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Carmelo, el reino del Pacha Cantón que señalan como frontera porosa

Carmelo sufre el impacto en su sector turístico debido a la vinculación con la corrupción argentina que investiga la Justicia

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01 de septiembre de 2018 a las 05:04

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Un hombre menudo, vestido de negro y con barba descuidada sale de su garita empedrada y mira con desconfianza el auto estacionado del otro lado: saca una libreta y anota la matrícula. Luego abre el portón, pero lo suficiente como para que pase su pequeño cuerpo, y vuelve a cerrarlo. Cuando se acerca a la puerta del conductor, pide los documentos de los periodistas y se los lleva hasta la garita. Llama por teléfono y regresa: abre y cierra el portón de la misma manera, como un deja vu.

“No puede recibirlos”, dice, y sostiene una mirada tensa. 

El mensaje lo envía Eduardo “Pacha Cantón”, el empresario argentino de 71 años que llegó a Carmelo hace 30 para convertirlo en un centro turístico internacional. Entre su media docena de emprendimientos millonarios que comenzó a instalar en el litoral de Colonia hace 25 años (ver recuadro), se encuentra el Club de Campo El Faro, el barrio privado de 50 hectáreas de pinos con cerca de 200 propiedades que se extienden del otro lado del portón. Y entre esas casas hay una que pertenece a Ernesto Clarens, un exfinancista ligado al expresidente Néstor Kirchner (2003-2007) que hoy es indagado por la Justicia de Argentina por el traslado fuera del país de más de US$ 200 millones de coimas por la obra pública que recaudó ese gobierno, del que era un hombre de confianza.

“¿Y qué quiere que haga yo?”, contesta el hombre, indiferente a la insistencia de hablar con Cantón. 

En la mira

Clarens es uno de los hombres más comprometidos en la causa que investiga el entramado de corrupción en el país vecino –este viernes el fiscal Carlos Stornelli solicitó cancelar el acuerdo para que Clarens se acogiera a la figura de arrepentido y porque aparecieron más pruebas en su contra–, y el que más interesa a la Justicia uruguaya: en los últimos años viajó a El Faro unas 90 veces en barcos privados y atracó en el embarcadero exclusivo del barrio –Puerto Camacho–, cuestionado por la falta de controles migratorios y aduaneros. Clarens y el Pacha –así le dicen todos– se conocen muy bien.

Por la Ruta 21, a unos cuatro kilómetros de El Faro hacia el oeste se encuentra la bodega de vinos y restaurante Narbona, otra de las apuestas de Cantón. Allí se produciría el tercer intento de hablar con el empresario: tampoco se encontraba seis kilómetros antes, en el Resort & Spa, de la cadena Hyatt, otro de sus proyectos.

Un hombre rubio y con un pañuelo en su cuello interrumpe el paso en el jardín del establecimiento.  Eran casi la una de la tarde, y una excursión de brasileños se retiraba con botellas de vino. El joven brinda el celular de Cantón, y el empresario atiende enseguida.

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“Este era un pueblo fantasma y ahora vienen 18 mil personas al año y está en el mercado político: viene gente de Estados Unidos y de Europa, llegan  marcas prestigiosas, producimos vino y hasta dulce de leche, pero ahora están destruyendo una obra de 30 años; están tirando todo a la basura, hermano”, grita Cantón. 

La causa de todos los males, dice el empresario, son los medios de comunicación, que amplifican voces como la del director nacional de Aduanas, Enrique Canon, quien admitió este martes que en el Puerto Camacho no hay funcionarios apostados que controlen los ingresos al país y que cuando lo hacen no revisan las maletas de quienes llegan. Lo mismo ocurre en otros puertos de la localidad, como el Atracadero de Yates del Arroyo de las Vacas. “No podemos tener funcionarios las 24 horas en todos los puntos (…) es lo mejor que podemos hacer”, dijo Canon.

Pero la desconfianza de Cantón también se debe a que quedó muy disconforme con los informes televisivos que hicieron los canales nacionales, y en los que fue entrevistado dentro de El Faro. El barrio privado fue presentado como el universo en donde Clarens se movía a sus anchas y a Cantón le molesta esa imagen y otras cosas que considera imprecisiones. “Se esta armando una historia de algo que no es verdad y nos afecta a todos”, dijo.

Mala prensa

“Si quieren una buena nota, agarren una lancha, vayan hasta Buenos Aires y vean cómo Argentina, la Prefectura y la Aduana, no controlan nada, y que nosotros tenemos el mejor control de migraciones que podemos tener”. Cantón habla sin liberarse de la rabia, porque, insiste, la asociación de Carmelo y sus emprendimientos con el nombre de Clarens y la corrupción porteña está afectando la rentabilidad de sus negocios, de los que dependen más de 200 familias carmelitanas. “Que la inversión se va a parar, lo firmo ahora. Nadie va a venir a hacer una sola casa más. De eso estoy seguro”, dice.

Andrés Sobrero, director de Turismo de Colonia lamenta el impacto que puedan tener “estas campañas”, que se agregan a la recesión turística que enfrenta el país, y que estas semanas se agravó producto de la crisis argentina y la devaluación de su moneda: desde comienzos de agosto cinco hoteles cerraron en Colonia y hay más de 25 trabajadores en seguro de paro.
“Recién se canceló un crédito de US$ 200 mil del Banco Francés para pagar los sueldos de esta semana y lo cerraron porque no querían saber nada con nosotros”, pone Cantón de ejemplo.

Para Miguel Slimovich, presidente de la Cámara Hotelera del departamento, la intención de dañar turísticamente a Uruguay por parte de la prensa del otro lado del Río de la Plata lleva varios meses. Y es extremista: “Me arriesgaría a pensar que hay artículos periodísticos pagados por el Ministerio de Turismo de Argentina. Me parce exagerada la posición que tienen con Uruguay: nos pegan todo el tiempo”, sostuvo.

Cantón cuenta que hay propietarios en El Faro que “están asustados”. “Les filmaron las casas como si fueran delincuentes, y no entienden nada: ahora, de golpe, estamos en el lugar del demonio. Hay cuatro tipos que pensaban construir y me dijeron que ahora no quieren hacer nada”, dice. 

Historia

Pacha Cantón desembarcó de Buenos Aires en 1990 con los emprendimientos que hoy son de ladrillos edificados en su imaginación. “Sólo se adivinaba una playa debajo de un monte de espinillos con un bosque de pinos detrás que prometía un futuro pulmón verde”, se lee en el sitio web de Canton Estate, el nombre que dio el empresario a la serie de proyectos, algunos de los cuales también llevó hasta Punta del Este.

El Faro fue inaugurado en 1993, y tiempo después construyó el establecimiento de Narbona. Desde entonces, el barrio privado ha crecido en forma sostenida, al igual que todo el imperio de Cantón, que se transformó pronto en “una tierra prometida para familias en busca de otra forma de vida, más sana y más libre”, dice el sitio web. 

Allí se define que “Canton Estate no es sólo un emprendimiento inmobiliario”, sino que es “una filosofía de vida”. Los padres de Cantón murieron aquí, y en este lugar también viven sus tres hijos y sus dos hermanos, cuenta. “Vi que en Argentina no había futuro”.

Napoleón Gardiol, intendente interino de Colonia, no titubea al definir a Cantón como el promotor de un desarrollo turístico “de primer nivel” que revitalizó al departamento. “Es un hombre que sabe hacia dónde va y apuesta fuerte”, dijo, aunque no cree en el pronóstico del empresario. “No vamos a tener problema en superar esta crisis, al igual que hemos superado otras”, dijo.

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También es bien referenciado por el presidente de la Cámara Uruguaya de Turismo, Juan Martínez. “Cantón impulsó, dinamizó y posicionó a Carmelo como un destino de alta excelencia y de gran calidad de oferta turística. Pero además –agregó–, la apuesta que ha hecho allí es distinta: tiene a un público segmentado, el de alta gama”.

Gardiol hizo la misma observación. “El que venía a Colonia era el turista de clase media, mientras que el de clase alta iba a Punta del Este. Pero a partir de estos emprendimientos esa composición ha cambiado”. Todos destacan también las fuentes laborales de sus emprendimientos y su política de dar empleo solo a los locales. “No tenemos ni siquiera un gerente general que no sea de Carmelo”, dice orgulloso.

Pero hoy a Cantón lo domina la impotencia. Recuerda cuando fue cerrado el aeropuerto, en Zagarzazú, en octubre de 2016, que junto a Camacho formaba parte de la estructura logística que conectaba Buenos Aires con Carmelo. 

El Ministerio de Defensa alegó en su momento que, entre otras carencias, el aeropuerto con pista de pasto no contaba con el personal técnico aeronáutico suficiente, pero el desarrollador –otro adjetivo con que lo identifican– cree que hubo otras razones, las mismas que hoy impactan contra el resto de sus propiedades: “Lo cerraron porque decían que acá venía el que ahora está en cana: (el exvicepresidente, Amado) Boudou. ¿Sabés el costo que tiene abrir un aeropuerto para que encima lo cierren? Tuve que venir 75 veces a Montevideo para convencerlos de que valía la pena. Y nadie vino a traer valijas con plata, venían a pasar el fin de semana”.

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