Tras el colapso del alto al fuego y el rechazo de Hamas a un acuerdo de liberación de rehenes, Israel no tiene otra opción que abocarse a este objetivo con toda determinación.
La operación recientemente aprobada, "Carros de Gedeón", que incluye la permanencia prolongada del ejército en áreas conquistadas para evitar la reconstrucción de infraestructura terrorista, es un paso prometedor, y un símbolo de cambio de época en el comando estratégico militar israelí.
Es en esta línea que, hace dos semanas, más de 4.000 reservistas del ejército israelí enviaron una carta al Ministro de Defensa, Israel Katz, pidiéndole que ordene una escalada de máxima intensidad en Gaza, argumentando que, si no se vence allí, los soldados de todo el país no pueden vivir en un circuito de “combate interminable”.
Y es que cualquier enfoque menos contundente dejaría a Gaza como una plataforma para futuros ataques, manteniendo a la población israelí bajo amenaza constante. La campaña, tal como se ha llevado a cabo hasta ahora, no puede limitarse a degradar temporalmente las capacidades operativas de Hamas, sino que debe eliminar su control como autoridad gobernante, separándolo de la población civil que utiliza, por admisión de sus propios jerarcas, como escudo y herramienta de presión. Esto requiere más que poder militar: exige control territorial, gestión de la ayuda humanitaria y condiciones que impidan la regeneración de la organización tras cada ronda de combates.
¿Cómo harían las FDI con Hamas en el futuro?
En operaciones pasadas, el ejército israelí (IDF - FDI) empleó el método de "incursión": entrar en áreas enemigas, destruir objetivos y retirarse. Pero este enfoque ha demostrado ser insuficiente. Es más, ha permitido a Hamas sobrevivir, reorganizarse y presentar cada ronda de combates como un logro estratégico.
Por ejemplo, durante la Operación Margen Protector (2014), las FDI destruyeron túneles y arsenales de Hamas, pero la retirada posterior permitió al grupo reconstruir su infraestructura, con un costo estimado de $1.500 millones en donaciones internacionales desviadas (según un informe de la ahora organización cómplice del terrorismo islámico, ONU, de 2015).
En contraste, en áreas donde Israel ha mantenido presencia activa, como los corredores Netzarim y Philadelphi en 2023-2024, Hamas ha sufrido pérdidas significativas. En el corredor Philadelphi, las FDI destruyeron más de 50 túneles transfronterizos y confiscaron más de 200 toneladas de armas entre mayo y agosto de 2024 (según el Ministerio de Defensa de Israel), debilitando las rutas de contrabando de Hamas. Líderes de la organización terrorista han expresado preocupación por este cambio en la postura operativa israelí, según interceptaciones de inteligencia publicadas por las Fuerzas de Defensa de Israel en septiembre de 2024. En otras palabras, el nuevo comando militar israelí, con Eyal Zamir a la cabeza, empezó a “hablar árabe”: en la escalada del conflicto Israel pisa el acelerador.
Esta postura debe aplicarse de manera consistente: no basta con entrar y atacar, sino que hay que permanecer, desmantelar y controlar. Las áreas capturadas deben ser despejadas, limpiadas en cuanto a topografía, mantenidas y gobernadas temporalmente por fuerzas que impidan el regreso de Hamas, ya sea de forma abierta o encubierta.
Un ejemplo histórico de éxito es la Operación Escudo Defensivo (2002) en Judea y Samaria.
Después de la Segunda Intifada, las FDI establecieron un control territorial sectorizado, con comandos operativos dedicados a inteligencia, patrullaje y administración. Esto redujo los ataques terroristas en un 90% entre 2002 y 2005 (según datos del Shin Bet) y sigue siendo un modelo efectivo. Aplicar este enfoque en Gaza implica dividir la Franja en sectores territoriales, cada uno gestionado por un comando operativo con capacidades de inteligencia, control de área y supervisión de la población.
Gestionar el entorno civil
Hamas mantiene su poder a través del control de la población civil y la ayuda humanitaria. En términos simples: el que tiene el control sobre la comida retiene el poder a corto plazo. Para contrarrestar esto, Israel debe establecer zonas humanitarias bajo supervisión de seguridad coordinada por segmentación territorial, como en Judea y Samaria. Un modelo similar se utilizó con éxito en la Operación Plomo Fundido (2008-2009), cuando Israel creó corredores humanitarios que redujeron las bajas civiles en un 30% comparado con operaciones previas (según datos de B’Tselem). Estas zonas permitirían operaciones más focalizadas contra Hamas, reducirían la exposición de civiles al combate y negarían al grupo acceso a la población que explota a costa de vidas inocentes para perpetuarse en el poder.
Además, se deben crear condiciones para la emigración voluntaria. Aunque políticamente sensible, es una opción realista. La inestabilidad de Gaza no solo se debe a Hamas, sino a un entorno ideológico que apoya la yihad y la ofensiva armada en su premisa de no aceptar la existencia de un Estado judío. Los esfuerzos de desradicalización tienen pocas probabilidades de éxito, como demostró el fracaso del programa de rehabilitación de la Autoridad Palestina en 2007-2010, que solo reinsertó al 5% de los excombatientes (según un estudio del Instituto Washington, 2011). La mayoría de la población gazatí tiene status de refugiado bajo la ley internacional y es elegible para relocalización. La emigración no debe ser impuesta, pero sí facilitada para quienes deseen escapar del control de Hamas o del conflicto perpetuo.
Nada de esto es viable sin el control israelí de los cruces de Gaza, el corredor Philadelphi, y el de Netzarim, tanto en la superficie como bajo tierra. En 2024, las FDI descubrieron y destruyeron 25 túneles subterráneos en Philadelphi, algunos con capacidad para transportar vehículos (informe FDI, octubre 2024), lo que subraya la importancia de mantener presencia activa.
Vergüenza histórica para el fundamentalismo islámico
La conquista de territorios considerados islámicos por parte de una potencia no musulmana, como Israel, tiene un peso histórico y simbólico profundo en el mundo musulmán. Desde la perspectiva islámica, la tierra conquistada por el Islam (Dar al-Islam) debe permanecer bajo control musulmán, y su pérdida es vista como una humillación colectiva. Ejemplos históricos refuerzan esta narrativa:
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La conquista italiana de Libia (1911-1912): Libia, parte del Dar al-Islam, era un territorio islámico bajo el dominio otomano, considerado el último califato legítimo. Su conquista por una potencia cristiana europea (Italia) fue vista como una afrenta grave, especialmente porque el Imperio Otomano, defensor nominal del Islam, no pudo resistir. El poeta tunecino Abul-Qasim al-Shabbi, en su obra de 1910-1920, describió la ocupación como una “herida en el corazón del Islam”, reflejando el sentimiento de humillación colectiva. Crónicas otomanas de la época, como las de Ahmed Shawqi, lamentaron la “pérdida de honor” ante los “infieles”.
La pérdida de Al-Andalus (1492): La Reconquista española, culminada con la caída de Granada, marcó una derrota humillante para el Islam, recordada en crónicas musulmanas como las de Al-Maqqari como un “dolor eterno”.
En el contexto de Gaza, el control israelí de territorios palestinos, especialmente tras victorias militares como la Guerra de los Seis Días (1967), es presentado por grupos como Hamas como una continuación de estas humillaciones. La retórica de Hamas en 2023-2024, según interceptaciones de las FDI, invoca la “defensa de Al-Aqsa” para movilizar apoyo, vinculando la lucha a esta narrativa histórica. Si Israel consolida el control de Gaza, el impacto simbólico para Hamas y sus aliados (Irán, Hezbollah) sería devastador, reforzando la percepción de derrota frente a una potencia no musulmana que reforzaría un mensaje clave de Netanyahu: Israel luchará hasta lograr la derrota total de sus enemigos.
Los rehenes y la presión militar
Los rehenes siguen siendo una prioridad nacional. Sin embargo, las demandas de Hamas, como la retirada total de Israel, o el fin de la guerra incluso antes de liberar un solo rehén más, hacen inviable un acuerdo integral bajo las condiciones actuales. Liberaciones parciales son posibles, pero solo bajo presión militar sostenida.
La Operación Entebbe (1976) demostró que la combinación de inteligencia precisa y acción militar puede liberar rehenes sin ceder a demandas terroristas: las FDI rescataron a 102 de 106 rehenes en Uganda con solo 3 bajas civiles (según el Ministerio de Defensa de Israel). En Gaza, operaciones quirúrgicas como el rescate de 4 rehenes en Nuseirat (junio 2024) muestran que la presión militar obliga a Hamas a negociar.
Desmantelar Hamas y dividir Gaza no es solo una necesidad táctica, sino una obligación estratégica para la seguridad de Israel y la estabilidad regional. Controlar el territorio, gestionar la población civil, facilitar la emigración voluntaria y mantener presión militar son pasos esenciales. La historia demuestra que la pérdida de territorio es una afrenta profunda para los enemigos de Israel, y una victoria decisiva en Gaza enviaría un mensaje claro a Irán, Turquía y sus aliados: Israel tiene la capacidad de terminar decisivamente lo que empieza, y ningún atentado contra la nación judía quedará impune.