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Cuando Argentina se resfría

El riesgo de quedar entrampado en los juegos de la política de enfrente

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09 de agosto de 2020 a las 05:00

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Hay un viejo dicho que dice: “Cuando Argentina se resfría, Uruguay estornuda”. No hay otro país en el mundo que impacte más sobre esta Banda Oriental, tanto en lo político como en lo social, económico, cultural y, ni hablar, turístico. Es el país sobre el cual los uruguayos conocen más políticos, empresas y empresarios, comunicadores, artistas, para no hablar de futbolistas, actores del jet-set o estrellas de televisión. Las relaciones entre ambos gobiernos son muy importantes para Uruguay y más importantes que lo que puede ser para Argentina; es un problema de tamaño.

Por todo ello, no es nada menor si hay fluidez o no entre los dos gobiernos. Como Uruguay no puede evitar la ciclotimia de los gobernantes argentinos, lo que puede hacer una veces es saber cómo enfrentar los periodos de agresividad y en otros medir con mucho cuidado los efectos de las acciones propias en su impacto sobre la emotividad del gobierno argentino, sobre los intereses del mismo y de su país, y sobre el juego político interior de la orilla de enfrente.

Si bien en general la política argentina se sigue bastante, hay tres errores que a veces se cometen y conviene no cometer:

Uno. Al mirar la realidad argentina. La forma de pensar de una y otra sociedad, a pesar de la gran proximidad cultural, es diferente. Y la forma de actuar de las élites políticas de uno y otro país son no solo diferentes, sino opuestas. La historia argentina enseña que salvo contados periodos, la línea de confrontación reditúa y la línea de consensualidad es castigada. En Uruguay –también salvo algunos periodos– sucede a la inversa: a la larga siempre la línea de confrontación deteriora y la línea de búsqueda de acuerdos, diálogo y comprensión es lo que la gente premia.

Dos. Tener una visión esquemática y simplificada, y analizar y actuar en base a esa simplificación y hasta sobre la caricatura.

Tres. Evaluar y actuar con diagnósticos atrasados, aunque el atraso pudiere ser de unas pocas semanas.

Hasta hace pocos meses, sin duda hasta el cambio de gobierno, el país vecino vivió una fuerte confrontación bipolar que tuvo como referentes centrales al anterior oficialismo (o macrismo, con Mauricio Macri como candidato a la reelección) y la anterior oposición (o kirchnerismo, impulsora de la candidatura de Alberto Fernández). Por entre ambos grandes bloques pasaba la línea divisoria a la cual los argentinos llaman “la grieta”.

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La gestión de la pandemia trajo como consecuencia un significativo cambio en el cuadro político, caracterizado por dos elementos. El primero, en el oficialismo, el repliegue de Cristina Kirchner y la asunción plena del timón gubernamental por el presidente Alberto Fernández. El otro, en la oposición, la división entre una línea moderada y otra dialoguista.

En resumen, el juego político argentino se juega con cuatro grandes corrientes dominantes:

Uno. El peronismo confrontador, encabezado por la actual vicepresidente y ex presidente Cristina Fernández de Kirchner, cuyo operador central es su hijo Máximo Kirchner.

Dos. El peronismo dialoguista, cuya cabeza lo es el presidente de la Nación Alberto Fernández, con el apoyo del gobernador de la Provincia de Buenos Aires Alex Kiciloff.

Tres. La oposición dialoguista, encabezada por el jefe de Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires Horacio Rodríguez Larreta, con el apoyo de la ex gobernadora de la Provincia de Buenos Aires María Eugenia Vidal.

Cuatro. La oposición dura encabezada por el ex presidente Mauricio Macri, cuya operadora central es la ex ministra Patricia Bullrich, presidente del PRO.

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El gobernador de la provincia de Buenos Aires, Axel Kiciloff, el presidente Alberto Fernández y el jefe de gobierno de la ciudad de Buenos Aires, Horacio Rodríguez Larreta

La ruptura entre ambas líneas opositoras detonó hace pocas semanas y no fue nada pacífica. Pudo amortiguarse con la reorganización del PRO, el debilitamiento de los poderes de su presidente Patricia Bullrich y la conformación de una conducción colectiva integrada por seis miembros de la línea dura, seis de la línea dialoguista y tres neutrales. A nivel de operadores del poder (legisladores, gobernadores, intendentes) hay un relativo equilibrio de fuerzas. La oposición dura cuenta con el apoyo de los sectores más poderosos del agro, las finanzas, los grandes capitales y el principal grupo comunicacional.

Es significativo que hoy por hoy –nada se sabe sobre mañana– hay al menos dos líneas divisorias de la política argentina. Una es oficialismo-oposición, en relación más que nada al grueso de los temas políticos, a la labor legislativa y a los temas macroeconómicos; pero con importantes matices entre la oposición dura y la dialoguista. Y otra línea que atraviesa la oposición, fundamentalmente relacionada con la política sanitaria y la política económico-social derivada del coronavirus.

En esta última divisoria, de un lado de la grieta queda la oposición dura y del otro lado de la grieta la oposición dialoguista y las dos alas del oficialismo (al menos mientras se mantengan la pandemia y el repliegue kirchnerista)

Entonces, un tema nada despreciable es el juego de los medios de comunicación y en particular el papel del grupo comunicacional más poderoso, que realiza una sistemática campaña de combate al gobierno nacional, apoyo a la oposición dura y minimización del papel de la oposición dialoguista. En la búsqueda de referentes externos, esta campaña recurrió al presidente uruguayo Luis Lacalle Pou, cuyas palabras sobre el Uruguay coinciden con el discurso de la oposición dura de Argentina, es funcional a su juego y es disfuncional al juego de la oposición dialoguista.

El presidente Luis Lacalle Pou en una entrevista en Todo Noticias el 14 de julio

El tema central de ambos países es la pandemia y el eje principal de discusión en Argentina es el confinamiento obligatorio.

El presidente uruguayo ha sido muy explícito en su rechazo al confinamiento obligatorio, que ha sido el elemento clave aplicado por el peronista Alberto Fernández a nivel nacional, por el peronista Alex Kiciloff en la Provincia de Buenos Aires y por el antiperonista Horacio Rodríguez Larreta en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Hay que tener cuidado en que aunque sea sin querer queriendo Uruguay quede entrampado en las complicaciones de los juegos de poder de los vecinos. 

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