¿Alguien piensa en Montevideo?

Veamos el proceso de definición de las candidaturas del oficialismo montevideano. Los tres precandidatos son profesionales competentes con una probada vocación por el servicio público. Pero las tres postulaciones están sobredeterminadas por el horizonte de la competencia por la nominación presidencial por el Frente Amplio en las elecciones de 2024. Álvaro Villar podría ser un buen intendente. No es poco lo que hizo en el Hospital Maciel. Pero su candidatura a la IM es, en esencia, fruto de un acuerdo táctico entre Fuerza Renovadora y Movimiento de Participación Popular con la mirada puesta en la nominación presidencial de 2024 y no en la gestión de Montevideo. La lógica subyacente es sencilla. Si ni Daniel Martínez ni Carolina Cosse son electos intendentes tanto Mario Bergara como Yamandú Orsi tendrán dos rivales menos en la competencia por la candidatura presidencial del FA… dentro de cinco años.

Daniel Martínez ya demostró poder ser un buen intendente, aunque su gestión fue mucho mejor sembrando promesas que concretando proyectos. Carolina Cosse también ha mostrado aptitudes para el liderazgo de organizaciones públicas complejas. Pero por algo compitieron por la presidencia de la República durante el año pasado. Pero el cargo que ahora disputan es el second best en su escala de preferencias: o trampolín pensando en la revancha o premio consuelo. Me pregunto por qué el FA, el principal partido político de Uruguay, no es capaz de ofrecerle a Montevideo liderazgos inequívocamente interesados en la ciudad, por la ciudad en sí misma, por lo que valen ella y su gente. Me pregunto dónde están los Marianos Aranas del siglo XXI… En suma. Hace demasiado rato que las decisiones de los dirigentes frenteamplistas en relación al gobierno de Montevideo tienen más que ver con la competencia por el sillón presidencial que con cualquier otra cosa. Por eso Montevideo progresa, pero con la celeridad del caracol y mucho menos de lo que nos merecemos los montevideanos.

Me pregunto por qué el FA no es capaz de ofrecerle a Montevideo liderazgos inequívocamente interesados en la ciudad por la ciudad misma.

Analicemos ahora la vereda de enfrente. Los partidos de la” coalición multicolor”, luego de un proceso intrincado, terminaron proclamando a la economista Laura Raffo (genéticamente nacionalista) como candidata a la IM. Será acompañada, como es sabido, por suplentes de los demás partidos de la coalición entre los que se destacan Andrés Ojeda (del Partido Colorado) y Gerardo Sotelo (del Partido Independiente). El trío encabezado por Raffo luce competente y competitivo. Su principal fortaleza, como equipo, es que superan al trío frenteamplista en capacidad de comunicación. Más allá de méritos innegables, más allá de virtudes y talentos personales, en tanto oferta opositora luce débil. No es imposible. Pero es muy difícil que un trío de excelentes comunicadores pueda hacer en cinco meses lo que toda la oposición no hizo en cinco años.

Los partidos de oposición, especialmente desde 2015 en adelante, pusieron proa hacia el gobierno nacional. Se opusieron con firmeza a la gestión que encabezó Tabaré Vázquez. Se las ingeniaron para competir y cooperar, con la mirada siempre puesta en construir una coalición. Elaboraron un programa común y, una vez consumada la victoria, lograron distribuir razonablemente cargos y protagonismos. No hicieron lo mismo en Montevideo. La oposición a la gestión de Martínez fue, en general, débil y espasmódica. No construyeron un proyecto común. Ni siquiera lograron inscribir a tiempo el Partido de la Concertación, etiqueta electoral que les hubiera ahorrado unos cuantos dolores de cabeza durante este verano. No tuvieron un equipo técnico poderoso, un centro de estudios, evaluando permanentemente las políticas de la IM y elaborando alternativas. No denunciaron promesas incumplidas. Tuvieron otras prioridades.

La libido estuvo puesta en la elección nacional. Estuvo, y sigue estando. La decisión de comparecer con una única candidatura, la de Laura Raffo, acompañada de suplentes “multicolores” es más funcional al fortalecimiento de la coalición de gobierno que lidera Luis Lacalle Pou que al objetivo de vencer al FA en Montevideo. Siempre se ha dicho que tres candidatos de perfiles distintos “rastrillan” votos mejor que uno. La fórmula por la que optaron los líderes “multicolores” fortalece la imagen de unidad de la coalición y evita posibles fricciones entre los socios, justo en el momento en que más unidos deben estar: al inicio del nuevo mandato presidencial. Si Guido Manini Ríos y Ernesto Talvi, por ejemplo, hubieran competido entre sí por la IM el gobierno entrante hubiera sufrido un daño considerable. También en el caso de la oposición se sigue pensando más en el gobierno nacional que en Montevideo. También por eso Montevideo avanza, pero al ritmo de caracol de los ómnibus de CUTCSA. 

Adolfo Garcé es doctor en Ciencia Política, Docente e Investigador en el Instituto de Ciencia Política, Facultad de Ciencias Sociales, UdelaR

adolfogarce@gmail.com