Presidencia

Cipriani y Silva: figuras de alto perfil con proyección política

Los brazos ejecutores de la salud y la educación públicas comparten alta exposición y proyección

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21 de marzo de 2021 a las 05:00

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Entre los dos tienen bajo su ala a casi cuatro de cada diez funcionarios públicos, y el timón de dos prestaciones esenciales que impactan en la vida cotidiana de la mayoría de las familias uruguayas.

La Administración Nacional de Educación Pública (ANEP) y la Administración de Servicios de Salud del Estado (ASSE) son dos estructuras gigantescas e indomables, y su gestión suele ser tan prioritaria y sensible como desafiante y conflictiva gobierno a gobierno. Y hoy, ambos organismos tienen al mando a dos figuras de alto perfil y fuerte impronta política.

El colorado Robert Silva, a cargo de la ANEP, y el nacionalista Leonardo Cipriani, en ASSE, no pasan desapercibidos ni esquivan la polémica. Aunque la Constitución los inhibe de hacer política partidaria, ambos jerarcas han tenido en este primer año de gobierno una alta exposición y un estilo de liderazgo que los ubica como figuras de proyección en los partidos tradicionales y tiñe sus respectivas gestiones de especulación sobre lo que les deparará el futuro.

El docente polemista con aires de candidato

Abogado y docente de historia, de militancia colorada desde su juventud y con un pasado como asesor de Germán Rama en la segunda presidencia de Julio María Sanguinetti, Robert Silva ganó especial protagonismo en el último período de gobierno frenteamplista de la mano de un discurso crítico de la política educativa y del rol de los gremios de la enseñanza.
Su enfrentamiento a la hegemonía sindical dio sus frutos en 2015, cuando resultó electo para uno de los dos cargos de representación docente en el Codicen por fuera de la órbita del gremio, que hasta entonces usufructuaba los ambos puestos.

Desde su lugar en el Codicen, Silva mantuvo más de un cruce con la Asociación de Docentes de Educación Secundaria (ADES), que en 2018 lo declaró “persona non grata”, luego de que solicitara investigar una “intervención artística” realizada por estudiantes del Liceo IAVA, que en el marco de la previa de la Marcha del Silencio ingresaron de golpe a un salón de clases y simularon un secuestro como los ocurridos durante la dictadura.

Silva pidió entonces indagar si se había violado la laicidad e incurrido en una práctica proselitista. El sindicato docente cargó las tintas contra el entonces director y Sanguinetti salió en su defensa calificando de “fascista” la resolución del gremio.

Un año después, tras derrotar a Sanguinetti en la interna colorada, el economista Ernesto Talvi eligió a Silva como compañero de fórmula para las elecciones presidenciales, y una vez consumada la victoria del nacionalista Luis Lacalle Pou, lo puso en el primer lugar de la lista de prioridades del Partido Colorado en el reparto de los cargos en el gobierno.

Así llegó a la presidencia del Codicen, y su primer año de gestión fue suficiente para confirmar su alto perfil desde la conducción de la enseñanza pública. En el medio, la sorpresiva e intempestiva renuncia de Ernesto Talvi hizo que su nombre pasara a ocupar los primeros lugares en la consideración de figuras de proyección en un Partido Colorado huérfano de líderes claros.

Diego Battiste
Robert Silva en la vuelta de clases a UTU

A su fuerte personalidad, que lo lleva a confrontar con los colectivos docentes o la oposición, se sumó entonces la rutinaria defensa de sus correligionarios, que ante varias de las polémicas en las que quedó envuelto el jerarca se volcaron a las redes y a los medios de comunicación para defenderlo y ensalzar su tarea.

Ya sea en forma de hashtag –el #YoApoyoARobertSilva se volvió una costumbre para contraatacar las críticas hacia el presidente de la ANEP– o de declaraciones públicas, los militantes y dirigentes colorados no solo han procurado defender al excandidato a vicepresidente sino también destacar su figura y dotes de liderazgo en uno de los nervios sensibles de la agenda del gobierno, como lo es la educación.

Silva, a quien varios en el partido ven como potencial candidato a presidente, busca despejar las especulaciones sobre su carrera aunque sin eludir la alta exposición y el perfilamiento político.

“Si alguno tiene una prueba de que yo actúo en función de intereses políticos partidarios, que la presente. Nunca lo he hecho ni lo voy a hacer. Perjudicamos el objetivo final que es trabajar por los cometidos de la ANEP si mezclamos lo político partidario. Yo agradezco a los compañeros, pero no corresponde porque no es el momento y perjudicamos la compleja tarea que tenemos que llevar adelante”, dijo el pasado 2 de marzo en una entrevista con radio Sarandí en la que llamó a “no personalizar las cosas”.

El médico caudillista que tiene a Lacalle como fan

A diferencia de Silva, Cipriani no era un nombre demasiado conocido en el ámbito político, ni siquiera en el Partido Nacional, en el que militó de joven y llegó a ser dirigente local a comienzos de siglo.

Médico personal y de extrema confianza de Álvaro Delgado, fue a través de el secretario de la Presidencia que su nombre y sus credenciales llegaron a manos de Lacalle Pou, quien lo había conocido por primera vez el 12 de agosto de 2000, al asumir como presidente de la departamental de Canelones.

La presidencia de ASSE, un organismo sobre el cual el Partido Nacional había puesto la lupa en el último gobierno de Tabaré Vázquez –con el diputado Martín Lema como abanderado de las investigaciones y denuncias–, suponía un fierro caliente para cualquiera que lo agarrara.

Cipriani, a fuerza de carácter, trabajo, y una impronta caudillesca que lo llevó a estar encima de los temas, recorrer incansablemente el territorio, y mantener un alto perfil público, no tardó en ganarse la confianza y el respeto de Lacalle Pou, que en junio del año pasado llegó a confesar que era “fan” del presidente de ASSE.

Leonardo Carreño
Lacalle Pou y Cipriani en conferencia en Torre Ejecutiva

Desde la cabecera del directorio de ASSE, Cipriani tuvo que enfrentar una pandemia inesperada que obligó a reforzar el equipamiento y las camas de CTI en todo el país, al tiempo que debió poner a disposición los recursos y esfuerzos necesarios para avanzar en la concreción de hospitales o ambulancias prometidas por Lacalle Pou durante la campaña electoral.

Pero sin importar la coyuntura, ASSE siempre sabe estar en el medio de la tormenta. Epicentro de una puja de intereses sanitarios, comerciales, económicos y políticos, el brazo ejecutor de la salud pública nunca le escapa al escándalo.

Los dichos del cabildante Enrique Montagno, integrante del directorio de ASSE que el semanario Búsqueda difundió de un extracto de una conversación privada en la que cargaba contra sus socios y se jactaba de haber conseguido 135 cargos, volvieron a poner al organismo en el foco de la polémica, y llevaron a Cipriani a cortar por lo sano.

El presidente de ASSE –a quien Montagno acusó de estar “enamorado del chupete” y de ser “ojos y oídos” de Lacalle y Delgado– primero se mostró “dolido” por las palabras del cabildante, y luego retrucó con una conferencia de prensa en la que anunció el cese de 30 funcionarios ingresados por el coronel retirado “por la puerta de atrás”, además de algunos jerarcas de hospitales y directores que habían sido también designados a propuesta de Montagno.

El episodio –que por otra parte generó la reacción de Cabildo Abierto, que ahora acusa a Cipriani de estar haciendo una “caza de brujas”– probablemente empuje a la actual administración a acelerar la profesionalización de las designaciones en ASSE, y Cipriani se encargó de dejar claro que “no va a permitir” apartamientos de la norma y la ética en la función pública. De cuánto pueda cumplir ese compromiso dependerá también su futuro político, ya que en el Partido Nacional consideran que una gestión exitosa puede catapultar a Cipriani como un dirigente de peso en la interna, más aún teniendo en cuenta su cercanía con Delgado, quien tiene todas las fichas puestas para ser el candidato a suceder a Lacalle Pou en 2024. Mientras tanto, al médico  se conforma con uno de los roles que le asignó Montagno. “Que nos hayan dicho que somos ojos y oídos del presidente y del secretario de Presidencia nos halaga, porque es así”.

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