AFP

Argentina pasó un fin de año en paz: ¿preludio de una crisis?

Los motivos estacionales que llevaron a la calma financiera de diciembre se revierten con el arranque de año

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02 de enero de 2021 a las 05:04

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Finalmente Argentina logró llegar a fin de año sin que los clásicos fantasmas de estallidos sociales se hicieran realidad. No se vieron las temidas escenas de saqueos de supermercados ni violencia protagonizadas por organizaciones piqueteras, a pesar de que si había un año en el que estaban creadas las condiciones para esos desbordes era precisamente este, en el que la cuarentena dejó sin ingreso a los sectores de la economía informal.

Tampoco, a pesar del agravamiento en las estadísticas de la pandemia, se produjeron las temidas situaciones de colapso en las terapias intensivas de los hospitales. De manera que la situación, si bien en niveles altos de contagio, está relativamente controlada mientras se prepara la campaña de vacunación.

Y ni siquiera las iniciativas políticas más polémicas, como por ejemplo la que ata la indexación jubilatoria a la recaudación de impuestos, generó protestas violentas en las calles. Hace tres años, por una reforma mucho menos regresiva que esa, el gobierno de Mauricio Macri debió soportar un apedreo al edificio del Congreso que provocó un caos y terminó con heridos.

Pero, sobre todo, si algo está celebrando el gobierno de Alberto Fernández es que se llega a fin de año sin que se hayan materializado las profecías de catástrofe financiero. Hasta no hace mucho tiempo, los más connotados economistas afirmaban que a esta altura del año la inflación habría sobrepasado ampliamente la marca del 5% mensual, dirigiéndose rápidamente a niveles inflacionarios parecidos a los de los años 80, y que la presión sobre el dólar sería tan fuerte que todo terminaría en una devaluación descontrolada.

Sin embargo, el panorama es de una extraña tranquilidad. La brecha entre el tipo de cambio oficial y el dólar paralelo no sólo no se agrandó, sino que se achicó a sus niveles mínimos.

La fuga de depósitos en dólares del sistema financiero tuvo un freno y hasta se produjo la situación inédita de que el Banco Central pudo darse el lujo de comprar dólares, después de todo un año en el que debió vender divisas, sacrificando su de por sí menguado nivel de reservas (en el entorno de US$ 38.000 millones).

Un peligroso cambio de estación

Pero por extraño que parezca, la realidad es que para los veteranos de la City porteña nada de lo que está ocurriendo es una sorpresa. Ocurre que en los fines de año suele producirse en el mercado financiero una típica conducta estacional. En esta época del año, las empresas necesitan más dinero para pagar aguinaldos, saldar obligaciones financieras y fiscales.

En términos técnicos, eso supone un aumento en la demanda de dinero: los mismos pesos que antes “quemaban” y todos querían sacarse de encima para comprar dólares, ahora son necesarios para cumplir las obligaciones de caja.

Y esto hace que incluso muchas empresas e individuos que tenían dólares guardados hayan tenido que salir a vender para hacerse de pesos. Ese es el motivo principal de la calma actual: reapareció una oferta de dólares del sector privado.

Ya hay cierta tradición en esta materia. Sin ir más lejos, en la gestión Macri los meses de diciembre habían sido de una disminución de la presión sobre el dólar, y el Banco Central había disfrutado su capacidad para presionar a los agentes económicos a deshacerse de los dólares que antes habían comprado.

Pero claro, esa paz causada por un efecto estacional tiene su contracara: una vez terminada la demanda extraordinaria de pesos, empieza a producirse la dinámica inversa. Todos los que antes necesitaban pesos en la caja, ahora van a querer sacárselos de encima (es decir, a comprar dólares).

Y esto ocurre justo en el momento del año en que las divisas escasean, porque la liquidación de la campaña agrícola ya está terminada y hay que esperar hasta abril para que empiecen a llegar los dólares de la siguiente cosecha.

Para colmo, hay en este momento un conflicto gremial que afecta a los principales puertos de exportación de granos del país, lo que hace que se esté demorando todavía más la entrada de los últimos dólares de exportación.

En definitiva, que los economistas están advirtiendo que este escenario de paz que se vive en diciembre podría rápidamente tornarse una situación de tensión financiera en el verano. A fin de cuentas, esa también es una tradición argentina: la gran mayoría de las devaluaciones bruscas se han producido en enero o febrero, coincidiendo con el momento de menor demanda de pesos y mayor escasez de dólares.

Es por eso que todas las miradas están puestas en el Banco Central: durante las últimas semanas, incrementó su asistencia al Tesoro. En otras palabras, hizo funcionar a full la maquinita de imprimir pesos para tapar el agujero fiscal (que terminará el año en torno del 7 % del PIB).

Hablando en plata, sólo en las últimas semanas el Central asistió al Tesoro por más de 200.000 millones de pesos argentinos, con lo cual la asistencia a lo largo del año pasó los 2 billones. 

Al tipo de cambio oficial, es una asistencia por unos US$ 25 mil millones. Y no alcanzan para despejar la inquietud las señales “market friendly” que está enviando el ministro de economía, Martín Guzmán, en sus negociaciones con el FMI. Hasta ahora, la estrategia del Central ha sido la de reabsorber los pesos “sobrantes” vía la emisión de letras a tasas de interés cada vez mayores, lo cual funciona como una anestesia de corto plazo pero va generando un peligroso déficit “cuasi-fiscal”, al que los economistas ven como una bomba de tiempo inflacionaria.

Es en ese contexto que todos miran también la negociación con el FMI: si el organismo accediera a prestar fondos frescos para equilibrar las cuentas, la presión inflacionaria y devaluatoria tendría un alivio. Pero nadie se anima a pronosticar que haya más dinero luego del debate interno que se produjo en el Fondo por la inédita ayuda de US$ 44.000 millones de aprobada en tiempos de Mauricio Macri y que nadie sabe cómo y cuándo se va a devolver.

Un verano con el dólar inquieto
Lo cierto es que todos están esperando que, como contracara de este diciembre en paz, haya un arranque de año movido en el plano financiero. La mayoría de las consultoras privadas hablan de una inflación muy superior a la del 29% que prevé el presupuesto oficial. Indican que, aun cuando se diera un gran esfuerzo de ajuste fiscal que achicara el déficit a un nivel de 3% del PBI, será difícil que la inflación sea inferior al 45%.
El gobierno está dando señales de que entiende la potencial gravedad de la situación y reaccionó con el clásico manual económico del peronismo. Es decir, pospuso las subas de los servicios públicos, cuyas tarifas empiezan otra vez a sufrir un peligroso retraso. Y le avisó a los empresarios que intensificará los controles de precios para evitar “abusos”. La gran pregunta en este contexto es qué tan alta es la probabilidad de una escapada del dólar. Si bien los economistas son cautos en sus pronósticos, todos dan por sentado un incremento de la brecha entre el informal y el tipo de cambio oficial.
Para empezar, porque la caída del dólar paralelo se transforma en un atractivo para que la gente compre. Siempre a partir de determinado nivel a alguien le parece que el blue está demasiado barato y trata de comprar. Y este parece ser uno de esos momentos: nadie cree que el “puré negativo” pueda ser una situación prolongada en el tiempo.
Aun así, hay algunas ventajas para el gobierno que atenúan el riesgo de una presión devaluatoria. Entre ellas, el hecho de que no haya un retraso cambiario demasiado marcado  y que, además, en las últimas semanas, en el resto de la región se revaluaron las monedas nacionales. De hecho Por caso, en Brasil se espera que la cotización del dólar caiga de los niveles de 5,36 reales hasta los 5,20 reales durante el año próximo. Esto funciona como un favor indirecto al Central, porque le permite recuperar competitividad, implica una especie de devaluación indirecta y sin costo político para Argentina. Por otra parte, será un verano raro, porque la pandemia implicará que la típica demanda de dólares para el turismo en el exterior tenga una disminución que algunos calculan en US$ 4.000 millones menos que hace un año. Nadie está seguro si alcanzará con estos factores excepcionales para frenar las clásicas presiones veraniegas. Pero mientras tanto, el gobierno trata de que el mercado crea que sigue teniendo las variables bajo control. Y mientras disfruta de la calma que le dejó diciembre y se concentra en cómo sobrevivir al verano.
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