Boxeadores en la cancha, caballeros en el juzgado

El clima dentro de la sede judicial entre los jugadores fue cordial

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22 de enero de 2014 a las 22:49

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Washington Vega, jefe de seguridad de Peñarol, llegó en la noche del martes a la sede de la Dirección General de Información e Inteligencia con ensalada y churrascos, frazadas, colchones y un blíster de pastillas para dormir. En una habitación, cuatro jugadores de Peñarol pasaron la noche. En otra, durmieron cinco de Nacional, para evitar, de esa manera, un segundo round. Pero al día siguiente, en el juzgado de la calle Bartolomé Mitre, los ánimos ya estaban calmados. Ninguno de los 11 jugadores indagados acusó a un rival por una agresión. Los puñetazos ante las cámaras fueron reemplazados por los saludos cuando se cruzaban en el camino a la indagatoria.

Los nueve jugadores detenidos en la noche del martes llegaron ayer a la hora 9.45 al juzgado. Pequeños grupos fueron alojados en pequeñas celdas, sin mezclar camisetas, y uno a uno los futbolistas fueron pasando a declarar ante la jueza Blanca Rieiro y el fiscal Gustavo Zubía, quien, luego de ver los videos que presentó la empresa Tenfield y la Policía, citó a declarar en calidad de indagados al zaguero tricolor Andrés Scotti y al arquero aurinegro Washington Aguerre. “¿A quién asesinaron? Che, sáquenle fotos a los asesinos, a los delincuentes, muchachos”, propuso Scotti, sobre el mediodía y con tono altanero, a los periodistas presentes afuera del juzgado.

Sin embargo, dentro del juzgado, el ánimo de los futbolistas era otro. Se respiraba un clima de cordialidad, informaron a El Observador fuentes vinculadas al caso. Fue la cordialidad que comparten los abogados y dirigentes de ambas instituciones, Alejandro Balbi por Nacional y Jorge Barrera por Peñarol, la que marcó el tono de la indagatoria.

Los jugadores de Peñarol indagados fueron Fabián Estoyanoff, Carlos Núñez, Jonathan Sandoval, Jorge “Japo” Rodríguez y Aguerre. La mayoría expresó su arrepentimiento por “el bochorno”. Sin embargo, repitieron que es algo que sucede habitualmente y “en todas partes del mundo”, con lo cual, de alguna manera, naturalizaron el delito que habían cometido. Sus declaraciones fueron escuetas y ratificaron lo que habían declarado en Inteligencia.

Los futbolistas tricolores indagados fueron Leonardo Burián, Diego Arismendi, Ignacio González, Santiago García, Darwin Torres y Scotti. Algunos buscaron una estrategia alternativa a la de los mirasoles. Arismendi y González adujeron en una primera instancia que no agredieron a los rivales. Pero cuando el fiscal les mostró los videos, Arismendi admitió que tiró un golpe y González dijo que la suya “fue una piña de defensa”. González destacó además que su intención no era agredir a rivales, sino disipar la reyerta, porque, dijo, tiene excompañeros en el equipo rival. Se refería, seguramente, al “Japo” Rodríguez, con quien compartió partidos en la selección uruguaya.

La declaración de Scotti fue la más extensa. El capitán tricolor declaró que los jugadores “no son delincuentes”, sino “personas de bien” y “colegas” que cometieron “un error”. Scotti se quejó, además, de que sus compañeros hayan pasado la noche detenidos.

La declaración del “Morro” García, el último de la indagatoria, fue la contracara. Admitió haber golpeado a rivales y dijo poco más.

Mientras los jugadores declaraban, los gerentes deportivos de Nacional, Alejandro Lembo, y Peñarol, Carlos “Tío” Sánchez, les acercaban alimentos y refrescos. Los tricolores pidieron pizza y los aurinegros cuatro empanadas cada uno (de carne, jamón y queso, y queso y cebolla), una banana y una manzana.

Sobre la hora 17, el fiscal informó a la prensa que pidió el procesamiento con prisión de ocho futbolistas y sin prisión a tres. La noticia llegó pronto a Los Aromos, donde concentraba el plantel de Peñarol. Desde allí, el capitán Darío Rodríguez se comunicó varias veces con “Tío” Sánchez para preguntarle si ya se conocía la decisión judicial. El fallo de la jueza y el alivio llegaron recién una hora más tarde: nueve procesamientos, todos sin prisión.

Al atardecer, los futbolistas fueron trasladados en camionetas policiales de vidrios oscuros hacia la Jefatura de Policía de Montevideo. Privilegio mediante, llegaron hasta el sótano de la Jefatura los autos particulares de los jugadores y, desde allí, dribleando los flashes de la prensa, partieron hacia sus hogares.

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