AFP

Chile necesita un modelo de crecimiento más inclusivo

Los vehículos blindados de transporte de personal en las calles no son la respuesta adecuada a las protestas

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24 de octubre de 2019 a las 16:18

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Por FT View

Los vehículos blindados de transporte de personal en las calles de Santiago traen malos recuerdos. También los disturbios y los edificios en llamas. La magnitud y la ferocidad de la violencia durante el fin de semana en la capital chilena fueron las peores que se han visto desde que el país regresó a la democracia en 1990. Lo que comenzó como una enorme protesta pacífica a principios de semana por un aumento de las tarifas del sistema de metro de Santiago degeneró en actos de violencia que incluyeron el incendio de la sede de una compañía eléctrica y una fábrica de ropa, incendios en decenas de estaciones de metro y saqueo de supermercados

La apresurada decisión del presidente Sebastián Piñera el sábado en la mañana de enviar el ejército a las calles e imponer un toque de queda en Santiago (que ya se extendió a otras ciudades) aumentó aún más la tensión, y trajo recuerdos indeseables de la larga dictadura de Pinochet. Piñera anuló el aumento de tarifas que desencadenó las protestas y llamó a un diálogo nacional para abordar las preocupaciones de los manifestantes, pero su torpe manejo inicial de los disturbios y su agresiva retórica han dificultado el éxito del diálogo.

En particular, su caracterización de la situación del domingo como una "guerra contra un enemigo poderoso e implacable" pareció calculada para inflamar los ánimos, en lugar de calmarlos. En cuanto a esto, parece decepcionante que Piñera parezca no haber aprendido las lecciones de las protestas estudiantiles de 2011 a 2012, que empañaron su primer mandato.

El repentino estallido de violentas protestas durante el fin de semana en Chile puede parecer sorprendente. El país ha superado constantemente a sus semejantes latinoamericanos en las últimas tres décadas, gracias a sólidas políticas macroeconómicas que han evitado en gran medida los ciclos perjudiciales de auge y caída de sus vecinos. Este año, gracias en parte a las políticas pro inversión de Piñera, Chile crecerá entre un 2 y un 3 por ciento: nada espectacular, pero considerablemente mejor que Brasil, Argentina o México.

La desigualdad de ingresos ha afectado desde hace mucho tiempo a Chile. Sin embargo, los datos del Banco Mundial muestran que Brasil, Colombia y México son sociedades más injustas; entre las economías más grandes de la región, sólo Argentina y Perú están en el mismo nivel. La diferencia parece ser que el mayor nivel de vida de Chile y la aspiración, a menudo declarada, de unirse al mundo desarrollado han creado mayores expectativas; el país ahora desea medirse contra sus semejantes de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) en lugar de compararse con los latinoamericanos. En cuanto a estos referentes, aún queda mucho por hacer para mejorar la educación y para garantizar servicios públicos a precios razonables, mejores pensiones y empleos de mayor calidad.

Por ahora, la prioridad en Santiago debe ser ponerle fin a la violencia y calmar los ánimos antes de que se pierdan más vidas. Para que esto suceda, los manifestantes tienen que creer que la oferta del gobierno de iniciar un diálogo es sincera y resultará en cambios en las políticas para abordar las preocupaciones legítimas sobre la desigualdad persistente, el elevado costo de la vida y el alto desempleo juvenil. Quizás aquí deban aprender ciertas lecciones de cómo el presidente francés Emmanuel Macron manejó eventualmente las protestas de los ‘chalecos amarillos’.

Piñera ha entendido correctamente la necesidad de hacer que Chile sea más atractivo para los inversionistas extranjeros y de impulsar el crecimiento económico después de un período de estancamiento bajo su predecesora socialista, Michelle Bachelet. Si quiere conservar la estabilidad de su país, que tanto esfuerzo ha costado, ahora debería mostrar una sensibilidad similar hacia los chilenos menos afortunados. El presidente multimillonario le dijo al Financial Times este mes que su país necesitaba un modelo de crecimiento más inclusivo; debe practicar lo que predica.

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