, tanto a nivel individual como a nivel general, es la piedra angular sobre la que se asientan las demás libertades políticas y económicas. Sin posibilidad de expresarse pública y libremente no hay posibilidad de votar libremente, ni de convocar a votar ni de explicitar las razones por las cuales votar a X o a Y. En los cementerios no hay elecciones. Por eso, la primera libertad que cercenan las dictaduras es la libertad de expresión y, dentro de ella, la libertad de prensa. Costó siglos afianzar esta libertad, también fundamental para actuar como seres humanos que se comunican entre sí (en la familia, en la escuela, en el trabajo, con el vecino, con el amigo, con el enemigo). El hombre es sociable por naturaleza y la sociabilidad implica la libertad de comunicarse sin temor a ser detenido, callado, apartado. Ese fue el gran avance de la civilización occidental. Antes era muy fácil limitar la liberta de expresión y la de prensa. Salían los tanques a las calles e iban a las emisoras de TV, de radio y a las redacciones de los periódicos. Todos sabían lo que pasaba: la libertad de expresión, de hablar, de reunirse públicamente, de manifestarse, de convocar a una protesta estaba prohibido y claramente prohibido. Nadie podía llamarse a engaño.

En los tiempos que corren, y desde que gobiernos democráticos ejercen el poder autocráticamente, comienza a ejercerse en América Latina una censura distinta pero igualmente peligrosa que en la época de las dictaduras militares. Es una censura más sutil por parte de gobiernos elegidos democráticamente pero que de ejercicio democrático tienen poco y nada. Ganan elecciones con más del 50% pero no respetan las mayorías, ponen todos los recursos del estado en materia comunicacional a su favor. Y producen un argumento muy peligroso: dicen que hacen eso para combatir a empresas de medios poderosas que manipulan la opinión pública. Han instalado el peligroso concepto que describía Andrés Oppenheimer de las “dictaduras mediáticas” a las que hay que combatir. Y por tanto, el ataque a la libertad de expresión no viene de frente, no se pude visualizar igual que un comando de soldados entrando en una estación de TV.

Procuran desacreditar a la prensa libre. La ponen como enemigo. La sitúan en el mismo nivel que un partido de oposición y le pegan con igual frialdad que si fuera un adversario político. Desconocen las sentencias judiciales o manipulan a los jueces para que fallen a su favor como han hecho Chávez, Correa, CFK, Evo Morales. No reparan en que ellos mismos han ganado elecciones con la prensa en contra. El problema es que es difícil ser reelectos indefinidamente con libertad de expresión porque no se puede engañar a todo el mundo todo el tiempo, como señalaba Abraham Lincoln.

No hay tanques en las calles, ni soldados controlando las rotativas, pero la libertad de prensa y de expresión sigue siendo erosionada permanentemente. Si queremos vivir en una sociedad libre, nadie puede decir “no es mi problema”. Es problema de todos. La libertad de expresión a todos nos incumbe. Si nos las arrebatan por descuidarla, después no nos quejemos. Tendremos por todos lados “Ministerios de la Verdad Unica, de la Verdad Oficial”. Sería muy triste haber recuperado las libertades arrebatadas por gobiernos militares para perderlas con gobiernos elegidos democráticamente pero que actúan en forma autocrática.

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