Septiembre de 1993: Yitzhak Rabin, Yasser Arafat y Bill Clinton en los jardines de la Casa Blanca.

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A treinta años de los acuerdos de Oslo, continúa pendiente el logro de sus objetivos

Ni la paz entre palestinos e israelíes ni la solución de “dos Estados” con Cisjordania, Gaza y Jerusalén oriental para los palestinos se han podido concretar y es improbable que se concreten en un futuro previsible
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15 de septiembre de 2023 a las 05:04

En una reunión con su homóloga noruega, la ministra Anniken Huitfeldt, con motivo del 30° aniversario de los acuerdos de Oslo, el ministro de Asuntos Exteriores de Israel, Eli Cohen, dijo este miércoles que su país no cederá a los dictados extranjeros sobre su trato a los palestinos.

Los comentarios de Cohen subrayaron el deterioro de los esfuerzos de paz en Medio Oriente desde el histórico acuerdo de paz firmado entre Israel y la Organización para la Liberación de Palestina.

Cohen le dijo a Huitfeldt que Israel seguirá trabajando para normalizar las relaciones con otros países de Oriente Medio y que se alcanzaron acuerdos diplomáticos con cuatro países árabes en el marco de los Acuerdos de Abraham mediados por Estados Unidos en 2020 y ahora espera establecer vínculos oficiales con Arabia Saudita.

En una aparente referencia a los palestinos, que han criticado los Acuerdos de Abraham, Cohen dijo que “los Estados y actores que no participen en la ampliación y profundización del círculo de paz y normalización simplemente quedarán atrás y se volverán irrelevantes”.

El rechazo de Cohen a la aportación internacional al conflicto se produce exactamente tres décadas después de que Israel y los palestinos firmaran un acuerdo de paz provisional en el césped de la Casa Blanca.

En septiembre de 1993, un apretón de manos entre el entonces primer ministro Yitzhak Rabin y el líder de la Organización de Liberación Palestina, Yasser Arafat, realizado bajo la mirada del entonces presidente estadounidense Bill Clinton, marcó la firma del acuerdo, que creó la Autoridad Palestina y estableció áreas de autogobierno. en los territorios palestinos. Los palestinos reclaman Cisjordania, Jerusalén oriental y la Franja de Gaza para un futuro Estado.

Pero varias rondas de conversaciones de paz a lo largo de los años terminaron en fracaso: el presidente de la Autoridad Palestina, Mahmoud Abbas, rechazó una oferta de creación de un Estado en 2008, y 30 años después, un acuerdo de paz final parece una remota posibilidad.

En las 81 páginas del acta de la reunión del gobierno israelí donde se aprobó el primero de los acuerdos de Oslo antes de su firma el 13 de septiembre de 1993, publicadas hace dos semanas, se puede entrever la tensa atmósfera que prevalecía entre los protagonistas del histório momento.

Por un lado, una profunda convicción de que era un paso histórico necesario para preservar el carácter de Israel como Estado judío y democrático al colocar un amortiguador físico entre los dos pueblos y establecer una entidad palestina en los territorios ocupados por Israel desde 1967. Por otro lado, un serio temor y evaluación de que la medida podría revertirse, algo que sucedería siete años más tarde, cuando el proceso de Oslo colapsó tras el estallido de la segunda Intifada.

El debate que tuvo lugar el 30 de agosto de hace treinta años revela tanto una profunda incertidumbre respecto de la aceptación de la Organización de Liberación de Palestina (OLP) como socio en el futuro acuerdo como un escepticismo sobre la capacidad de presentarlo al público en Israel. La medida contradijo el rechazo de larga data del primer ministro israelí Yitzhak Rabin a un diálogo con la OLP y la profunda sospecha sobre la voluntad del presidente de la OLP, Yasser Arafat, de abandonar el camino de la violencia.

La decisión de avanzar por la ruta de Oslo (llamada así por la capital noruega donde tuvieron lugar las conversaciones secretas) se basó en el supuesto de que no se podía promover un acuerdo político con los dirigentes de los territorios sino sólo con la OLP. Este fue un argumento que en retrospectiva debería haber sido examinado más críticamente, ya que la OLP quedó profundamente debilitada después de la primera Guerra del Golfo.

Sin embargo, la OLP se fortaleció a medida que el liderazgo palestino en los territorios ocupados fue desplazado por el “grupo de Túnez” (donde Arafat había establecido su cuartel general) con el establecimiento de la Autoridad Palestina (AP) tras los Acuerdos de Oslo.

El Acuerdo de Oslo es una de las coyunturas decisivas en la historia del conflicto palestino-israelí en particular y del conflicto árabe-israelí en general. Aunque el evento estuvo acompañado de intensas tormentas, sufrió fragilidad y no obtuvo consenso entre los dos pueblos, sus fundamentos subsisten hasta el día de hoy. Incluso aquellos que se opusieron al acuerdo, como los elementos de centro y derecha en Israel que han estado en el poder durante la mayor parte del tiempo desde entonces, lo aceptan como un hecho existente.

Esto se debe tanto a sus expresiones prácticas que se arraigaron sobre el terreno, al amplio apoyo internacional que recibió y al entendimiento de que cualquier alternativa a los Acuerdos impondría un alto precio estratégico a Israel.

Los Acuerdos de Oslo encarnaron una serie de precedentes históricos dramáticos. Fue la primera vez que los líderes de los dos pueblos se reconocieron y formularon un acuerdo basado en la división territorial del país (“y por la paz”). Como resultado del acuerdo, se fundó la Autoridad Palestina, la primera entidad estatal palestina en el territorio de la Palestina histórica, aunque no obtuvo el estatus de Estado soberano.

Pero también se pude constatar cómo los Acuerdos de Oslo cayeron en espiral. Ambas partes no desperdician la oportunidad de culpar a la otra. Siempre fue un caso de desconfianza y sospecha. Luego de los acuerdos que supuestamente traerían la paz se produjeron la Segunda Intifada, el asedio de Arafat, la reocupación de Cisjordania, la retirada israelí de Gaza, el factor Hezbolá y su accionar violento, la toma de Gaza por Hamás, la pérdida de rumbo de la Autoridad Palestina, la oportunidad perdida en Camp David, la expansión de los asentamientos y los cambiantes vientos geopolíticos.

Benjamin Netanyahu, que fue consolidando su poder desde su primer mandato como primer ministro a partir de 1996, dijo abiertamente que no había ningún socio palestino para la paz. Su política siempre fue clara. Denunció los Acuerdos de Oslo, rechazó la solución de dos Estados y paralizó el proceso de paz.

Los estadounidenses, que tenían control absoluto sobre el debilitado proceso de paz, no lograron resucitarlo varias veces. Se mantuvieron al margen mientras los gobiernos israelíes abrían las compuertas para la construcción de asentamientos.

Netanyahu, que ahora encabeza el gobierno israelí más derechista de su historia, es la figura emblemática de un nuevo Israel. El estado que el mundo conoció como secular está siendo secuestrado por extremistas ultranacionalistas y ultrareligiosos que no ven un lugar para los palestinos en las tierras históricas Palestinas.

Oslo está muerto. Esto es algo que los dirigentes palestinos se han negado a admitir, pero es una realidad indiscutible. La nueva realidad es compleja: una lucha interna dentro de Israel por el alma del Estado. La comunidad internacional está dividida sobre cómo percibir al nuevo Israel, que ahora es percibido como un Estado de apartheid. Además, a los palestinos no les está yendo mucho mejor. Se enfrentan a una espinosa saga de sucesión que podría determinar el destino de la Autoridad Palestina, que se ha convertido en un administrador para la normalización de la invasión israelí de tierras palestinas y un debilitado representante de la población palestina que es jaqueado por las posiciones extremas de Hamas.

¿Fue el proceso de Oslo un error fatal? Los israelíes dirían que sí. Pero para los dirigentes palestinos fue una oportunidad histórica que no debería perderse. Treinta años después, los Acuerdos de Oslo pueden verse como el intento de unir dos opuestos; dos entidades en evolución que quizás nunca se encontrarán.

(Times of Israel, Brussels Times, Arab News y agencias)

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