La situación en Venezuela muestra que al régimen de Maduro se le acabó el margen para seguir jugando con la comunidad internacional. Hay información sobre reuniones al más alto nivel entre representantes de varios países de América Latina y Estados Unidos para encontrarle una salida razonable, y dentro de estos países aparecen incluso Colombia y Brasil.
La sensación a esta altura es que una eventual publicación de las actas electorales ya sirve de bien poco, ha quedado viejo. Un poco por intuición y un poco por deducción me animaría a suponer que una solución posible sería la celebración de nuevas elecciones supervisadas apropiadamente por la comunidad internacional, de manera de garantizar todos los derechos electorales y, desde luego, con el compromiso del régimen chavista de acatar los resultados.
Esta salida sería, desde luego, la menos cruenta de todas: en cualquier otro escenario de radicalización de Maduro y profundización de la represión, lo que evalúan los distintos países de la región, especialmente los vecinos a Venezuela, es que lo más lógico sería una nueva ronda de emigración masiva hacia sus fronteras.
Una situación de este tipo sería gravosa para toda la región, desde ya, y en términos políticos se parecería bastante a lo que sucedió con la Nicaragua y el régimen de Daniel Ortega. Pero claro que Venezuela es un país mucho más importante, de otra relevancia estratégica en términos económicos, con consecuencias que podrían extenderse a, por ejemplo, los intereses de China en nuestra región.
En cualquier caso, lo cierto es que la oposición venezolana y la sociedad venezolana ya dieron todo lo que podían. Llenaron las calles, fueron a las elecciones y salieron a defenderlas. No se le puede pedir más cuando acaban de poner otros 17 muertos en los últimos días. Es ahora la comunidad internacional la que tiene que decir "basta".