Pancho Perrier

Arrancó el año del Mundial: ¿importa algo más?

El año, a efectos prácticos, terminará el 21 de noviembre, cuando Catar y Ecuador jueguen el primer partido. No intentes resistirte porque es inútil. Entramos en el año del mundial y poco más importará

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01 de abril de 2022 a las 17:10

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Esta semana la guerra de Ucrania pasó a un segundo plano en el mundo, y no porque las bombas hayan dejado de caer. En Uruguay el referéndum de la LUC logró meterse brevemente entre el domingo y el martes por la noche, como tema principal. En Argentina hablaron de la potencial censura del gobierno a las redes sociales, hasta el viernes. En Brasil Lula y Bolsonaro definen sus vices, pero tampoco importa mucho desde ayer. Acá o allá, en todos lados el fútbol fue en estos días el gran tema planetario (saque de la ecuación a Estados Unidos, pero hasta allí nomás). La pandemia apretó como nunca antes todos los calendarios de eliminatorias, y la intensidad de la agenda futbolera. Los continentes definieron el grueso de sus clasificados en esta última semana (aún quedan tres que se sabrán en junio), y acto seguido llegó el sorteo, en el mismo año del mundial, debido a que en otro hecho inédito se jugará en noviembre y diciembre para evitar las temperaturas de más de 50 grados del verano en el desierto catarí. 

Los fanáticos del fútbol nos habremos sorprendido esta semana viendo partidos o resúmenes de Argelia-Camerún, de Nueva Zelanda-Islas Salomón, o mirando un mapa para saber dónde está Macedonia del Norte. En Uruguay estamos buscando datos de cuántos ghaneses quedan del equipo de 2010, en Camerún el presidente de la nación se vanagloria de que nombró al entrenador que los llevó al Mundial, y los gobiernos de EEUU e Irán tendrán como en su mesa de trabajo el partido que jugarán sus selecciones, que tienen relaciones diplomáticas cortadas desde 1980.

Será un Mundial especial, en un país riquísimo pero muy pequeño, por lo que todas las sedes están concentradas en un radio de menos de mil kilómetros. Los búnkeres de otros mundiales no existirán y en cambio, la mayoría de los equipos compartirán hotel, incluso con turistas.

Será un torneo especial, pero no cambiará lo que define a una copa del mundo: uno de los poquísimos eventos capaces de monopolizar la agenda planetaria durante un mes, en el que todo el resto pasa a ser secundario. Y que sobrevive aún a escándalos como el del FIFAGate, que destrozó la credibilidad del ente rector del fútbol mundial pero dejó intocada la de su joya máxima. 
Ni siquiera le afectó el negocio. El torneo de Catar 2022 repartirá US$ 440 millones entre sus equipos participantes, en gran medida porque decenas de millones de personas están dispuestas a pagar lo necesario por ver el torneo, por comprar una camiseta, merchandising o consumir algunos de los productos de los patrocinadores del torneo. No hay corrupción que valga, ni derechos humanos pisoteados por el país organizador, ni obreros extranjeros muertos en la construcción de los estadios. Es el fútbol, que todo lo puede. 

Incluso el fútbol esperará a Ucrania, ya que la UEFA postergó su serie clasificatoria ante el ganador de Gales y Escocia para junio, por si los ucranianos logran superar la guerra y volver a ponerse de pie como país. Y si no lo logran, y si siguen batallando contra la invasión rusa, no tenga dudas que van a armar una selección y van a salir a jugar donde sea. Está por demás demostrado que, para bien o para mal, el fútbol es una manera casi infalible de confundir patria con deporte.

En estos días bajará un poco el ruido, pero allá por octubre la recta final se echará a andar y todos, aún los que no saben si la pelota es redonda o cuadrada, pondrán su cabeza en modo mundial. Seguramente este torneo de Catar pondrá en un segundo plano incluso a la Navidad, y la zafra de compras se concentrará especialmente luego del 18 de diciembre. Demás está decir que el año, a efectos prácticos, terminará el 21 de noviembre, cuando Catar y Ecuador jueguen el primer partido. El tema entra en el análisis del gobierno y los partidos políticos en general, a la hora de apurar grandes discusiones, pero también a la hora de calcular cuándo mechar alguna medida impopular.

Para Uruguay hace rato que se ha planteado como el último baile, el paralelismo con el documental de Michael Jordan en el que cuenta la historia de la temporada final del ídolo en Chicago Bulls. Hay aroma a despedida por todos lados, pero eso pasará a un segundo plano cuando se acerque el torneo y todos nos ilusionemos con ganar la copa del mundo. ¿O alguien, al menos los hinchas de los países con un mínimo de historia, no piensan en ganar un Mundial a medida que se acerca?

La serie de la celeste tendrá viejos conocidos, los tres últimos rivales vencidos por Uruguay en instancias de eliminación directa en Mundiales: Corea del Sur, (el derrotado en octavos de 2010), Portugal (el derrotado en octavos de 2018) y Ghana, el de más morbo, porque es la reedición del partido más dramático de Uruguay en mundiales al menos desde 1970. Si el fútbol paraliza, imagine ese partido, el viernes 2 de diciembre a las 12 del mediodía. 

No intentes resistirte porque es inútil. Entramos en el año del mundial, y poco más importará.

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