Contra la inflación, una amenaza difícil de creer

La inflación no se arregla con una tasa más alta, ni es posible hacerle frente únicamente con la capacidad de incidencia del Central en el mercado de dinero

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19 de marzo de 2013 a las 10:23

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La suba de tasas dejó de ser una señal del compromiso de las autoridades con la estabilidad de precios. Eso quedó en el pasado. Una suba de tasas, en las circunstancias actuales, no afecta las expectativas de los economistas y agentes de mercado, cuya respuesta a las últimas correcciones de la política monetaria por parte del Banco Central ha sido de indiferencia.

En algún momento, es cierto, una contracción de la política monetaria era leída como una señal de inconformidad por parte del BCU con la situación de los precios. Cuando el Central llamaba su atención, los agentes respondían. Sabían que detrás de la amenaza había una entidad fuerte que estaba dispuesta a hacerse paso en el mercado con sus múltiples instrumentos, y conducir la inflación al rango meta a como dé lugar. Era, en definitiva, una amenaza creíble.

Y la amenaza llegó. El dólar bajó, los encajes subieron y la tasa se elevó, incluso en momentos en que ningún analista privado lo esperaba y cuando todos los socios comerciales de la región y del mundo tendían a bajarla. Pero, aun así, la inflación no cedió. Y no solo eso, las expectativas tampoco lo hicieron.

Hoy, por fuera del gobierno, no hay dos versiones al respecto. La inflación no se arregla con una tasa más alta, ni es posible hacerle frente únicamente con la capacidad de incidencia del Central en el mercado de dinero. Simplemente no es una amenaza creíble, porque la confianza de los analistas en la autoridad monetaria y su capacidad para enfrentar el problema se encuentra fuertemente diezmada por el persistente incumplimiento del rango objetivo. Si el próximo viernes el BCU decide subir la tasa, va a ser interpretado por los analistas y –a través de ellos– por los agentes económicos, como más de lo mismo. El control de la inflación requiere una política decidida no solo por parte del BCU sino también del Poder Ejecutivo, que fue tolerando valores cada vez más alejados del rango meta, sin atacar los causales de la aceleración en la suba de precios: el gasto público y privado. Esto es, el alza de salarios por encima de la productividad y el creciente déficit fiscal. l

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