Visita del Secretario de Estado sin sustancia y con sabor a Guerra Fría

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01 de marzo de 2018 a las 05:00

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Por Ricardo Aceves.

La política de Donald Trump hacia Latinoamérica ha tardado algún tiempo en materializarse, en parte porque la región parece tener una prioridad "baja" para el presidente de America First. No obstante, el Secretario de Estado Rex Tillerson comenzó el año con su primer gira latinoamericana desde que asumió el cargo, la que lo llevó a México, Argentina, Perú, Colombia y Jamaica a principios de febrero.

Previamente, un discurso de apertura de Tillerson en la Universidad de Texas y la publicación de la estrategia de seguridad nacional de la administración Trump en diciembre pasado llaman la atención, ya que los mensajes están cargados con un tono neo-Guerra Fría y los cuales proponen una búsqueda incansable de los intereses de EEUU en un mundo competitivo en donde o se gana o se pierde. En su gira, Tillerson reiteró el interés de EEUU en promover el crecimiento económico, la seguridad y la gobernabilidad democrática en el hemisferio. Sin embargo, el guión del Secretario se focalizó en sus adversarios, Cuba y Venezuela, los cuales son percibidos por el gobierno como estados deshonestos y antidemocráticos dentro de la región; mientras que China y Rusia son vistos como adversarios globales que pueden causar problemas en una región que ha estado históricamente bajo su influencia.

Dicho esto, se esperaba que ante esta situación Washington reuniría a sus aliados regionales en torno una visión democrática común para llevar a cabo una política concreta. No obstante, Tillerson hizo solo parte del trabajo, dejando varias respuestas al aire.

En la región existen una serie de gobiernos de centro-derecha aliados de Estados Unidos que se encuentran consternados con la situación en Venezuela y la crisis de los refugiados. No obstante, y por razones aparentemente obvias, estos gobiernos también han sido muy cautelosos a asumir el liderazgo de Trump, quien en una cena en Washington en septiembre pasado ante algunos presidentes de la región habló abiertamente de invadir Venezuela. No obstante, la reciente visita de Tillerson parece haber tranquilizado a los líderes, al afirmar que su gobierno tomaría un camino más consensuado.

Pero ha habido nuevos tropiezos en la relación. Los comentarios de Trump hacia América Latina han sido negativos —haciendo hincapié en el tráfico de drogas y el incremento del crimen— desconcertando a sus aliados naturales. Además, al igual que el vicepresidente Pence en su gira del año pasado a la región, Tillerson tampoco visitó la primera potencia regional, Brasil. Por otra parte, las relaciones con México —segunda potencia regional y preponderante socio comercial y estratégico para combatir al crimen organizado— permanecen tensas debido a los planes de EEUU de construir un muro fronterizo, deportar inmigrantes mexicanos e imponer políticas de comercio exterior restrictivas.

Por otra parte, las relaciones con Argentina son buenas, aunque la reciente imposición de aranceles a las exportaciones argentinas de biocombustibles ha enturbiado las relaciones. Perú y Colombia también tienen una buena relación con Estados Unidos, aunque persiste cierta preocupación por la incertidumbre sobre la dirección de la política de "guerra contras las drogas", ya que recientemente Trump sugirió que Estados Unidos recortaría la ayuda a países productores de drogas. El año pasado, Colombia recibió unos $450 millones para apoyar el acuerdo de paz con la guerrilla y la lucha antidrogas. Sin embargo, Tillerson reconoció que EEUU es el principal consumidos de drogas provenientes de la región, y que los países productores y consumidores deben trabajar juntos para hacer frente al problema.

Quizá el problema está es que hay un déficit de liderazgo en cuestiones de política económica. El crecimiento económico de Estados Unidos ha sido sin duda alguna muy beneficioso para las economías latinoamericanas en el último año y Estados Unidos aún sigue siendo (y lo seguirá por muchos años) el principal socio comercial de la región. Sin embargo, el alejamiento de EEUU de la globalización y su vuelco hacia un neo-proteccionismo ha dejado perplejos a sus socios regionales. Hasta cierto punto, se puede decir que le está dejando la puerta abierta a China.

El comercio entre América Latina y el gigante asiático ha crecido a un ritmo más que acelerado en la última década, llegando a más de $250 mil millones de dólares en 2016. Y aunque Tillerson ha reconocido que el comercio con China ha tenido algunos beneficios para Latinoamérica, afirmó que China tiene ambiciones imperiales y que sus prácticas comerciales desleales están perjudicando a los países de la región, ya que erosionan sus aparatos productivos, generando desempleo y bajos salarios.

Lo que es cierto es que para varias economías latinoamericanas China ha sido un valioso aliado en la lucha por diversificar sus exportaciones, además de que el gigante asiático —más que Estados Unidos— parece tener una visión más clara de los beneficios de la globalización, y apuesta a la inversión y el desarrollo de infraestructuras en América Latina. Esto contrasta con las pocas iniciativas específicas de comercio e inversión que Tillerson ofreció a sus homólogos latinoamericanos en su visita.

Por esta razón, aunque hubo cierto compromiso de coordinar una política hacia Venezuela, la visita de Rex Tillerson a América Latina parece haber quedado más como una re-edición de la doctrina de seguridad nacional que determinó las relaciones de Washington con la región durante la Guerra Fría, y verdaderamente lejos de lograr compromisos relevantes para el hemisferio.

Ricardo Aceves es un economista mexicano especializado en temas macroeconómicos latinoamericanos y actualmente trabaja como analista de riesgos crediticios en la región Iberia en CRIF Ratings en Barcelona. Anteriormente trabajó como Economista Senior de América Latina en la consultora FocusEconomics.

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