Ministerio de Economía de Argentina - AFP

Argentina complica negociación de deuda y cae la imagen del ministro de Economía

El riesgo de un default en la provincia de Buenos Aires y su posible efecto en cadena preocupó al mercado, que castigó con un desplome de los bonos

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25 de enero de 2020 a las 05:00

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La sensación que flota en la City porteña es que el ministro de economía, Martín Guzmán, está deteriorando rápidamente su capital político y que va encontrando escollos crecientes en su estrategia para renegociar la deuda pública.

Su convocatoria a una conferencia de prensa para anunciar que no saldría en rescate de la deuda de la provincia de Buenos Aires fue el punto de inflexión que terminó por provocar los enojos no solamente entre los acreedores, sino ahora también en la interna del gobierno.

En definitiva, lo que se está percibiendo es que por no realizar un pago de apenas US$ 250 millones –una cifra pequeña para los parámetros de Argentina, cuya deuda pública asciende a US$ 335.000 millones-, se está arriesgando la caída en default de todo el país.

Es cierto que una deuda provincial no tiene el efecto de “cross default” con la nacional, pero ocurre que los acreedores de la provincia son, en su mayoría, los mismos grandes fondos de inversión que tienen en su haber los títulos de la deuda nacional. Y lo que temen en el mercado es que se desate una reacción en cadena.

Hablando en plata, al gobernador Kicillof le vencen sólo este año bonos por US$ 3.000 millones, que aparecen supeditados a la negociación de la nación, que durante 2020 enfrenta obligaciones por más de US$ 30.000 millones.

Si, como se teme, a fin de mes no se llega al consenso de 75% de acreedores de la provincia que estén de acuerdo con la postergación de pago que pide el gobernador Axel Kicillof, entonces se activarían cláusulas que permitirían a todos los acreedores –es decir, no apenas a los del bono que está por vencer- a acelerar el pago de sus acreencias.

Y esto no solamente vale para los títulos nominados en dólares sino también a los de pesos. O sea que, por una cifra relativamente pequeña, Kicillof quedaría aislado financieramente, sin crédito en dólares pero también sin la posibilidad de financiarse en pesos con el mercado local, porque los estatutos de bancos y compañías de seguros no les permiten financiar a un gobierno que oficialmente está en default.

La queja concreta contra el ministro Guzmán es la de no haber aceptado acudir en salvataje de ese vencimiento del bono provincial, con lo cual se habría evitado el estrés financiero de la provincia y el enrarecimiento del clima con los acreedores de la deuda nacional.

La jugada del ministro fue la de llevar a todos los acreedores a aceptar un “reperfilamiento”, al menos de plazos. Su argumento fue que si aceptaba la petición de Buenos Aires, entonces muchas otras provincias pretenderían que el gobierno nacional respondiera por ellas y esto pondría en riesgo las metas fiscales.

Pero, sobre todo, lo que Guzmán insinuó es que a los acreedores no les convenía forzar un default provincial porque eso complicaría la negociación con la nación. En otras palabras, que los bonistas se podrían encontrar con una propuesta aún más dura y con un mayor nivel de pérdida si el panorama financiero argentino empeoraba.

Pero del otro lado del mostrador se lo consideró un gesto hostil y una forma de tensar innecesariamente la relación cuando todavía no empezó la negociación en serio. Los banqueros comentan que no es posible aceptar una extensión en un plazo de pago si, en simultáneo, no se esboza una propuesta de repago o no se aporta un incentivo a los acreedores.

En cambio, en el gobierno afirman que eso no es posible, porque lo lógico es que primero se negocie la deuda nacional y recién cuando ese proceso esté encaminado se encare la situación de las provincias.

 El mercado da señales de desconfianza

En los últimos días el mercado empezó a tomar nota de que el tema de la deuda no viene tan bien como parecía. Las cotizaciones de los bonos argentinos habían subido mucho sobre fin del 2019, con la asunción de Alberto Fernández, porque las primeras medidas parecían fiscalistas, de un tono sorprendentemente “market friendly” y daba señales de consciencia sobre la gravedad de la situación.

Por eso las subas promedio fueron de 20 % para los papeles nominados en dólares y casi se duplicó el precio para los títulos en pesos. 

Pero en los últimos días se volvió a ver un desplome en los precios, primero cuando Kicillof pidió más tiempo y luego cuando Guzmán dijo que no rescataría a la provincia. Y en simultáneo, el riesgo país está en alza y volvió a superar la marca de los 2.000 puntos.

Toda una señal de que la negociación será más complicada que lo previsto.

El riesgo de la jugada de Guzmán es que su posición negociadora se debilite. Porque si ahora sale en rescate de la provincia, perderá credibilidad luego de haber afirmado de manera tajante que no había posibilidad de que ello ocurriera. Y si finalmente Buenos Aires cae en default, se contaminará el clima de la negociación a nivel nacional.

Claro, también está la chance de que Kicillof logre su objetivo y los acreedores acepten “patear” tres meses hacia adelante su vencimiento. Pero aun así el panorama no queda muy despejado, porque habrá impuesto un reperfilamiento sin presentar una propuesta concreta.

Sobre todo, lo que más irrita al mercado financiero es la indefinición del ministro, que sigue dilatando los tiempos sin dar señales de una oferta concreta.

Cuando su mentor, el premio Nobel Joseph Stiglitz, habló en el foro internacional de Davos sobre la necesidad de que los acreedores de Argentina se prepararan para asumir grandes pérdidas, generó una expectativa de que habría finalmente un anuncio concreto. Parecía que Siglitz hablaba en nombre de Guzmán, como si fuera una acción coordinada para ir preparando el terreno.

Pero a los pocos minutos de esas declaraciones Guzmán llamó a una conferencia de prensa que dejó un sabor a decepción. Lo cierto es que los acreedores siguen sin saber si se les propondrá una quita de capital o solamente una reprogramación de plazos “a la uruguaya”, o si habrá un canje de bonos con alguna cláusula atada al crecimiento del país, como se hizo en 2005.

Todo lo que hizo el ministro fue pedir a los acreedores que actuaran “de buena fe” y pronunció un discurso muy politizado aludiendo al “desastre” que había legado la gestión Macri, con su endeudamiento excesivo y su política “absurda” que no había resultado en ningún lugar donde se la aplicó.

Acompañando esas declaraciones, anunció el envío de un proyecto de ley que parecía que iba a dar lineamientos sobre cómo debería ser la renegociación de la deuda pero que en definitiva lo único que hace es pedir un permiso formal al Congreso para emitir bonos con legislación extranjera y contratar estudios de abogados.

Llegado a este punto, empezó a ocurrir lo inevitable: la imagen de Guzmán empezó a desgastarse no sólo frente a los acreedores sino también en la propia interna gubernamental, donde se empiezan a oír reproches sobre que su estrategia ante los acreedores está debilitando al gobierno.

Por otra parte, ahora quedan dudas sobre si Stiglitz, el economista del progresismo mundial que forjó amistad con Cristina Kirchner, está realmente ayudando a su ex alumno Guzmán o si, en realidad, está expresando la postura del Fondo Monetario Internacional, que defiende una dura quita a los acreedores privados para poder asegurarse su propio cronograma de pago.

Alberto Fernández, en busca del apoyo europeo
 Mientras el debate por la deuda levanta temperatura, el presidente Alberto Fernández trata de mover sus fichas en el terreno de la diplomacia.
Completó su primera gira internacional por Israel, un destino sorpresivo, porque todo el ámbito político esperaba que tuviera un gesto político hacia Brasil, de manera de recomponer la relación con el principal socio y aliado estratégico.
Pero en Israel, donde se celebraba una cumbre mundial sobre el Holocausto, había una posibilidad inmejorable. Por un lado, compensar los ruidos políticos internos ocasionados por un acercamiento a Irán que promueven figuras del kirchnerismo. Y, sobre todo, estaba la posibilidad de realinearse con las potencias occidentales, luego de las dudas que Fernández había dejado por sus dichos durante la campaña electoral.
Es así que logró que le confirmaran tres reuniones bilaterales importantes para la semana próxima. Se verá con los presidentes de España, Francia e Italia.
Para Fernández, es la gran oportunidad de buscar apoyo del bloque europeo justo cuando Argentina empezará una negociación difícil con el Fondo Monetario Internacional. Hasta el año pasado, los europeos fueron los más duros respecto de la deuda argentina, en contraste con Estados Unidos, que abogaba por el apoyo financiero a la gestión de Mauricio Macri.
Ahora, en cambio, se espera una situación opuesta, con el gobierno estadounidense más duro en la exigencia de reformas estructurales. En ese contexto, Fernández intentará que los mandatarios europeos den una señal de apoyo a la postura argentina.
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