Cuatro libros de cuatro escritoras latinoamericana que tenés que leer

Lo raro no son las infidelidades, dice Lucía. Lo verdaderamente raro es mirar al otro y preguntarse quién es, qué hace ahí, en qué momento le cambiaron tanto los rasgos de la cara. De esta manera Margarita García Robayo describe con crudeza en Tiempo muerto (Alfaguara, $ 490) una relación que se rompió. Pero que no se rompió por una razón puntual ni fortuita. Una relación que se descascara con el paso del tiempo, con interferencias de terceros, con intereses ya no compartidos y hasta despreciados, con la atención en los hijos y el creciente desinterés mutuo, paulatino, irreversible. García Robayo describe sin atajos el fin del amor y la sensación de estar demasiado tiempo junto a alguien con quien ya no se desea pasar ni un segundo más. Pero el tiempo entre que eso se procesa y finalmente sucede es, justamente, tiempo muerto. Una gran forma de conocer –si es que aún no lo hizo– a esta joven escritora colombiana con varias publicaciones en su haber.

La virgen cabeza - Gabriela Cabezón Cámara

La primera novela de la argentina Gabriela Cabezón Cámara tenía todo para ser, a primera vista, un éxito. Una historia de amor entre una periodista policial y una travesti que deja la prostitución después de un encuentro religioso da paso a una historia de calle. De la vida en las miles de veces descriptas villas argentinas, entre la delincuencia, el mundo del narcotráfico, el alcohol, el sexo a cambio de dinero, los niños que crecen en los pasillos entre los ranchos, solos. Siempre solos. La virgen cabeza (Random, $ 480) fue un homenaje a una amiga travesti asesinada. También se inspiró en la época de la crisis más dura durante el gobierno de Antonio de la Rúa y lo que vino en el 2001 y 2002. Y fue un texto que, según la autora aseguró en una entrevista con Infobae, “salió de la paranoia” y de hacerse una pregunta tras otra sobre el amor, la ternura “y la posibilidad de refundar una vida colectivamente”.

Temporada de huracanes - Fernanda Melchor

El descubrimiento inquieta por sí solo: el cadáver de una mujer, flotando en las aguas de un arroyo cercano a una ranchería mexicana olvidada por el tiempo. Pero cuando los datos empiezan a poblar el crimen, la situación se enrosca y se vuelve macabra: el cuerpo, encontrado por un grupo de niños, pertenece a una bruja, una mujer que heredó de su madre las artes oscuras y cuyo homicidio apunta a un grupo de jóvenes, los últimos que la vieron con vida. Así, en Temporada de huracanes, novela revelación de la mexicana Fernanda Melchor –y finalista del prestigioso Booker Prize en 2020, cuya resolución se suspendió por la pandemia del coronavirus–, la historia desata una trama que no da respiro, que tiene un ritmo apabullante y que delinea, en trazos simples pero efectivos, la vida de un pueblo carcomido por la miseria, la violencia, los secretos a voces, los espíritus y, en el fondo y pidiendo permiso, el amor. Temporada de huracanes (Literatura Random House, $590) es una novela escabrosa, difícil y atrapante que evidencia el poder de la voz de Melchor, una autora que apenas tiene cuatro libros y mucho por contar.

Los suicidas del fin del mundo - Leila Guerriero

En 2005 la cronista Leila Guerriero decidió intentar comprender lo imposible. Tomó la aventura angustiante de contar ese gesto incomprensible de tantas personas, y que el periodista y filósofo Albert Camus definió hace tiempo como el principal problema filosófico: el suicidio. Se fue hasta un pueblo perdido de la Patagonia argentina, llamado Las Heras, en donde el viento sopla con crueldad, la soledad cruje en las calles y la falta de oportunidades es un lamento lejano, insistente. Eso, junto con la tranquilidad y el aislamiento –pero sobre todo el viento– componen un escenario aterrador y cada vez más inhóspito página tras página, y que por algún misterio en particular llevó a que entre 1997 y 1999 una docena de hombres y mujeres jóvenes se quitaran la vida sin más explicación. Guerriero no encuentra las causas pero las bordea con prosa penetrante y fluida y logra que al final de Los suicidas del fin del mundo (Tusquets, $ 430) –que sería una novela si hubiera torcido los hechos– el lector perciba algunos ángulos de los extraños mecanismos tan humanos de la autoeliminación.