De la vejez no se salva nadie

Los cuerpos de Elton John, Madonna, Ozzy Osbourne y otras estrellas piden clemencia

Tiempo de lectura: -'

14 de marzo de 2020 a las 05:03

Estás por alcanzar el límite de notas.

Suscribite ahora a

Pasá de informarte a formar tu opinión.

Suscribite desde US$ 3 45 / mes

Esta es tu última nota gratuita.

Se parte de desde US$ 3 45 / mes

Cuenta Paul Newman, amigo entrañable de la actriz, que en las paredes de la casa de Bette Davis (1908-1989) no se veían en exhibición los varios premios recibidos durante su prolífica y prolongada carrera que comenzó en 1931 y terminó en 1989, y que incluían dos premios Oscar en la categoría Mejor actriz. Sin embargo, entre la sobria decoración del hogar destacaba algo que llamaba la atención del visitante apenas llegaba: la inscripción bordada que tenía el almohadón del sofá. 

Decía en grandes letras: “Getting old ain’t for sissies”, que puede traducirse como “Envejecer no es para mariquitas” o “Envejecer no es para cobardes”. La afirmación se ha convertido en adagio incorporado a la cultura popular por derecho propio. Hay pósteres y camisetas que tienen impresa la frase a manera de estandarte de lo que nadie, salvo que una muerte prematura lo impida, se salvará de experimentar, el enemigo siempre listo. En cierto momento de la vida, la realidad preguntará a todos, quién es cobarde y quién valiente, y cada uno habrá de saberlo. 

Todo el mundo envejece y nadie se salva del deterioro físico ni de la mirada agónica, de posdata, que en la lontananza contempla el final de la vida con mayor cercanía, como si estuviera al acecho a la vuelta de la esquina. Además, tampoco es muy alentador el panorama en el espejo retrovisor, pues todo lo ya vivido es una cantidad mayor de años que los que aún quedan por vivir. Sin embargo, sin lecciones privadas de por medio, porque no las hay, todo el mundo aprende a resistir, a pensar lo menos posible en la fragilidad y brevedad de todo, porque también en el último capítulo del magnífico libro llamado Vida solo se trata de vivir y de seguir hasta donde y cuando el cuerpo aguante. 

Claro está, para quienes han vivido subidos en la incombustible máquina del entusiasmo artístico, esto es, la de la creatividad, no se hace nada fácil bajarse y aceptar que el final del camino está por llegar. Lo difícil, lo realmente difícil, es aprender a disminuir la velocidad, a no manejar el auto a cien kilómetros por hora en un callejón sin salida, a dejar que la vida viva más en los años almacenados en la memoria, los que ya fueron, que en aquellos que quedan por vivir y que son cada vez menos. Es ardua la experiencia, sobre todo para los que han formado parte de la religión laica y universal llamada rock and roll, la cual hizo de la permanente juventud un dogma indisputable que sus propios practicantes han seguido al pie de la letra, viviendo cada día al máximo, como si fuera el último, llegando incluso a creer que los días jamás se acabarían. El espejismo de la permanente juventud viene acompañado de alucinantes ilusiones. 

Sin aceptar que la vida es breve y que un día se acaba, muchos músicos de rock han aceptado el plan B que ellos mismos establecieron. Hacen un acto autoinmolatorio: aceptan morir sobre el escenario, haciendo de la vejez y del deterioro un espectáculo público que aún puede atraer a multitudes. La vejez no usa la misma vara para todos. Algunos se vienen abajo, exhibiendo sobre las tablas una llamativa decrepitud física, como si de pronto la magia de la voz y de los frenéticos movimientos físicos se hubiera esfumado sin que nadie lo notara. Ni siquiera la tecnología de última generación, con micrófonos y amplificadores que maquillan la pérdida de potencia en la voz, logra disimular las carencias, de las cuales el único responsable es el cuerpo del implicado.

Hay quienes, inspirados más por las ganas que por las condiciones físicas que realmente tienen, mejor dicho, que dejaron de tener, se tiran al agua con la piscina a medio llenar y terminan dándose terrible porrazo, quedando expuestos a la compasión del público más educado o bien a la sorna de quienes los ven como reliquias que deberían estar en su casa o en un museo. Cada año se dan casos contundentes, que sin haberlo planeado de esa manera terminan convertidos en ejemplos de patetismo relacionado al feroz paso del tiempo. ¿A quién se le ocurre subirse a un escenario pasado los 70 años de edad y por dos horas ininterrumpidas ponerse a modular tonos graves o agudos de la misma forma que cuando tenía 20 y la vida estaba de su lado?

El cuerpo humano carece de dispositivos que permitan anticipar las fallas que pueda tener en determinado momento cuando la vida se acorta. Sería genial que hubiera uno y permitiese a un cantante saber con anticipación cuándo la voz perderá la batalla con el más exigente intento por hacerla cantar con el mismo ímpetu como en el pasado. De existir algo así, muchos cantantes se salvarían de hacer el ridículo, de experimentar la extraordinaria impotencia que se siente por perder control de los atributos del cuerpo. 

A Elton John le pasó no hace mucho en un escenario en Auckland, Nueva Zelanda. Estaba cantando y de pronto, en el medio de una canción, se quedó sin voz. Quedó perturbado por la situación, no era para menos. Dijo que no podía seguir, y dijo también que la razón del percance físico era la “neumonía atípica” que estaba padeciendo. Sin embargo, la verdad de fondo era otra y casi única: su cuerpo, el de un hombre de 72 años cuya voz vive de esfuerzos casi cotidianos, ya no está para esos trotes, los de emprender una gira mundial, y menos para estar cada noche por encima de las circunstancias y brindar un espectáculo de lujo, con la garganta a todo dar, tal cual lo estaba años atrás, cuando la juventud le era fiel al organismo y el esplendor tenía presencia diaria.

Días después, otra luminaria del imprescindible circo de la música, Ozzy Osbourne, anunció que por razones físicas debía cancelar la muy promocionada gira mundial que estaba planeada. El cantante, de 71 años de edad, deberá ahora buscar tratamiento para problemas relacionados con su diagnóstico reciente de la enfermedad de Parkinson. En la lista de figuras de primer rango que han debido cancelar o posponer sus conciertos por quebrantos de salud, aparece Madonna, quien eliminó del programa gran cantidad de presentaciones en Gran Bretaña y Estados Unidos debido a dolores abrumadores. La cantante nacida en Detroit cumplirá en agosto 62 años y sus conciertos se han caracterizado desde siempre por la opulencia física que destilan, la cual se hace casi imposible sostener cuando el tiempo agiganta sus consecuencias. Los quebrantos físicos, para los cuales todavía no hay cura instantánea y milagrosa, han comprometido asimismo el futuro sobre los escenarios de Steven Tyler, de 71 años, cantante del grupo de rock Aerosmith, y del líder de Metallica, James Hetfield, quien a los 56 años de edad canceló varias presentaciones del grupo para “cuidar mi salud mental, física y espiritual”. El río suena, porque agua trae.

Robbie Robertson, líder por entonces de la banda The Band, dijo en el documental The Last Waltz (1976): “El camino te matará”. El comentario lo hizo cuando tenía 34 años de edad. Si el largo y sinuoso camino de las giras puede matar a alguien en sus 30 y pico, a un artista que pasó los 60 puede hacerlo añicos. De ahí que unos cuantos tiraron la toalla: Bob Seger (74), Paul Simon (78), Neil Diamond (79) y Eric Clapton (74). Exhibir la decrepitud en un escenario iluminado nada tiene de glamour. El final de la gira mágica y misteriosa que ya ha durado décadas está llegando a su conclusión. Varios mitos vivientes están aprendiendo que deberán mirar el partido desde fuera, porque con la edad no se juega, y con el cuerpo menos. Lo mejor y esplendoroso de sus carreras ha quedado muy atrás, en un tiempo distante al que incluso a la memoria se le hace difícil volver. 
 

CONTENIDO EXCLUSIVO Member

Esta nota es exclusiva para suscriptores.

Accedé ahora y sin límites a toda la información.

¿Ya sos suscriptor?
iniciá sesión aquí

Alcanzaste el límite de notas gratuitas.

Accedé ahora y sin límites a toda la información.

Registrate gratis y seguí navegando.