Eduardo Espina

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Una mano a Manu

Ginobili, el mejor basquetbolista de latinoamericana en la NBA se acerca a su retiro pero mantiene su magia
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12 de mayo de 2017 a las 04:00
En 1900, el promedio de vida (en el mundo) de un hombre era de 31 años; en 1950, de 48 años; en la actualidad supera los 71 años.

La cifra viene en aumento, pero no se trata solo de una prolongación del cuerpo en el tiempo, pues también ha mejorado la calidad de vida. Hoy en día el ser humano puede seguir haciendo cosas a edades en que antes estaba muerto o bien tirado en un sofá esperando la conclusión irreversible de su ciclo vital.

En cuanto a deportes, ya ha sido ampliamente superada la época de la Grecia clásica cuando un atleta con intenciones de ganar las olimpiadas no debía haber cumplido todavía los 20 años de edad si quería lograr su objetivo.

En deportes (aunque puede aplicarse a otras actividades intelectuales y físicas), la edad de los competidores se ha transformado en noticia.

El cuerpo humano es una caja de Pandora –mejor de lo que Pandora se lo imaginó- de la cual seguirán saliendo sorpresas, no siempre relacionadas con resultados deportivos, aunque sean estos sorprendentes con mayor frecuencia de lo esperado.

Manu Ginobili es el mejor basquetbolista latinoamericano en la historia de la NBA. Incluso antes de tiempo integrará el Salón de la Fama de ese deporte.

El próximo 27 de julio cumplirá 40 años de edad. En 2016 dijo que se retiraba, pero finalmente decidió jugar otra temporada, motivado por su entrenador, Gregg Popovich, genio mayor.

Como era de esperar, la temporada no fue la más brillante de su carrera, pero como al tiempo le encanta el básquetbol (ningún otro deporte maneja la temporalidad tan bien), el martes se puso la camiseta de las Espuelas de San Antonio y le dio una mano a Manu.

Agonizaba el partido –uno de los mejores del año- y no había forma que San Antonio pudiera derrotar a Houston. Hasta que Ginobili, quien no había tenido buenos playoffs, hizo reaparecer su magia, esa que tanto extrañaremos cuando abandone las canchas.

Como los magos cuando en lugar de sacar un conejo sacan un tigre, el argentino sacó de su galera lo que quiso. Hoy en Houston se verá si el cisne cantó su mejor repertorio antes de irse de los rectángulos de juego, o bien seguirá postergando su jubilación mientras el tiempo no le ordene hacer lo contrario. Ojalá sea lo segundo.

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