Argentina tiene reservas de uranio para 150 años, y planea reactivar su producción y enriquecimiento para uso energético.
Sierra Pintada, en Mendoza, es la mina de uranio más grande del país
El conflicto entre Irán, Israel y Estados Unidos reavivó el interés mundial por el uranio, un metal que puede ser utilizado tanto para la generación de energía como para la fabricación de armas nucleares.
La preocupación internacional por el avance del programa nuclear iraní volvió a poner en agenda los recursos de este elemento, que está presente en distintos puntos del mundo, incluyendo a la Argentina, donde existen reservas importantes, aunque hoy no se lo produce de forma activa.
El uranio es un elemento químico natural. Es un metal pesado, radiactivo, presente en bajas concentraciones en suelos, rocas, aguas e incluso en organismos vivos. En su estado natural se encuentra principalmente en dos isótopos: el uranio-238 (99,3%) y el uranio-235 (0,7%), siendo este último el que se utiliza como fuente principal para la generación de energía en los reactores nucleares.
El uranio tiene dos usos principales. En primer lugar, se utiliza como materia prima para producir energía eléctrica en centrales nucleares. En la Argentina, los reactores de potencia como Atucha I, Atucha II y Embalse funcionan con combustible de uranio. Además, en reactores de investigación se utiliza para la producción de radioisótopos que se aplican en salud, industria, agricultura y otras áreas.
En segundo lugar, el uranio puede ser enriquecido a niveles mucho más altos, superiores al 90%, para la fabricación de armamento nuclear. Esa es la gran diferencia entre el uso civil y militar del elemento. Mientras que la energía se obtiene con uranio enriquecido entre un 3% y un 5%, las bombas requieren un enriquecimiento mucho mayor, lo que convierte a este material en un recurso sensible desde el punto de vista geopolítico.
Argentina cuenta con importantes recursos de uranio identificados, aunque su producción se encuentra suspendida desde 1997. De acuerdo a datos oficiales de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA), el país dispone de 33.780 toneladas de uranio recuperables dentro de una categoría de costo de producción de hasta US$ 130 por kilo, lo que equivale a un suministro energético para 150 años al ritmo de consumo actual.
Las provincias con mayor potencial para la minería de uranio son Mendoza, Chubut y Río Negro. Entre los principales yacimientos identificados se encuentran:
A pesar de esta disponibilidad, actualmente el país importa los concentrados de uranio necesarios para abastecer sus centrales nucleares, cuya demanda anual ronda las 220 toneladas. La extracción nacional fue desactivada por motivos económicos a fines del siglo pasado, principalmente debido a la baja cotización internacional del mineral.
En el marco del nuevo Plan Nuclear Argentino, la CNEA y Nucleoeléctrica Argentina avanzan en una estrategia para reactivar la minería de uranio y volver a enriquecerlo en el país. Así lo anunciaron recientemente sus máximas autoridades durante el Día Nacional de la Energía Atómica.
"Conocemos bastante bien en dónde hay uranio. Hay varios proyectos, uno podría ser la reactivación de Sierra Pintada, otro empezar con la factibilidad de Cerro Solo", señaló Germán Guido Lavalle, presidente de la CNEA, en una nota que publicó el portal especializado en energía, Econojournal. Además, la institución prevé firmar acuerdos con empresas mineras locales e internacionales antes de que finalice 2026, con el objetivo de reanudar la extracción.
Cerro Solo, en particular, aparece como una pieza clave: cuenta con recursos asegurados por 4.420 toneladas, y según documentos de la CNEA, podría producir entre 500 y 550 toneladas anuales, más del doble de la demanda local.
Otro punto central es la reanudación del enriquecimiento de uranio, que Argentina logró a escala piloto en la década de 1980 en el Complejo Tecnológico Pilcaniyeu, en Río Negro. La intención ahora es avanzar en el desarrollo de centrifugadoras, una tecnología más eficiente que la utilizada en el pasado.
“El enriquecimiento es indispensable si el país busca desarrollar y exportar reactores modulares pequeños, que requieren combustible nuclear con uranio enriquecido entre 5% y 20%”, explicó Guido Lavalle.
Esta última declaración es clave en este contexto internacional. Si bien Argentina busca enriquecer uranio, sería en porcentajes destinados a energía nuclear. Muy lejanos al 90% que se requiere para crear bombas nucleares, lo que habría estado intentando Irán y que causó el último ataque de los Estados Unidos.
En paralelo, también se proyecta restablecer la producción de agua pesada, un insumo clave para el funcionamiento de algunos reactores, mediante un acuerdo con la canadiense Candu Energy y la reactivación de la planta industrial en Neuquén.
En el centro del plan nuclear está el desarrollo del ACR-300, un nuevo reactor modular diseñado por INVAP, que busca posicionar a la Argentina a la vanguardia en energía nuclear. El presidente de Nucleoeléctrica, Demian Reidel, lo definió como una evolución del CAREM, el reactor experimental que se construye en el complejo Atucha.
La idea oficial es construir cuatro módulos del ACR-300 en Atucha y luego licenciar esta tecnología a nivel internacional. “Es una maravilla tecnológica de 300 MW, diseñada completamente por ingenieros argentinos”, sostuvo Reidel.
Con estos desarrollos, el gobierno busca sentar las bases de una industria nuclear autosuficiente, capaz de generar energía de forma sustentable, exportar tecnología y reducir la dependencia de insumos importados. En ese camino, el uranio vuelve a ser un recurso estratégico no solo desde lo geopolítico, sino también como motor del desarrollo industrial y tecnológico.