6 de diciembre 2024 - 15:44hs

La batalla entre el Gobierno nacional y la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) por las Sociedades Anónimas Deportivas (SAD) ha alcanzado un punto álgido, colocando al fútbol argentino en el centro de una controversia con implicancias económicas, políticas y culturales. El reciente fallo de la Cámara Federal de San Martín marcó un giro decisivo al suspender los efectos del Decreto de Necesidad y Urgencia (DNU) N° 70/2023, impulsado por el presidente Javier Milei, que proponía permitir la inclusión de capitales privados en los clubes deportivos.

El fallo, firmado por los jueces Marcelo Darío Fernández, Marcos Moran y Juan Pablo Salas, respondió a una medida cautelar presentada por la AFA. En su resolución, los magistrados consideraron que las disposiciones del decreto afectaban gravemente la autonomía de las asociaciones deportivas, que históricamente han funcionado como entidades civiles sin fines de lucro. Este punto fue central en la argumentación del presidente de la AFA, Claudio “Chiqui” Tapia, quien ha liderado la oposición a las SAD con el argumento de que su implementación forzaría a los clubes a cambiar su esencia comunitaria y cultural.

Según el fallo judicial, el decreto generaba un “daño de imposible reparación posterior” al obligar a los clubes a aceptar la afiliación de SAD, algo que contradice los estatutos de la AFA. Además, los jueces señalaron que el DNU no cumplía con los criterios de urgencia y necesidad, ya que los cambios propuestos no respondían a una situación de emergencia, como exige la Constitución Nacional para este tipo de instrumentos legales.

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En este contexto, el presidente Javier Milei ha defendido públicamente la necesidad de introducir las SAD, argumentando que estas traerían inversiones y mayor competitividad al fútbol argentino. En redes sociales, Milei citó ejemplos de Brasil, donde clubes gestionados bajo este modelo, como Botafogo, han alcanzado logros significativos tanto a nivel local como continental. “¿Acaso será que los resultados son importantes y las SAD tienen a los mejores? No más socialismo pobrista en el fútbol”, posteó recientemente.

Posturas divididas en el fútbol argentino

El debate sobre las SAD no es nuevo en Argentina. Desde los gerenciamientos de los años '90, cuando instituciones como el Racing Club cedieron la gestión de sus equipos a empresas privadas, hasta los intentos más recientes del gobierno de Mauricio Macri por modernizar la estructura del fútbol, el tema ha generado posiciones encontradas.

Por un lado, los detractores de las SAD, liderados por la AFA y la mayoría de los presidentes de clubes, sostienen que el modelo actual, basado en asociaciones civiles, preserva la función social y cultural de las instituciones deportivas. En una reciente encuesta realizada por la consultora Sentímetro, el 91 % de los argentinos afirmó conocer el concepto de SAD, pero solo el 42 % estaría dispuesto a que su club adoptara este modelo. La frase “el club es de los socios” se ha convertido en un lema que sintetiza el rechazo hacia la privatización.

Uno de los principales opositores a las SAD es Juan Román Riquelme, vicepresidente de Boca Juniors, quien ha expresado en varias oportunidades su postura: “El club es de los socios. No necesitamos que vengan empresas a decirnos cómo manejar lo nuestro”, declaró en una entrevista reciente.

Sin embargo, no todos los dirigentes están alineados con esta postura. Juan Sebastián Verón, presidente de Estudiantes de La Plata, se ha mostrado abierto a la posibilidad de un modelo mixto que permita combinar la función social de los clubes con los beneficios del capital privado. “Creo que es un tema que merece ser discutido con seriedad. No podemos cerrar la puerta a una solución que pueda traer estabilidad económica”, señaló.

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Por otro lado, los defensores de las SAD argumentan que el modelo actual es insostenible desde el punto de vista económico. Según datos del Ministerio de Economía, más del 60 % de los clubes argentinos tienen deudas que superan sus ingresos anuales. Este panorama refuerza la idea de que el ingreso de capitales privados podría profesionalizar la gestión y mejorar la competitividad, algo que resulta evidente en países como Brasil.

El conflicto entre la AFA y el Gobierno ha escalado más allá de lo estrictamente deportivo. La reglamentación del DNU 70/2023, impulsada por el ministro Federico Sturzenegger bajo la dirección de Milei, busca imponer un plazo de un año para que la AFA modifique su estatuto y elimine la prohibición de incluir SAD entre sus afiliados. Sin embargo, la AFA ha dejado claro que no tiene intención de ceder.

El caso más reciente que refleja la férrea postura de la asociación es el de un pequeño club de barrio que intentó adoptar la figura de SAD bajo el amparo del decreto. La respuesta de la AFA fue inmediata: el club fue desafiliado, dejando un mensaje claro sobre su postura frente a cualquier intento de privatización.

Además, figuras políticas han tomado partido en esta discusión. Mientras sectores aliados al oficialismo, como el PRO y referentes radicales como Martín Tetaz, han manifestado su apoyo a las SAD, el peronismo kirchnerista, liderado por figuras como Axel Kicillof, ha rechazado enfáticamente la medida. Esta polarización refuerza la idea de que el debate sobre las SAD no es solo una cuestión deportiva, sino también un reflejo de las grietas políticas que atraviesan al país.

Brasil como modelo y espejo: las SAD en el contexto regional

El caso brasileño se presenta como el ejemplo más citado por los defensores de las Sociedades Anónimas Deportivas (SAD). Desde la implementación de este modelo en 2021, varios clubes han logrado transformar sus destinos deportivos y económicos. Botafogo, recientemente coronado campeón de la Copa Libertadores 2024, es el ejemplo más paradigmático. Hace apenas dos años, el club carioca enfrentaba severos problemas financieros, pero tras su conversión a SAD, ha logrado atraer inversiones privadas que potenciaron su competitividad.

Actualmente, siete equipos del Brasileirão, la principal liga brasileña, operan como SAD. Este formato ha permitido que clubes como Atlético Mineiro, Cruzeiro y Red Bull Bragantino se consoliden en el panorama continental. Entre los factores que explican el éxito de este modelo en Brasil se encuentran una economía más estable, un torneo mejor organizado y la capacidad de atraer jugadores de alto nivel gracias a contratos competitivos.

Sin embargo, las diferencias con Argentina son notorias. Mientras Brasil ha logrado mantener un torneo con 20 equipos, formato similar al de las grandes ligas europeas, el fútbol argentino enfrenta problemas estructurales, como un campeonato local desproporcionado, con 28 equipos en la primera división y un sistema que favorece la mediocridad competitiva.

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Por otro lado, los detractores de las SAD también advierten sobre los riesgos de convertir a los clubes en empresas. El caso de Blanquiceleste S.A., que gerenció a Racing Club entre 2000 y 2007, es un recordatorio recurrente. Si bien el club logró un campeonato en 2001, los problemas económicos y de gestión llevaron a la empresa a abandonar el proyecto, dejando una deuda considerable. Este antecedente, junto con la experiencia de otros clubes gerenciados en los años 90, refuerza la resistencia a repetir esquemas que podrían terminar afectando la estabilidad institucional del fútbol argentino.

Hinchas, estadísticas y el rol social de los clubes

Un aspecto fundamental del debate sobre las SAD es el rol que cumplen los clubes como instituciones sociales. Más allá del fútbol profesional, las asociaciones deportivas en Argentina funcionan como espacios de integración comunitaria, ofreciendo actividades culturales, recreativas y deportivas a millones de personas.

En una encuesta reciente, el 75 % de los hinchas destacó la importancia de preservar la función social de los clubes, mientras que el 46 % aceptaría la conversión a SAD si esto garantiza estabilidad económica y mejores resultados deportivos. Sin embargo, cuando se trata de sus propios clubes, el porcentaje de apoyo disminuye al 42 %, lo que evidencia un fuerte apego emocional hacia el modelo actual.

Además, los clubes han sido históricamente espacios de inclusión en contextos de crisis. Durante la pandemia de COVID-19, muchas instituciones transformaron sus instalaciones en centros de ayuda comunitaria, reforzando su papel como actores clave en el entramado social. Este vínculo entre los clubes y sus comunidades es un argumento central para quienes rechazan las SAD, ya que temen que la introducción de un modelo empresarial priorice las ganancias económicas por encima de las necesidades sociales.

Por otro lado, los defensores de las SAD subrayan que la falta de recursos limita la capacidad de los clubes para cumplir con estas funciones. Según datos del Ministerio de Economía, más del 60 % de los clubes de fútbol argentino enfrentan deudas significativas, mientras que el 32 % está en riesgo de insolvencia financiera. Frente a este panorama, algunos dirigentes consideran que la llegada de inversores privados podría ser una solución para asegurar la sostenibilidad a largo plazo.

Sin embargo, el impacto potencial de las SAD no se limita al plano económico. La transformación de los clubes también podría alterar las dinámicas de poder en el fútbol argentino. La AFA, bajo la presidencia de Tapia, ha consolidado su control sobre las instituciones afiliadas, bloqueando cualquier intento de cambio estructural que desafíe su autoridad. Para muchos, esta resistencia no es solo una cuestión de principios, sino también una estrategia para preservar un sistema que beneficia a ciertos actores dentro del ámbito futbolístico.

¿Qué está en juego para el fútbol argentino?

Más allá de las posiciones ideológicas, el conflicto entre el Gobierno y la AFA pone de manifiesto una lucha de poder que podría tener implicancias profundas para el futuro del fútbol argentino. Si bien la AFA ha logrado recuperar un mínimo orden interno desde la normalización tras la muerte de Julio Grondona en 2014, el escenario actual presenta nuevos desafíos que van más allá de lo estrictamente deportivo.

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En términos políticos, el desenlace de este conflicto podría afectar la posición de Claudio Tapia al frente de la AFA. Su liderazgo, de aspecto monolítico y que en gran medida se ha fortalecido gracias a los éxitos de la Selección Argentina bajo la dirección de Lionel Scaloni, enfrenta cuestionamientos por la falta de transparencia y las decisiones arbitrarias en la organización de los torneos locales. Hay una realidad inocultable: los espectáculos en las canchas argentinas son cada vez peores, la transparencia de árbitros, jueces de VAR y otras autoridades está muy cuestionada (en el Ascenso, especialmente, suelen darse situaciones tan vergonzosas como insólitas cada fin de semana) y el formato de torneo de Primera División de 28 o 30 equipos es un engendro propio del medio local, que no conforma a nadie más que a los dirigentes que lo impusieron.

Asimismo, la presencia en Primera de equipos como Central Córdoba, Deportivo Riestra, Barracas Central no sólo implica una desvalorización de la máxima categoría, sino que es unánimemente interpretada como una anomalía que sólo permite la cercanía de esos clubes con el poder dominante en la AFA, clubes que "corren con el caballo del comisario". Es un secreto a voces que en las categorías de ascenso hay varios otros equipos santiagueños, también muy favorecidos por los arbitrajes, esperando su oportunidad para llegar también ellos a Primera. Y que esos clubes de ningún modo estarían en esa situación si no fuera por los oficios de Pablo Toviggino, la influyente mano derecha de Tapia en la AFA. ¿Qué tanto de asociación civil tienen esos clubes, cuál sería exactamente su función social?

En este contexto, podría decirse que el futuro del fútbol argentino —si es que pretende recuperar protagonismo continental o, simplemente, tener mejores espectáculos para sus hinchas— dependerá de la capacidad de sus dirigentes y actores clave para encontrar un equilibrio entre sus intereses, entre lo que llaman la tradición y la modernidad. Un equilibrio muy difícil de encontrar, sin dudas, toda vez que la cultura política y la futbolística de nuestro país comparten una idea básica: se juega a ganar, se juega a muerte y el ganador se queda con todo.

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